photo UNAMID Albert González Farran
por Cosimo Graziani
Nueva York (Agencia Fides) – En sus ochenta años de existencia, la Organización de las Naciones Unidas nunca ha atravesado una fase de debilidad tan marcada como la actual. Lejos quedan los tiempos en que era el escenario del enfrentamiento entre el bloque occidental y el comunista, que se expresaban mediante una dialéctica feroz a base de fotografías y zapatazos contra el estrado. En la actual coyuntura internacional, con conflictos que amenazan con adquirir dimensiones globales, algunos analistas temen que las Naciones Unidas corran la misma suerte que la Sociedad de Naciones, desaparecida tras un largo El relanzamiento de la ONU pasa por una revolución interna, que implica un replanteamiento de sus órganos y del papel de los nuevos actores emergentes. El tema más urgente es la reforma del Consejo de Seguridad.
Tras el fin de la Guerra Fría, el entonces presidente estadounidense Bill Clinton propuso una reforma para incluir a Alemania y Japón como miembros permanentes, en reconocimiento del peso económico alcanzado por ambos países derrotados en la Segunda Guerra Mundial.
Hoy, una cooptación de este tipo resulta impensable, pues se considera demasiado favorable a Occidente. Por tanto, es necesario pensar en una nueva composición del Consejo de Seguridad. En este sentido, las opciones más plausibles apuntan hacia India, América Latina y, sobre todo, África.
El continente africano se perfila como un actor central en la dinámica política y social del futuro. China lo ha comprendido, pero Occidente no. A pesar de su creciente importancia -como demuestra su pertenencia al BRICS- y de su peso actual en la organización -donde representa más de una cuarta parte de la Asamblea General (54 de los 193 Estados miembros)-, África no cuenta con ningún miembro permanente en el Consejo de Seguridad. Y, sin embargo, no faltan razones para su inclusión: el continente registra una tasa de crecimiento prevista del 4 % para 2025, es altamente vulnerable al cambio climático -una de las principales áreas de acción de las Naciones Unidas- y sigue siendo escenario de crisis políticas y conflictos devastadores. Todas ellas son razones que justifican que su voz sea más escuchada.
No en vano, el pasado agosto el secretario general Antonio Guterres respaldó las demandas de los países africanos, apoyándose precisamente en estos argumentos. En los últimos años, la Unión Africana ha presentado su propio proyecto de reforma del Consejo de Seguridad, solicitando la incorporación de dos países como miembros permanentes con derecho de veto y cinco como permanentes sin derecho de veto.
Se trata de un intento de superar el punto débil de las reivindicaciones africanas: garantizar una representación equilibrada de un continente profundamente diverso desde el punto de vista político y cultural. Sin embargo, el plan es difícil de aplicar por dos motivos principales. En primer lugar, resulta complicado decidir quién integraría el primer grupo y quién el segundo: Sudáfrica, Egipto, Etiopía y Nigeria son candidatos naturales, pero excluir incluso a uno solo de ellos generaría un grave conflicto interno. Además, la presencia de siete países africanos en el órgano supremo provocaría recelos entre otros Estados miembros de la Asamblea.
Esto obligaría a una reforma más amplia y participativa, con el riesgo de ampliar tanto el debate que se llegue a una parálisis casi inevitable, pues una reestructuración completa de la ONU debería incluir también a un país latinoamericano -probablemente Brasil- y al otro gigante asiático, la India.
El verdadero obstáculo, sin embargo, es político: los cinco miembros permanentes actuales no tienen interés alguno en modificar un sistema que los favorece, especialmente aquellos cuya influencia ha disminuido en comparación con hace ochenta años.
Estados Unidos, bajo la administración Biden, se había mostrado abierto a una reforma que permitiera el ingreso de dos países africanos sin derecho de veto. Con la llegada de la administración Trump, el proceso quedó paralizado.
Entre los demás miembros permanentes, Rusia podría estar interesada en ampliar el Consejo a países aliados o no alineados con Occidente, pero difícilmente los aceptaría en condiciones de igualdad.
Todo apunta, por tanto, a que África, el continente del futuro, deberá posponer algunas de sus legítimas aspiraciones en el presente.
(Agencia Fides 14/10/2025)