Por Stefano Lodigiani
En vista de la trigésimo primera "Jornada de los Misioneros Mártires", el 24 de marzo, promovida por las Obras Misionales Pontificias, la Agencia Fides presenta en estos días algunos testimonios de misioneros mártires cuya causa de canonización está en curso. Sacerdotes, religiosos y laicos han dado testimonio del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo en situaciones diversas, en continentes diferentes. “El Bautismo nos hace entrar en este Pueblo de Dios que transmite la fe. Esto es muy importante. Un Pueblo de Dios que camina y transmite la fe. En virtud del Bautismo nos convertimos en discípulos misioneros, llamados a llevar el Evangelio al mundo” (Papa Francisco, audiencia general del 15 de enero de 2014).
Tete (Agencia Fides) - El 20 de noviembre de 2021, el Santuario de Nossa Senhora da Conceição do Zobuè, en la diócesis de Tete, Mozambique, fue la sede de un acontecimiento histórico para la Iglesia local: la sesión de apertura del Proceso de Beatificación y Canonización de dos Siervos de Dios, los padres jesuitas João de Deus Kamtedza, de Mozambique, y Sílvio Alves Moreira, de Portugal, conocidos como los “Mártires de Chapotera”. Fueron secuestrados y asesinados el 30 de octubre de 1985, en el contexto de la guerra civil que asolaba Mozambique, convertido en escenario de atrocidades y violencia cometidas por la guerrilla de la RENAMO y los partidarios del régimen marxista-leninista de la FRELIMO. “Los padres João de Deus Kamtedza y Sílvio Alves Moreira se consagraron totalmente al bien del pueblo, contando con la estima de cristianos y no cristianos”, subraya el obispo de Tete, monseñor Diamantino Guapo Antunes, de los Misioneros de la Consolata (IMC).
Los años de guerra civil pusieron a dura prueba al pueblo mozambiqueño y a las comunidades católicas, como en aquel momento informaba la Agencia Fides. En 1985, además de la muerte de los dos jesuitas cuya causa de beatificación está abierta, se produjeron otros acontecimientos dolorosos. El 3 de enero la misionera comboniana italiana sor Teresa Dalle Pezze fue asesinada durante un ataque de la guerrilla de la Renamo a un convoy de vehículos escoltados, en la carretera de Nampula a Nacala. En la noche del 3 al 4 de junio, un grupo de guerrilleros de la Renamo secuestró en Lifidzi, provincia de Tete, a cuatro religiosas portuguesas de la Orden de San José de Cluny y a cuatro aspirantes, algunas de las cuales consiguieron escapar de los secuestradores. El 30 de julio, dos misioneros capuchinos italianos fueron secuestrados en la diócesis de Quelimane por militantes de la Renamo, que atacaron la ciudad de Luabo, llevándose como rehenes a ambos junto con otros extranjeros. Fueron liberados el 10 de septiembre, junto con otros 22 extranjeros. Tras un periodo de recuperación y tratamiento en Italia, quisieron regresar a su misión.
La hermana Luigia Bottasso, de las Misioneras de la Consolata, junto con tres catequistas mozambiqueñas, fueron secuestradas el 6 de noviembre entre las misiones de Maúa y Cuamba, diócesis de Lichinga, cuando se dirigían a un encuentro pastoral.
En medio de este panorama, humanamente desalentador, destaca el testimonio de fe de los catequistas de Pambargala, diócesis de Novo Redondo (hoy diócesis de Sumbe, Angola), recogido por la Agencia Fides el 11 de mayo de 1985. “Las comunidades cristianas, dolorosamente probadas por la guerra, no han podido recibir la visita de misioneros desde hace más de dos años. Pero los cristianos, los catequistas y sobre todo los jóvenes, han sido un testimonio de valentía y perseverancia. Con gran firmeza en la fe, han mantenido el contacto, mediante mensajes y visitas”. Su mensaje fue el siguiente: “Esperamos poder visitar y celebrar la fe con todos los cristianos de Pambargala. ¡Ese día llegará! Mientras tanto, nos mantendremos firmes en la fe, unidos en la caridad fraterna y valientes en la esperanza de la Paz”.
