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Ciudad del Vaticano (Agenxia Fides) – Evangelizar es “no querer predicarnos a nosotros mismos, sino a Jesús el Señor”. El Papa Francisco ha vuelto a la Plaza de San Pedro para la Audiencia General de mitad de semana y, tras hacer el recorrido en el Papamóvil dispensando caricias, bendiciones y caramelos a los niños, ha continuado el ciclo de catequesis dedicado a la acción del Espíritu Santo, centrándose en el papel de la tercera persona de la Trinidad “en la predicación de la Iglesia”.
La Audiencia, sin embargo, comienza con algo completamente nuevo: la semana pasada el Pontífice había anunciado que la Audiencia General se enriquecería con la traducción al chino. Y así ha sido. Por primera vez, el pasaje bíblico y el resumen de la catequesis han sido leídos en chino.
En su reflexión, el Obispo de Roma ha recordado que “en la predicación cristiana hay dos elementos constitutivos: el contenido, que es el Evangelio; y el medio, que es el Espíritu Santo”. Pero si se mira más de cerca se puede ver que “la predicación de Jesús, y, más tarde, la de los apóstoles, también contiene todos los deberes morales que se desprenden del Evangelio, empezando por los Diez Mandamientos y terminando por el 'nuevo' mandamiento del amor”.
Y “si no queremos volver a caer en el error denunciado por el apóstol Pablo de anteponer la ley a la gracia y las obras a la fe, debemos partir siempre del anuncio de lo que Cristo ha hecho por nosotros”. Por eso, ha explicado el Papa, “en la exhortación apostólica Evangelii gaudium se insiste tanto en la primera de las dos cosas, es decir, en el kerygma o ‘anuncio’, del que depende toda aplicación moral”. Esto, se lee en el documento “en la catequesis tiene un papel fundamental. Cuando a este primer anuncio se le llama ‘primero’, eso no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos. Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más consistente y más sabio que ese anuncio”.
Pero el Evangelio, ha subrayado el Pontífice, “debe predicarse mediante el Espíritu Santo”. La Iglesia debe “transmitir, junto con las ideas y la doctrina, la vida y la convicción de nuestra fe. Significa confiar no en ‘discursos persuasivos de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y su poder’, como escribió San Pablo”.
“Es fácil decirlo -se podría objetar-, pero ¿cómo ponerlo en práctica si no depende de nosotros, sino de la venida del Espíritu Santo?”, se ha interrogado el Papa, que ha respondido a la pregunta de la siguiente manera: “En realidad, hay una cosa que depende de nosotros, o más bien dos. La primera es la oración… Lo segundo es no querer predicarnos a nosotros mismos, sino a Jesús el Señor”.
Y ha añadido: “Esto se refiere a la predicación. A veces hay predicaciones largas, de 20 minutos, de 30 minutos... Pero, por favor, los predicadores deben predicar una idea, un afecto y una llamada a la acción. Más allá de ocho minutos, la predicación se desvanece, no se entiende”. La plaza se ha llenado de aplausos, lo que ha provocado una broma del Papa: “¡Veo que les gusta oír esto! A veces vemos a hombres que, cuando empieza el sermón, salen a fumar un cigarrillo y luego vuelven a entrar. Por favor, el sermón debe ser una idea, un afecto y una propuesta de acción. Y nunca debe durar más de diez minutos. Esto es muy importante”.
“Cualquiera que se dedique a la evangelización sabe bien lo que significa, en la práctica, no predicarnos a nosotros mismos. Me limitaré a una aplicación particular de esta exigencia. No querer predicarnos a nosotros mismos implica también no dar siempre prioridad a las iniciativas pastorales promovidas por nosotros y vinculadas a nuestro propio nombre, sino colaborar de buen grado, si se nos pide, en las iniciativas comunitarias, o que se nos encomienden por obediencia”, ha concluido el Obispo de Roma.
Por último, al saludar a los peregrinos de lengua italiana, el Pontífice ha lanzado otro llamamiento en favor de la paz: “Por favor, sigamos rezando por la paz. La guerra es una derrota humana, no resuelve los problemas, la guerra es mala, destruye”. “Recemos por los países en guerra. No olvidemos la atormentada Ucrania, no olvidemos Palestina, Israel, Myanmar. ¡Tantos niños muertos, tantos inocentes muertos! Recemos para que el Señor nos traiga la paz. Recemos siempre por la paz”.
(F.B.) (Agencia Fides 04/12/2024)