ASIA/MYANMAR - La educación negada por la guerra: la contribución de las religiosas católicas para enseñar a los niños

lunes, 23 diciembre 2024 escuela   educación   guerras   jóvenes  

Yangón (Agencia Fides) – Casi cuatro años después del golpe de Estado y del estallido de la guerra civil en Myanmar, además de los desplazamientos masivos y el sufrimiento económico, uno de los ámbitos más afectados ha sido la educación. El futuro del país está en riesgo debido a la imposibilidad de que los niños y jóvenes continúen con sus estudios en todos los niveles.

Los estudiantes universitarios, en particular, han estado en primera línea en la oposición a la junta militar. Primero participaron en el movimiento de desobediencia civil y, posteriormente, se alistaron en las filas de las Fuerzas Populares de Defensa, lo que ha provocado un abandono voluntario de sus estudios.

Según datos de la ONU, las escuelas públicas permanecieron cerradas durante 532 días entre febrero de 2020 y febrero de 2022. A pesar de que las autoridades militares ordenaron la reapertura, cerca del 30% del personal docente se unió a la desobediencia civil y fue despedido. Muchas familias, en desacuerdo con las imposiciones del régimen, también han retirado a sus hijos de las escuelas. Como resultado, existe un grave riesgo de que los estudiantes hayan perdido definitivamente más de tres años y medio de educación, con un colapso especialmente evidente en la educación secundaria.

Los institutos y universidades privados, reconocidos oficialmente por el régimen, han intentado absorber el vacío dejado por las escuelas públicas. Sin embargo, sólo las familias más acomodadas pueden costear esta educación, que además se concentra en zonas urbanas como Yangón y Mandalay, controladas por la junta militar. En contraste, las zonas rurales y periféricas carecen por completo de estas opciones educativas.

Como medida alternativa, se han implementado cursos de formación en línea, aunque estos benefician únicamente a un pequeño porcentaje de niños y jóvenes con acceso a medios tecnológicos adecuados en las ciudades.

El conflicto ha fragmentado el territorio del país. Mientras que las regiones centrales y ciudades principales permanecen bajo control militar, las zonas periféricas son gobernadas por fuerzas rebeldes. En estas áreas remotas, han surgido instituciones educativas independientes, impulsadas por organizaciones sociales y religiosas, que ofrecen escolarización básica y cursos técnicos en enfermería, tecnología o idiomas para adolescentes. Sin embargo, estas iniciativas no cuentan con reconocimiento oficial y, por lo tanto, no pueden otorgar títulos académicos.

Algunos jóvenes han optado por huir a Tailandia en busca de educación y para escapar del reclutamiento forzoso impuesto por el ejército regular. No obstante, las políticas restrictivas de inmigración y visados en Tailandia limitan considerablemente estas oportunidades.

La guerra, el cierre de escuelas y el abandono escolar están destruyendo el futuro de los jóvenes, especialmente de aquellos -la mayoría- que no aceptaron el nuevo régimen tras el golpe. La limitación de oportunidades o la falta total de aprendizaje han generado, pues, una crisis masiva en el sector educativo de Myanmar, con la consiguiente pérdida de “capital humano” en la nación.

En este contexto de crisis educativa, las congregaciones religiosas femeninas desempeñan un papel fundamental al brindar apoyo a niños y jóvenes de todas las creencias. Han convertido sus conventos y recursos humanos en espacios seguros para la educación.

Las Hermanas del Buen Pastor, por ejemplo, trabajan con niños y jóvenes para proporcionarles formación académica y restaurar una cierta normalidad en sus vidas. La congregación tiene comunidades en Yangón y Mandalay, así como aulas en zonas remotas como Magyikwin, Loikaw (estado de Kayah, devastado por la guerra) y Tachileik (estado de Shan oriental).

De igual modo, las Hermanas Misioneras de Santa Columbano, con una larga tradición en el ámbito educativo, han mantenido activas sus escuelas y programas, especialmente orientados a los niños desplazados y las familias más vulnerables.

El compromiso de las Hermanas Misioneras de María Auxiliadora (MSMHC), religiosas de carisma salesiano, se ha arraigado en el estado de Chin, al oeste de Myanmar, donde desde 2021 se dedican a la educación de niñas pertenecientes a las familias más pobres de la región.

En el estado de Karen, al sureste del país, los esfuerzos de los Corazones de San Francisco Javier se centran en niños muy pequeños, en su mayoría procedentes de familias budistas. Ante la inseguridad de las escuelas en esta región, donde las familias buscan entornos educativos seguros, las hermanas han decidido abrir las puertas de sus instituciones para brindarles un espacio protegido de aprendizaje.

Entre las iniciativas informales, destacan también las clases organizadas en monasterios budistas, donde se ofrece educación básica a los niños más necesitados. En la región de Yangón, una iniciativa denominada “Yay Chan Sin” proporciona educación a 400 niños y jóvenes provenientes de familias en situación de extrema pobreza. Este proyecto es obra de Phyo Ko Ko Maung, un joven budista de 27 años, quien ha buscado crear oportunidades educativas para los niños de la calle.
(PA) (Agencia Fides 23/12/2024)


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