Por Pascale Rizk
Beirut (Agencia Fides) - «Salimos por la mañana sin saber si volveremos por la tarde. Y esa es nuestra realidad cotidiana». Así describe hoy la hermana Hanane Youssef su vida cotidiana en Beirut. Ella y sus Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor continúan dirigiendo el centro de atención médica «Saint Antoine» en el corazón de Rouaysset, un barrio obrero del Metn. Edificios maltrechos, cables eléctricos enredados, callejuelas desvencijadas. No hay «objetivos sensibles», ni guarniciones armadas. Pero es un barrio donde viven mayoritariamente chiíes.
Las Hermanas dirigen el Centro dedicado a San Antonio desde 2005. Pero la labor de asistencia sanitaria lleva funcionando desde 1985, cuando el Líbano aún estaba azotado por la guerra civil. «Las crisis, una tras otra, no nos dejan recuperar el aliento», dice la hermana Hanane a la Agencia Fides. «Venimos de años de tormento económico. Hemos pasado de emergencias como la escasez de medicamentos y dinero a la escasez de personal médico, esencial para garantizar nuestros servicios. Los centros de atención primaria como el nuestro desempeñan un papel vital en la respuesta sanitaria, expidiendo recetas y realizando las pruebas necesarias para aliviar la sobrecarga de los hospitales, que ahora con los ataques militares tienen que hacer frente a los que llegan con heridas graves e invalidantes, miembros que hay que amputar y rostros desfigurados».
En la actualidad - añade la Hermana, que lleva 35 años en la misión - «hay escasez de personal sanitario, no sólo por los muchos médicos y enfermeras que han emigrado, sino también porque la gente tiene miedo de venir a trabajar, al estar situados en este distrito y, por tanto, más expuestos en el actual escenario de guerra. Por eso no podemos garantizar nuestros servicios y nuestra labor social».
El centro siempre ha contado con la ayuda de muchos médicos jóvenes a través de diversos acuerdos con las universidades locales. En los últimos años, la «fuga de cerebros» ha afectado a todas las categorías.
Según el Ministerio de Sanidad libanés, los ataques israelíes en Líbano desde el 7 de octubre de 2023 han dejado cerca de 3.500 muertos y casi 15.000 heridos. Los desplazados ascienden a más de 1,2 millones, según ACNUR. Un desastre humanitario que desestabiliza las mentes y las almas de un número creciente de personas. Los hospitales, que están colapsados, tienen que hacer frente a la urgencia de un número creciente de pacientes que sufren traumas psicológicos.
«En la guerra de 2006, nos movilizamos para vacunar a los recién nacidos de las comunidades desplazadas. Hoy, de nuevo, nos hemos convertido en el refugio no sólo de los que viven por aquí, sino también de todas las familias desplazadas que han sido acogidas por sus parientes del barrio». La labor del centro -señala la hermana Hanane- siempre ha sido un signo espontáneo y real de la coexistencia libanesa entre diversas comunidades religiosas. También vienen inmigrantes de otras naciones. Una convivencia que la guerra está poniendo a prueba, alimentando la desconfianza y el miedo en los corazones de la gente.
«En la guerra actual del Líbano», subraya la Hermana, «los atentados se dirigen principalmente contra una comunidad concreta, la chiíta. Precisamente la comunidad más asistida por el Centro Saint Antoine. Esto aumenta la tensión y pretende abrir divisiones, resentimientos. «Continuar la coexistencia pacífica no es fácil. Pero intentamos seguir por este camino. Nos importa mucho».
«Seguimos adelante, gracias a Dios y con la gracia de Dios», repite la Hermana Hanane. Y confiesa: «Nací y crecí en el Sur. Yo misma fui desplazada en 1982, cuando huí con mi familia durante la invasión, en plena noche. Por eso siento una empatía especial por quienes pasan por la misma experiencia. La guerra ha marcado mi vida personal, así como mi vida como religiosa. Me resulta fácil reconocer el rostro de Dios en las personas que están a mi lado, las que Dios me envía cada día, incluidos algunos médicos, amigos históricos y fieles. Me digo cada mañana que si estoy en este lugar, es aquí donde estoy llamada a vivir el don de mi vida. El Señor nos protegerá y llegará un día mejor». Repite las palabras que tantas veces ha escuchado también del Papa Francisco: todas las guerras son fracasos. Son derrotas para todos.
(Agencia Fides 18/11/2024)