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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Que se pueda llegar a la fiesta de la Navidad con un alto el fuego en todos los frentes de guerra”. Este es el llamamiento que ha hecho el Papa Francisco al final del Ángelus en la solemnidad de la Inmaculada Concepción.
El día en que los milicianos islamistas anti-Assad han tomado Damasco, y tras los numerosos encuentros cara a cara en París entre líderes políticos de varios países, entre ellos el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, el Pontífice insta a seguir “rezando por la paz, en la martirizada Ucrania, en Medio Oriente – Palestina, Israel, Líbano y ahora Siria –, en Myanmar, Sudán y dondequiera que se sufra por la guerra y la violencia”.
Antes de dirigirse a la Plaza de San Pedro, el Papa ha celebrado la Misa en la Basílica Vaticana con los 21 cardenales creados ayer por la tarde durante el Consistorio público, el décimo de su Pontificado. En su homilía, el Pontífice ha recordado las palabras que el Beato Pío IX escribió en la Constitución Apostólica ‘Ineffabili Deus’, promulgada el 8 de diciembre de 1854 definiendo el dogma de la Inmaculada Concepción. Maria es la “llena de gracia”, un concepto que “de muchas maneras, a lo largo de los siglos, con palabras e imágenes, los cristianos han intentado representar”.
El Obispo de Roma ha citado a continuación a San Pablo VI, que en 1963 dijo: la Madre de Dios nos muestra “lo que todos tenemos en el fondo del corazón: la imagen auténtica de la humanidad […] inocente, santa, […] porque su ser es todo armonía, candor, sencillez ―así es María: toda armonía, candor, sencillez―; es todo transparencia, amabilidad, perfección; es todo belleza”.
Una belleza que el Papa Francisco analiza bajo tres aspectos de la vida de María, aspectos “que hacen que sea para nosotros cercana y familiar: María hija, María esposa y María madre”. Pero también mujer, porque, “no hay salvación sin la mujer. La Iglesia también es mujer” ha añadido.
En el misterio de la vida de María -ha señalado el Obispo de Roma- florece su Inmaculada Concepción, su ser preservada del pecado original florece “en su fecundidad, es decir, en su saber morir para dar vida, en su olvidarse de sí misma para cuidar a quien, pequeño e indefenso, se aferra a Ella”.
Al contrario, en el mundo actual, “vemos cómo la pretensión del primer pecado, el de querer ser ‘como Dios’ (cf. Gn 3,1-6), sigue hiriendo a la humanidad, y cómo esta presunción de autosuficiencia no produce ni amor, ni felicidad. En efecto, quien exalta como conquista el rechazo de todo vínculo estable y duradero, no genera libertad. Quien le falta el respeto al padre y a la madre, quien no quiere hijos, quien considera a los demás como un objeto o como un fastidio, quien considera el compartir como una pérdida y la solidaridad como un empobrecimiento, no difunde alegría ni futuro” ha remarcado el Pontífice.
“¿De qué sirve tener dinero en el banco, comodidades en los departamentos, falsos ‘contactos’ en el mundo virtual, si luego los corazones permanecen fríos, vacíos o cerrados? ¿De qué sirven los altos niveles de crecimiento financiero de los países privilegiados, si medio mundo muere a causa del hambre y de la guerra, mientras los demás se quedan mirando con indiferencia? ¿De qué sirve viajar por todo el planeta, si luego cada encuentro se reduce a la emoción del momento, a una fotografía que ya nadie recordará al cabo de algunos días o algunos meses?” ha cuestionado el Papa.
Por ello, el Papa ha instado a mirar “a Maria Inmaculada” para que “su Corazón lleno de amor nos conquiste, que nos convierta y haga de nosotros una comunidad donde la filiación, la esponsalidad y la maternidad sean regla y criterio de vida; donde las familias se reúnan, los esposos compartan todo, los padres y las madres estén presentes, en carne y hueso, cercanos a sus hijos, y los hijos cuiden a sus padres. Esta es la belleza de la que nos habla la Inmaculada, esta es la ‘belleza que salva al mundo’ y frente a la cual también nosotros, como María, queremos responder al Señor: ‘Heme aquí, que se cumpla en mí lo que has dicho’”.
Seguidamente, frente a una Plaza de San Pedro cubierta por un cielo plomizo y abarrotada por miles de peregrinos, el Pontífice ha invitado a los creyentes a acercarse en ese momento al sacramento de la Confesión: “mientras se acerca la apertura de la Puerta Santa del Jubileo, abramos las puertas del corazón y de la mente al Señor… Y os doy un consejo. Hoy es un día hermoso para decidirse a hacer una buena Confesión. Si hoy no podéis ir, en esta semana, hasta el próximo domingo abrid el corazón y el Señor perdona todo, todo, todo”.
Tras la bendición, el pensamiento del Obispo de Roma se ha dirigido a Nicaragua, país al que había dirigido una carta hace unos días (véase Fides 02/12/2024): “Os invito a uniros en oración por la Iglesia y el pueblo de Nicaragua, que celebra la Purísima, como Madre y Patrona y eleva a Ella un grito de fe y de esperanza. Que la Madre celestial sea para ellos consuelo en las dificultades y en las incertidumbres, y abra los corazones de todos, para que se busque siempre la vía de un diálogo respetuoso y constructivo con el fin de promover la paz, la fraternidad y la armonía en el país”.
Las intenciones de oración indicadas por el Pontífice se han extendido también a los detenidos “que en los Estados Unidos están en el corredor de la muerte. Creo que son 13 o 15. Recemos para que su pena sea conmutada, cambiada. Pensemos en estos hermanos y hermanas nuestros y pidamos al Señor la gracia de salvarlos de la muerte”.
(F.B.) (Agencia Fides 08/12/2024)