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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Me gustaría recordar una advertencia del Cardenal Martini. Él dijo que debemos cuidarnos de pensar que primero está la Iglesia, ya consolidada en sí misma, y luego los pobres de los que elegimos ocuparnos. En realidad, nos volvemos Iglesia de Jesús en la medida en la cual servimos a los pobres, porque solo así la Iglesia ‘se vuelve’ ella misma, es decir, la Iglesia se vuelve casa abierta para todos, lugar de la compasión de Dios para la vida de cada hombre”. El Papa ha mencionado así al cardenal jesuita y biblista Carlo Maria Martini, esta mañana, en una basílica vaticana abarrotada de personas sin hogar y necesitadas, con las que ha celebrado una Santa Misa con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el mismo Pontífice hace ocho años.
Comentando el pasaje del Evangelio de hoy, el Obispo de Roma ha subrayado cómo “Jesús nos invita a tener una mirada más aguda, a tener ojos capaces de ‘leer desde adentro’ los acontecimientos de la historia, para descubrir que, incluso en las angustias de nuestro corazón y de nuestro tiempo, hay una esperanza inquebrantable que brilla”.
Y es precisamente sobre estas dos palabras, angustia y esperanza, “que siempre están combatiendo dentro de nuestro corazón”, que el Pontífice ha tejido su homilía de hoy. En efecto, “la angustia es un sentimiento extendido en nuestra época, donde la comunicación social amplifica los problemas y las heridas, haciendo que el mundo sea más inseguro y el futuro más incierto”. Pero en medio de ese cuadro apocalíptico Jesús “enciende la esperanza”. “Nos abre completamente el horizonte, alargando nuestra mirada para que aprendamos a acoger, incluso en la precariedad y en el dolor del mundo, la presencia del amor de Dios que se hace cercano, que no nos abandona, que actúa para nuestra salvación”.
La esperanza cristiana “ha llegado a su plenitud en Jesús y se realiza en su Reino”. Esta “necesita de nuestro compromiso, necesita de una fe que opere en la caridad, necesita de cristianos que no se hagan los desentendidos”, ha añadido el Papa, que ha concluido con un llamamiento: “Y lo digo a la Iglesia, lo digo a los Gobiernos, lo digo a las Organizaciones internacionales, lo digo a cada uno y a todos: por favor, no nos olvidemos de los pobres”.
Tras celebrar la misa, el Papa Francisco se ha asomado a la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus, y ha añadido: Jesús “nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte”. Porque, “mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él, en Cristo, volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida”, ha proseguido el Obispo de Roma.
“Incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y alegría”, ha concluido el Sucesor de Pedro.
Tras la bendición, el pensamiento del Papa se ha dirigido de nuevo a los pueblos en guerra, repitiendo el llamamiento para que depongan las armas: “Recemos por la paz: en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán. La guerra hace inhumanos e induce a los pueblos a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernantes escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz”.
Al final del Ángelus, el Papa Francisco ha participado en el almuerzo comunitario preparado para unos 1.300 pobres y personas sin hogar en el Aula Pablo VI.
(F.B.) (Agencia Fides 17/11/2024)