Maputo (Agencia Fides) – La inestabilidad en la provincia de Cabo Delgado, al norte de Mozambique, no se debe únicamente al yihadismo, sino también a reivindicaciones económicas y sociales de las comunidades locales, a intereses vinculados a la explotación de recursos naturales -principalmente gas y piedras preciosas- y a la presencia de fuerzas armadas extranjeras. Esta compleja situación ha motivado el llamamiento del papa León XIV, quien tras el Ángelus del domingo 24 de agosto ha expresado su “cercanía al pueblo de Cabo Delgado, víctima de una situación de inseguridad y violencia que sigue provocando muertos y desplazados”.
En las últimas semanas, yihadistas de la Provincia Mozambiqueña del Estado Islámico han atacado ocho distritos de Cabo Delgado, asaltando aldeas, enfrentándose a las fuerzas militares mozambiqueñas y ruandesas, y estableciendo puestos de control a lo largo de las carreteras provinciales.
Los distritos más afectados han sido Chiúre y Macomia, seguidos de Ancuabe y Muidumbe. Los yihadistas han instalado nueve puestos de control en las carreteras N380 y N14, retrasando la ayuda humanitaria a más de 85.000 personas en Macomia y Muidumbe. Conductores y pasajeros cristianos son obligados a pagar un “peaje” de entre 150 y 460 dólares para poder continuar su camino sin ser capturados.
Desde 2017, más de 6.000 personas han perdido la vida en enfrentamientos en la provincia. El reciente recrudecimiento de la violencia ha provocado el desplazamiento de unas 60.000 personas y mantiene incierto el reinicio de la construcción de la terminal de gas natural licuado (GNL-LNG) de Afungi, un proyecto valorado en al menos 20.000 millones de dólares, suspendido en marzo de 2021 tras el asalto yihadista a Palma, el principal centro poblado de la zona (véase Fides 27/3/2021).
Para contrarrestar los ataques, el Gobierno mozambiqueño solicitó ayuda a los Estados de la SADC (Comunidad de Desarrollo de África Austral) y a Ruanda. La SADC envió en 2021 una fuerza militar, SAMIM, que fue retirada en julio de 2024. Así, ha aumentado el papel del contingente ruandés, que colabora con los militares mozambiqueños y tanzanos para hacer frente al Estado Islámico.
Sin embargo, los expertos advierten que la acción militar debe ir acompañada de políticas de desarrollo para las poblaciones locales, entre las más pobres de Mozambique. La falta de estas medidas incrementa la tentación de unirse a grupos armados, ya sea al Estado Islámico o a milicias de “autodefensa” surgidas en los últimos años (véase Fides 19/12/2022).
(L.M.) (Agencia Fides 26/8/2025)