Chapotera, la localidad asociada a los dos mártires jesuitas, es un pueblo situado a unos 6 km de la misión de Lifidzi, en el norte de la diócesis de Tete. La nacionalización de la educación y la sanidad decidida por el gobierno mozambiqueño el 24 de julio de 1975, un mes después de la independencia, llevó a los misioneros a pensar en una alternativa al tipo de misión al que se habían dedicado hasta entonces. Desahuciados de su casa, dejando atrás la infraestructura de la misión que habían construido (escuelas, laboratorios, hospital, etc.), establecieron una nueva residencia cerca del pueblo de Chapotera, donde los jesuitas se instalaron en 1978. El Padre João de Deus Kamtedza llegó a Chapotera el 22 de julio de 1983 y el Padre Silvio en 1985. Aquí, en la noche del 30 de octubre de 1985, tras ser despertados por un grupo de personas armadas, fueron obligados a abandonar la casa, para luego ser brutalmente asesinados.
A la mañana siguiente, 31 de octubre, tras haber oído el ruido de un coche y disparos a altas horas de la noche, algunos cristianos se dirigieron a la residencia de los sacerdotes. Al no ver signos de violencia, llegaron a la conclusión de que habían sido secuestrados por guerrilleros de la Renamo. Esta fue la noticia que llegó a Vila Ulóngwe a mediodía del 31 de octubre. El 1 de noviembre, un hombre de la aldea de Chapotera que se dirigía a su campamento, al pasar junto a un árbol de sisal, vio los cuerpos sin vida de los dos sacerdotes. Fue entonces a avisar al jefe de la comunidad que, asustado y entristecido, guardó silencio. Así que ni siquiera los jesuitas de Ulóngwe, la parroquia más cercana, sabían nada de lo ocurrido.
Hasta el 4 de noviembre, el padre António dos Reis, superior de Vila Ulóngwe, no consiguió que las autoridades le permitieran ir a Chapotera para ver lo ocurrido. Cuando llegó a Chapotera, un hombre le dijo que los sacerdotes habían sido asesinados a poca distancia. El misionero volvió entonces a Vila Ulóngwe, para informar al Administrador y al Comandante Militar. Ese mismo día, la escolta militar regresó a Chapotera para recoger los cuerpos de los sacerdotes, meterlos en ataúdes y llevarlos al cementerio del pueblo. Llegaron al cementerio hacia las 19.00 horas. Allí, los presentes, rezaron y escucharon algunos testimonios sobre los sacerdotes, utilizando los faros de los coches para iluminar la oscuridad.
“El padre João de Deus - cuenta el obispo de Tete, monseñor Diamantino Guapo Antunes - era un hombre que irradiaba alegría por su sencillez y espontaneidad, y se llevaba bien con todo el mundo. Amaba Mozambique y a su gente. Apreciado por todos, anunciaba el Evangelio a los demás con respeto y amor. Su celo apostólico le llevó, en la medida en que la situación lo permitía, incluso con riesgo de su vida, a lugares aislados y difíciles. Intentó animar y alentar a todos. Junto con su pueblo, sufrió el miedo en aquel ambiente de inestabilidad, desencadenado por las arbitrariedades, las injusticias y las violaciones de la dignidad humana”. “El padre Silvio – continua el obispo de Tete - era un hombre activo, siempre dispuesto a servir a los demás en cualquier necesidad. Era recto, sincero y franco, a veces duro, pero sin ofender a nadie. Era un hombre valiente, consciente del peligro, pero audaz, como quien nada teme. Virtudes alimentadas por la fe y la confianza. Era inteligente y lúcido, muy claro en su comunicación. Solía poner ejemplos de la vida de la comunidad para ilustrar y exhortar”.
