Por Gianni Valente
Roma (Agencia Fides) - Existe un Pueblo de Dios, congregado y sostenido por Jesús, que continúa implorando su presencia y su consuelo en las aflicciones de la vida, depositando sus esperanzas en las palabras de las oraciones sencillas. Y ha sido este reconocimiento agradecido de la vitalidad de dicho pueblo lo que ha impulsado al Papa Francisco, en el umbral de la Navidad, a realizar un viaje relámpago a tierras francesas. El Santo Padre ha participado el domingo 15 de diciembre en la sesión de clausura del Congreso «La Religiosité Populaire en Méditerranée», celebrado en Ajaccio, Córcega.
Las referencias a la espiritualidad popular atraviesan todo el magisterio del Papa Francisco como un hilo conductor vivo y fecundo. Se trata de una nota recurrente que no surge por justificaciones de tipo nostálgico, ni con la intención de “rehabilitar” prácticas y gestos que ciertos círculos “progresistas” descalifican como expresiones ingenuas que deben ser desalentadas o, en el mejor de los casos, toleradas tras una necesaria “purificación”.
El Pontífice, incluso antes de ser Obispo de Roma, siempre ha resaltado el valor misionero de los actos de devoción más sencillos y cotidianos del Pueblo de Dios. Durante su ministerio sacerdotal y episcopal, ha podido experimentar que en tales manifestaciones «subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos subestimar: sería como despreciar la obra del Espíritu Santo» (Evangelii Gaudium, § 126).
El Papa Francisco no recuerda la espiritualidad popular únicamente como una expresión de la dinámica de inculturación mediante la cual cada pueblo manifiesta la fe en Cristo en formas propias de su cultura. El rasgo que, para el Papa Bergoglio, caracteriza el origen profundo de esta espiritualidad es su dimensión “teológica”: su íntima conexión con la obra misma del Espíritu Santo, quien guía al Pueblo de Dios «hacia la verdad y lo conduce a la salvación».
El Espíritu Santo, como recuerda constantemente el Obispo de Roma siguiendo la Tradición de la Iglesia, otorga al Pueblo fiel un “instinto” de fe -el sensus fidei-, que lo ayuda a reconocer y seguir la acción de la gracia de Cristo. Este sensus fidei del Pueblo de Dios, don del Espíritu y signo de su predilección, se manifiesta con especial fuerza y claridad en lo que el Papa Francisco, incluso en su programática Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, define como “espiritualidad” o “piedad popular”. Dicha piedad popular, un conjunto de gestos y prácticas simples y auténticos, refleja cómo «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo» y debe ser reconocida como una expresión genuina de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios (Evangelii Gaudium, §122).
En su primera Exhortación Apostólica, el Papa Francisco retoma citas del Documento de Aparecida -fruto de la V Asamblea del CELAM celebrada en 2007- para destacar «las riquezas que el Espíritu Santo despliega en la piedad popular por su libre iniciativa» (EG, §124). La piedad popular, definida como una “espiritualidad encarnada en la cultura de lo sencillo”, lleva consigo un dinamismo misionero que impulsa a salir de uno mismo y a ser peregrinos. Al respecto, el Papa recuerda: «Caminar juntos a los santuarios y participar en otras manifestaciones de piedad popular, llevando a los propios hijos o invitando a otras personas, es en sí mismo un acto de evangelización» (EG, §124).
El actual Obispo de Roma se ha distanciado en repetidas ocasiones de la arrogancia de quienes menosprecian los gestos de espiritualidad popular como meras manifestaciones de religiosidad natural. En Evangelii gaudium, escribe el Papa Francisco: «Quien ama al pueblo fiel de Dios no puede ver en estas acciones una mera búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones» (EG, §125).
En el prefacio del libro de Enrique Ciro Bianchi sobre la Teología del Pueblo, el Papa reitera con firmeza que «la espiritualidad popular no es la Cenicienta de la casa. No son los que no entienden, los que no saben. Lo siento cuando alguien dice: “A esos hay que educarlos”. Siempre nos persigue el fantasma de la Ilustración, ese reduccionismo ideológico-nominalista que nos lleva a despreciar la realidad concreta. Y Dios ha querido hablarnos a través de realidades concretas. La primera herejía de la Iglesia es el gnosticismo, que el apóstol Juan ya criticó y condenó. Todavía hoy pueden existir posiciones gnósticas frente a este hecho de espiritualidad o piedad popular».
El fallecido sacerdote argentino Rafael Tello, figura clave junto al padre Lucio Gera en la Teología del Pueblo, también agradecía profundamente esa costumbre de gestos y prácticas con las que el pueblo se evangeliza a sí mismo «mejor de lo que suelen hacerlo incluso los sacerdotes». Según Tello, la solicitud por bautizar a los niños representa la manifestación más importante de esta espiritualidad.
En las últimas semanas, el anuncio del viaje papal a Ajaccio ha generado reflexiones esclarecedoras entre estudiosos y comentaristas franceses. Camille Dalmas, en Aleteia.org, ha documentado con precisión histórica el sorprendente renacimiento de las cofradías en Córcega. Por su parte, el ensayista Jean Duchesne ha subrayado cómo la espiritualidad popular actúa como un “antídoto” frente al clericalismo y el intelectualismo elitista contemporáneo.
Además, el profesor Yann Raison du Kleuziou, entrevistado por Marie-Lucile Kubacki para el semanario La Vie, ha retomado las intuiciones del dominico y sociólogo Serge Bonnet y del sacerdote Robert Pannet. Estos autores, ya en los años setenta, documentaron cómo la devoción popular fue objeto de críticas por parte de los círculos elitistas que, «en nombre de la modernización del catolicismo», acabaron imponiendo un clericalismo insidioso. Dichos sectores no solo generaron sentimientos de culpabilidad entre las clases populares, sino que, irónicamente, decían «hablar en nombre del pueblo».
(Agencia Fides 14/12/2024)