VATICANO - «'La misión es mía, no tuya', dijo el Señor a San Francisco»: el Subsecretario del Dicasterio para la Evangelización a los directores diocesanos de las Obras Misionales Pontificias

viernes, 19 abril 2024 dicasterio para la evangelización   obras misionales pontificias   misión   evangelización   misericordia   santos  

Giotto, Los estigmas de San Francisco (Louvre, París)

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Si no tenemos una profunda conciencia del significado y de la importancia de la misión en la Iglesia, reduciremos las Obras Pontificias a un centro de recogida de dinero para distribuir, como tantos hacen ahora. Es necesario ayudar a las personas a escuchar sus propias heridas y fracasos, como hizo san Francisco en el monte de la Verna”.

Mons. Samuele Sangalli, Subsecretario del Dicasterio para la Evangelización, se ha dirigido así a los Directores diocesanos de las Obras Misionales Pontificias reunidos para el curso de formación en el Centro de Animación Misionera (véase Agencia Fides 13/4/2024), centrando su discurso en la oración a San Francisco escrita por el Papa Francisco y pronunciada hace unos días a los Frailes de La Verna con ocasión de las celebraciones del VIII Centenario de la aparición de los Estigmas recibidos por el Santo (véase anexo).

“Esta oración 'al hombre herido de amor' -ha proseguido el Subsecretario- nos conduce al núcleo mismo de la misión. ¿Qué significa evangelizar?, dado que el Dicasterio para la Evangelización recuerda a toda la Iglesia que ésta es nuestra finalidad, nuestra razón de ser. Cuando pensamos en nuestra misión, deberíamos partir siempre de las dos preguntas de San Francisco en La Verna. ‘Señor, ¿quién eres tú y quién soy yo?’ Volvamos, pues, a los fundamentos. Volvamos a los fundamentos de nuestro ser creyentes y cristianos. ¿Por qué estamos aquí, por qué somos misioneros, quién nos envía y para qué?”.

“Lo que más importa -ha proseguido don Sangalli- es nuestra simple presencia, antes que cualquier acción. Muy a menudo nos sentimos desmotivados porque no obtenemos las respuestas que esperábamos, y entonces es fuerte la tentación de frenar y encerrarnos en nosotros mismos. Ante la aparente infructuosidad o incluso el fracaso, debemos reconocer esa voz de los Serafines alados que nos llama a una conformación más intensa a la entrega de todo nuestro ser al Padre, configurándonos con el Crucificado-Resucitado. 'Vuestra comunidad es la mía, la Iglesia es la mía. La misión es mía, no tuya', dijo el Señor a San Francisco. Estamos llamados a sembrar la tierra y luego dejar que el Espíritu actúe, según sus tiempos y modos”.

“La oración al hombre herido de amor nos recuerda, en primer lugar, que todos somos personas necesitadas y heridas. Cada uno de nosotros tiene su propia historia y esto nos hace solidarios con todos los demás hermanos y hermanas del mundo. Partimos de nuestro ser de personas heridas, necesitamos misericordia, necesitamos amor, todos buscamos ese gran abrazo que el Señor no niega a nadie. Esta es la evangelización, este es el mensaje que podemos llevar dentro y fuera de nuestras comunidades. Estamos heridos, somos frágiles, somos débiles, y buscamos consuelo, paz, ternura, compasión; eso que viene del amor incondicional de Dios. Si reflexionamos profundamente sobre la Pasión de Cristo, consideramos sus palabras, tocamos sus heridas y, a través de ellas, su amor por nosotros, su compasión por nosotros. Debemos dejar que nuestras heridas profundas sean curadas por el amor, la misericordia y la compasión de Cristo, para llegar a ser como Francisco testigos de su misericordia”.

“Ésta - ha observado el Subsecretario del Dicasterio Misionero - es la buena noticia que nos convierte en evangelizadores. Somos testigos de su misericordia allí donde estemos, sea cual sea la situación que tengamos ante nosotros. Si esto se sustituye por un activismo frenético, un fin en sí mismo, nuestra misión será una inútil pérdida de tiempo. La conversión espiritual está en el corazón de nuestra misión. Si no compartimos esta esperanza profunda, signo de la resurrección, ¿cómo podremos seguir siendo misioneros? Y sin este espíritu misionero, la Iglesia pierde su especificidad, su ser ese hospital de campaña, acogedor y propiciador de cuidados para todos, como nos recuerda a menudo el Papa Francisco. Debemos invitar a las personas a volver sobre sí mismas, a sentir la necesidad del amor de Cristo, a anhelar su consuelo".

“Nosotros - ha dicho Sangalli para concluir - no somos autosuficientes. Esto es contrario a toda la cultura que nos dice que seamos fuertes, que seamos firmes, que neguemos u ocultemos nuestras debilidades, nuestras necesidades más profundas y verdaderas. Somos mendigos de amor y sólo encontrando la solidaridad y la compasión podremos compartirlo con los demás. De lo contrario, sólo aportaremos egoísmo. Hay que tener mucho cuidado, el activismo esconde muy a menudo una medio frustración. Sentirse autosuficiente, no necesitado de compasión, misericordia y solidaridad, es una gran mentira sobre la que desgraciadamente se construye este mundo y que acaba generando conflicto y oposición, no la armonía y la paz que la humanidad necesita para un presente sereno y un futuro digno”.
(AP) (Agencia Fides 19/4/2024)


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