ÁFRICA - Efectos “colaterales”: cómo las guerras africanas sabotean el acceso a la educación de las nuevas generaciones

viernes, 27 diciembre 2024 escuela   guerras   conflictos armados   educación   refugiados   desplazados   onu   Áreas de crisis  

Scott Nelson - UNHCR

Por Cosimo Graziani

El Cairo (Agencia Fides) - La emergencia humanitaria que enfrentan millones de refugiados y desplazados en África, resultado de los numerosos conflictos en el continente, se vuelve aún más crítica para los niños en edad escolar. Garantizarles el derecho a la educación es una tarea urgente y esencial.

En las últimas semanas, la situación de los estudiantes sudaneses refugiados en Egipto ha sido objeto de atención. Tras una reunión entre los ministros de Asuntos Exteriores de Sudán y Egipto, se fijó el 28 de diciembre de 2024 como la fecha para los exámenes de fin de curso correspondientes al año académico 2023.
Según datos oficiales, en Egipto hay aproximadamente 1,2 millones de refugiados sudaneses, aunque la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha registrado 834.000. Los menores de 16 años que llegan desde Sudán no están obligados a registrarse a su llegada en Egipto, lo que agrava los problemas relacionados con su integración en el sistema educativo.
Entre los principales obstáculos destacan los elevados costos escolares, la redistribución de los menores refugiados en las escuelas egipcias, la falta de organización de las instituciones educativas destinadas a ellos y la escasa integración en el entorno escolar. Para aquellos que logran registrarse, el acceso a la educación es un desafío, pero para los que no pueden hacerlo, el derecho a la educación está prácticamente negado. Según la ONG Human Rights Watch, para los que no obtienen el registro, el derecho a la educación en Egipto no está garantizado. Y esto no sólo se aplica a los sudaneses, sino también a los procedentes de otras zonas de guerra, como los refugiados palestinos.
Aunque el acceso a la educación de los niños refugiados en Egipto enfrenta numerosos desafíos, su situación es relativamente favorable si se compara con la de los millones de niños que permanecen en Sudán, atrapados en un contexto de violencia e inseguridad alimentaria. Según estimaciones recientes de la BBC, hasta cinco millones de menores están desplazados internamente en Sudán, donde la educación queda relegada ante la lucha por sobrevivir.

Vastas regiones de África están devastadas por conflictos armados, luchas por el control de recursos y la violencia ejercida por milicias y grupos extremistas. En países como el Sahel, Nigeria, la República Democrática del Congo y Etiopía, las escuelas se convierten en objetivos de ataque, ya que las milicias ven la continuidad de la educación como un obstáculo para sus actividades. Según la ONU, casi el 40% de los ataques contra escuelas en el mundo se registran en África, donde en los últimos años se han documentado más de 2.500 incidentes de este tipo.

En el Sahel, hasta 14.000 escuelas permanecen cerradas, dejando a 2,5 millones de niños fuera del sistema educativo. En la República Democrática del Congo, la situación es particularmente grave en las regiones orientales, donde tanto milicias locales como grupos respaldados por países vecinos han obligado al cierre de al menos 500 escuelas en Kivu Norte solo a principios de 2024. Según datos de la Unesco, el África subsahariana concentra el 30% de todos los niños no escolarizados del mundo.

El impacto de esta crisis es aún más alarmante si se considera que África alberga a la población más joven del planeta. La exclusión de la educación de millones de niños y jóvenes no solo perpetúa la pobreza, sino que compromete el desarrollo económico y social del continente. Según Unicef, en 2020 había más de 1.800 millones de niños viviendo en barrios marginales de grandes ciudades, la mayoría en África y Asia, muchos de ellos refugiados o desplazados por conflictos.

La falta de acceso a la educación tiene además un impacto de género significativo. Las niñas son las primeras en abandonar la escuela durante los conflictos y las últimas en regresar cuando estos terminan, perpetuando su vulnerabilidad y desigualdad en el acceso a oportunidades futuras.
(Agencia Fides 27/12/2024)


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