João de Deus nació en Mozambique, en Nkau, en la meseta de Angónia (Tete), el 8 de marzo de 1930. Silvio nació en Portugal el 16 de abril de 1941, en Rio Meão, Vila da Feira. Ambos habían realizado los estudios secundarios en la Escuela Apostólica de Macieira de Cambra (Portugal): el padre João, de 1948 a 1951, y el padre Silvio, de 1951 a 1957. El padre João ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús el 1 de septiembre de 1951, y el padre Silvio el 24 de octubre de 1957. Ambos se habían licenciado en Filosofía en la Facultad Pontificia de Filosofía de Braga en 1958. El padre Sílvio partió ese mismo año para Mozambique para realizar su período "de magisterio". Después siguieron un curso de teología: el padre João en España, en la Facultad de Teología de San Cugat del Vallés, en Barcelona, de 1961 a 1965, y el padre Sílvio en Portugal, en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Lisboa, de 1968 a 1972.
João fue ordenado sacerdote en Lifidzi, Mozambique, el 15 de agosto de 1964; y el padre Sílvio, en Covilhã, el 30 de julio de 1972. Sílvio, al mismo tiempo que estudiaba teología, había asistido al Instituto Superior de Ciencias Sociales y Política Ultramarina (ISCSPU), que preparaba personal para la Administración de Ultramar. Se interesó por este curso porque quería conocer la legislación y la orientación política de Portugal en los Territorios de Ultramar.
En Mozambique, el padre João trabajó siempre en Angónia, mientras que el padre Silvio ejerció como profesor en el seminario diocesano de Zóbue (Tete), en la ciudad de Tete y en Maputo. En 1984, los dos jesuitas se encontraban en Chapotera, y desde allí iniciaron su actividad misionera por todo el territorio de la antigua misión de Lifidzi, plenamente comprometidos con la obra de la construcción del Reino de Dios, que a menudo exige no sólo el anuncio, sino también la renuncia y la denuncia. Por esta misma razón fueron asesinados el 30 de octubre de 1985.
“Estos dos jesuitas, a quienes Dios reunió en 1984 en Chapotera - continúa el obispo Diamantino Guapo Antunes -, eran amigos y compartían lo que vivían. Se ayudaron y animaron mutuamente, persiguiendo el mismo ideal, convencidos de que el Reino de Dios exige también denunciar las estructuras injustas y opresoras. Por ello dieron su vida. Se les puede considerar mártires de la justicia. Eran testigos incómodos. Conocían las atrocidades que allí se cometían y empezaron a denunciarlas. Cuando tuvieron la posibilidad de marcharse, sintieron que debían optar por quedarse. Y así lo hicieron. Permanecieron en su lugar, cerca de su pueblo perseguido, hasta derramar su sangre”.
El obispo Antunes subraya que “la beatificación de los mártires de Chapotera es algo muy sentido y deseado por los mozambiqueños. Fueron misioneros de fe, valor y caridad. El proceso actual es un signo de la madurez de la Iglesia católica en Mozambique, una Iglesia ministerial y martirial. Es una llamada al compromiso cristiano valiente. Ayer como hoy, la Iglesia católica está llamada a responder con su presencia eficiente y consoladora entre la población martirizada, sin dejar nunca de hacer llamamientos a la paz y a la reconciliación de las partes en conflicto”. El Obispo concluye: “La violencia que asola el norte de Mozambique, en la provincia de Cabo Delgado, ya ha producido sus mártires entre la comunidad católica. El ejemplo de los mártires de Chapotera, como el de los catequistas mártires de Guiúa y tantos otros, es hoy de gran importancia. Son hombres y mujeres que eligieron una vida de testimonio y de anuncio del Evangelio de la paz y del amor. Su ejemplo permanece y se multiplica”.
(Agencia Fides 20/3/2023)