Eyad el Baba (Unicef)
Por padre Ibrahim Faltas ofm*
Jerusalén (Agencia Fides) - Estos días, unos 39.000 chicos de Gaza tenían que afrontar sus exámenes de secundaria. Como tantos otros chicos palestinos, como tantos chicos israelíes, como tantos otros chicos en todo el mundo. El examen de selectividad es importante, marca una etapa en la vida, es el paso a la edad adulta. Tendrían que haber sido 39.000, pero es imposible saber quién no podrá pasar lista porque ya no está o porque sus cuerpos siguen bajo los escombros.
¿Cuántos de ellos han sufrido lesiones y traumas? ¿Cuántos han perdido a sus padres y se han convertido de repente en responsables de la familia que antes les apoyaba y protegía? ¿Cuántos han perdido a amigos y compañeros de colegio con los que compartían los buenos años de la adolescencia?
Mi experiencia como director de las escuelas de la Custodia de Tierra Santa me ha llevado a conocer bien a los niños y jóvenes de esta tierra. Los veo entrar temerosos en las aulas de preescolar, al principio aferrados a sus madres y luego corriendo sonrientes y alegres a los brazos de las maestras. Les veo crecer en estatura y les oigo superar incertidumbres y dificultades con empeño y determinación. Les sigo en sus angustias e inquietudes que, junto con profesores y padres, intento transformar en conciencia de sus capacidades y en confianza y esperanza en el futuro, ese futuro que comienza con el examen de graduación de bachillerato y las primeras elecciones en la vida. Estos son los días en que los chicos concluyen una carrera que ha durado quince años, a menudo en la misma escuela y con los mismos amigos, y estos son los días en que se necesita la cercanía de una mirada, una sonrisa y una palabra de ánimo.
Este año no habrá exámenes de secundaria en Gaza: ya se cancelaron con la destrucción de tantas escuelas y tampoco los habrá el año que viene, interrumpiendo el crecimiento y el desarrollo de estas generaciones. Las escuelas, como los hospitales y los lugares de culto, son lugares sagrados, son lugares que tienen misiones fundamentales para la curación del cuerpo, la mente y el alma. Respetar estos lugares es respetar las vidas que custodian.
Después de 260 días, la violencia y el odio siguen siendo los principales protagonistas en Tierra Santa y, como siempre, son la causa de todas las guerras. Ni siquiera en Cisjordania cesan los enfrentamientos, que causan muertos, heridos, destrucción y detenciones.
A los niños de esta tierra se les niega el pasado, se obstruye su presente, se oscurece su futuro. Los niños necesitan la fuerza de los árboles plantados por sus antepasados en esta tierra, necesitan sus raíces firmes y sus ramas llenas de hojas nuevas. Las raíces no sólo representan el pasado y la fuerza del vínculo familiar, sino que son la historia de todo ser humano. Las ramas son un signo de renacimiento y nueva vida, una señal visible de la primavera que empuja las ramas hacia el cielo y, para nuestros hijos, representan la esperanza en un futuro mejor.
(Agencia Fides 24/6/2024)
* Vicario de la Custodia de Tierra Santa