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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Mirando el árbol genealógico de Jesús, tal como se describe en el Evangelio de Mateo, lo que emerge claramente es «la presencia de mujeres extranjeras», porque, como escribió Benedicto XVI, «a través de ellas el mundo de los gentiles entra... en la genealogía de Jesús - se hace visible su misión hacia judíos y paganos».
Así lo ha recordado el Papa Francisco, que esta mañana se ha reunido con miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI para la tradicional Audiencia General de los miércoles. El Pontífice, tras concluir su catequesis sobre el Espíritu Santo, ha inaugurado un nuevo ciclo que se desarrollará a lo largo del Año Jubilar que la Iglesia está a punto de vivir, sobre el tema «Jesucristo, nuestra esperanza». La referencia recuerda el tema elegido para el Año Santo, «Peregrinos de la esperanza». Cristo, ha explicado el Obispo de Roma al introducir la catequesis, «es de hecho la meta de nuestra peregrinación, y Él mismo el camino a seguir».
La primera parte de las reflexiones se centrará en la infancia de Jesús, narrada en los Evangelios de Lucas y Mateo. «La diferencia entre los dos evangelistas es que mientras Lucas narra los hechos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, insistiendo en una paternidad sin precedentes», ha subrayado el Papa, deteniéndose hoy precisamente en el relato de Mateo que abre su Evangelio y todo el canon neotestamentario con la “genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham” (Mt 1,1).
Se trata de una lista de nombres ya presentes en las Escrituras hebreas, ha señalado el Pontífice, «para mostrar la verdad de la historia y la verdad de la vida humana». En efecto, la genealogía del Señor está hecha de historia verdadera, donde hay algunos nombres problemáticos, por decir lo menos. «Pero todo termina y florece en María y en Cristo».
La genealogía, ha proseguido el Papa, «es un género literario, es decir, una forma adecuada para transmitir un mensaje muy importante: nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y quienes heredan el depósito de la fe de sus padres, al transmitir la vida a sus hijos, les transmiten también la fe en Dios».
La gran diferencia respecto a las genealogías del Antiguo Testamento, donde sólo aparecen nombres masculinos, «porque en Israel es el padre quien impone el nombre a su hijo, en la lista de Mateo de los antepasados de Jesús, aparecen también mujeres», cinco en total: Tamar, Racab, Ruth, Betsabé y, finalmente, María.
Las cuatro primeras mujeres «están unidas no por el hecho de ser pecadoras –ha señalado el Papa-, como a veces se dice, sino por el hecho de ser extranjeras respecto al pueblo de Israel. Lo que Mateo pone de relieve es que, como escribió Benedicto XVI en su libro sobre la infancia de Jesús, 'a través de ellas el mundo de los gentiles entra... en la genealogía de Jesús: su misión hacia judíos y gentiles se hace visible'».
María, por su parte, «adquiere un protagonismo especial: marca un nuevo comienzo, ella misma es un nuevo comienzo, porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo». Jesús, por tanto, «es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la ‘Luz de los gentiles’».
En su saludo a los peregrinos presentes, en la parte de su mensaje a los peregrinos francófonos (que han traído a Roma un relicario con las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús, relicario ante el que el Papa se ha detenido en oración a su llegada al Aula Pablo VI), el pensamiento del Pontífice se ha dirigido a los habitantes del archipiélago de Mayotte, devastado por un ciclón: «Les aseguro mi oración. Que Dios conceda el descanso a los que han perdido la vida, la ayuda necesaria a los necesitados y el consuelo a las familias damnificadas».
También ha querido recordar su Viaje Apostólico a Ajaccio, que tuvo lugar hace tres días: «El reciente viaje a Córcega, donde fui acogido tan calurosamente, me impresionó particularmente por el fervor de la gente, donde la fe no es un asunto privado, y por el número de niños presentes: ¡una gran alegría y una gran esperanza!».
Por último, el llamamiento por la paz: «Recemos por la paz. No olvidemos a las personas que sufren por la guerra, Palestina, Israel, y a todos los que sufren en Ucrania y Myanmar. No olvidemos rezar por la paz, por el fin de las guerras. Pidamos al Príncipe de la Paz que nos dé la paz en el mundo. La guerra es siempre una derrota».
(F.B.) (Agencia Fides 18/12/2024)