ÁFRICA/RD CONGO - ¿Los hutus del Congo, "palestinos" de África Central? Una analogía dolorosa

viernes, 19 septiembre 2025 refugiados   grupos armados  

Kinshasa (Agencia Fides) – «Tras el avance del M23/AFC, alrededor de un millón y medio de personas desplazadas se habían instalado en los alrededores de Goma, esperando únicamente la ayuda de personas de buena voluntad. Así lo hicieron, a finales de 2023, cientos de habitantes de la aldea de Karenga y de aldeas vecinas, en los límites del parque Virunga», relata a la Agencia Fides una fuente local del Kivu del Norte, provincia oriental de la República Democrática del Congo, en gran parte conquistada a principios de 2025 por los guerrilleros del M23/Alianza del Río Congo (AFC) con el apoyo del ejército ruandés.

Nuestro interlocutor, que por razones de seguridad ha solicitado permanecer en el anonimato, describe el calvario de los desplazados, obligados a cambiar continuamente de ubicación. La situación más crítica afecta a los hutus de origen ruandés, acusados indistintamente por el M23/AFC y por el Gobierno de Kigali de pertenecer a las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR), grupo guerrillero compuesto en su mayoría por exmilitares hutus responsables del genocidio de 1994, que se estableció en el este de la RDC hace tres décadas.

«A finales de enero de 2025, el M23 entró en Goma y, al mes siguiente, obligó a la población a abandonar apresuradamente los campos para regresar a sus hogares. Así, los habitantes de Karenga retornaron a su aldea. Sin embargo, a finales de febrero, el M23 y un jefe local los forzaron a partir nuevamente, por lo que un millar de personas se asentó en Sake, ocupando escuelas y otros refugios improvisados.

El 12 de mayo, en Sake, el M23 reunió a hombres, mujeres y niños. Trasladó a los hombres al Estadio de la Unidad en Goma y a los sospechosos de pertenecer a las FDLR los condujo a un destino desconocido. Hasta dos mil personas, registradas por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), fueron trasladadas al Centro de Tránsito de Goma y muchas de ellas enviadas a Ruanda. Entre el 17 y el 19 de mayo, varios convoyes partieron hacia Ruanda. Las autoridades ruandesas y el ACNUR aseguraron que se trataba de refugiados ruandeses que serían reintegrados en la sociedad de su país.

Es una muestra del drama que desde el mes de mayo están viviendo en Kivu del Norte las poblaciones hutu, pero también ciudadanos congoleños. Tampoco hay que olvidar a los más de 140 civiles, en su mayoría hutus, ejecutados sumariamente por el M23 en al menos catorce aldeas y pequeñas comunidades agrícolas cerca del parque Virunga en julio de 2025.

El fenómeno del traslado masivo se ha intensificado: filas de mujeres, niños y jóvenes -y en menor medida hombres- son trasladados bajo la supervisión del ACNUR. El 25 de agosto fueron repatriadas más de quinientas personas, y el 9 de septiembre otras 284 cruzaron la frontera. No obstante, no hay datos claros sobre su situación posterior. ACNUR asegura que estas personas cruzan la frontera voluntariamente, tal y como exigen los estatutos internacionales y los del propio ACNUR como condición para la repatriación.

Pero la experiencia histórica de la población hutu es trágica con respecto al destino de los refugiados que regresaron a Ruanda a partir de 1996. Se sabe que este país no solo no tiene espacio para garantizar un futuro viable a miles de refugiados (unos 4500 solo desde principios de año), sino que vive un clima de fuerte represión y de atribución perpetua de culpa a un solo grupo de su población. Regresar de la RDC significa ser identificado directamente como FDLR o familiar de FDLR. ¡Es difícil pensar que se trate de un retorno espontáneo!

La aquiescencia en contextos autoritarios no siempre refleja voluntariedad; con frecuencia es una sumisión motivada por el miedo. La historia de los últimos treinta años en la región de los Grandes Lagos demuestra que, en ocasiones, incluso las organizaciones humanitarias internacionales han cedido a los imperativos de los poderes locales y a las órdenes encubiertas de las potencias que las financian. No obstante, resulta más valiente y necesario denunciar abiertamente la realidad -como cuando se señala que “el rey va desnudo”- y asumir las consecuencias, que convertirse en cómplices silenciosos de los dramas de los pueblos a los que se pretende ayudar».
(L.M.) (Agencia Fides 19/9/2025)


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