Jesuit global
Battambang (Agencia Fides) – “En mi catedral, cuando celebro la misa, más de la mitad de la asamblea está formada por no bautizados. Son personas en búsqueda, que buscan a Dios, un sentido a la existencia”, afirma el jesuita Enrique Figaredo Alvargonzález, Prefecto Apostólico de Battambang, misionero durante 40 años en Camboya y actual Presidente de la Conferencia Episcopal de Laos y Camboya.
“En el momento de la distribución de la Eucaristía decimos: a este lado, una fila para recibir la Comunión; al otro, la fila de los no bautizados, para recibir la bendición. Y esta otra fila crece constantemente”, señala el Prefecto, quien reflexiona sobre el rol de la Iglesia: “Es muy hermoso ver la iglesia como un lugar de reconciliación del corazón: la gente lleva el peso de su historia y encuentra en Cristo un oasis que regenera, que alivia las cargas de la existencia. Escuchando el Evangelio y la predicación, que yo mismo calibro a menudo, dirigiéndome a los no cristianos, muchos se conmueven al sentir la llamada de Dios y emprenden el camino y el tiempo del catecumenado. Dios se manifiesta en sus corazones”.
El Prefecto explica cómo los camboyanos se acercan a la Iglesia católica, en un país de mayoría budista donde sólo hay unos 30.000 católicos de una población de 17 millones: “La gente se interesa cuando ve que nos ocupamos de los pobres, los huérfanos, los indigentes, los discapacitados. Ven compasión. También aprecian la escucha y la participación: cuando acogemos a alguien en la iglesia, lo invitamos a participar en la misa, el coro y las reuniones. Esto crea una implicación personal inmediata”.
Además señala que, con Cristo, "encuentran la esperanza de ser salvados y liberados de los espíritus negativos que la vida, los acontecimientos pasados o las creencias culturales ponen como un yugo en sus corazones". “El espíritu de Dios libera. El Evangelio de Cristo es un mensaje liberador, y a nivel cultural, en Camboya, tiene un impacto profundamente transformador. Proclamamos el poder de Dios que libera. En el plano espiritual, Dios da la liberación de los espíritus negativos, del destino adverso. El Señor Jesús da una vida plena, transforma el corazón”.
Además, el religioso de origen español menciona el número de bautizos: "Celebramos unos 100 bautizos de adultos al año, la mayoría jóvenes. Cuentan que la llamada del Señor les da sentido a la vida y pertenencia a una comunidad. Hay bautizos de familias enteras. También tenemos más de 100 bautismos de niños cada año en las familias católicas”. Otro aspecto llamativo, señala el Prefecto Apostólico Figaredo, es “ver la iglesia llena de jóvenes y niños, y con muy pocos ancianos: justo lo contrario de lo que ocurre en Occidente. Camboya es un país muy joven: el 50% de la población tiene menos de 25 años, y esto también se ve en las iglesias”.
En cuanto a la vida de la Iglesia en la Prefectura Apostólica, Figaredo destaca que hay 22 sacerdotes, de los cuales tres son camboyanos, y el resto son misioneros provenientes de varios países, sobre todo de Asia, de Indonesia, India, Vietnam, Filipinas, pero también de países de África, Colombia y Francia. También, tenemos 60 religiosas de muchas nacionalidades y 4 camboyanas. Vivimos el desafío de la relación entre personas de diferentes culturas y nacionalidades, con el espíritu de ser amables y compasivos, de experimentar la empatía y la sinodalidad. Del Sínodo, al que asistí en el Vaticano, me traigo el espíritu de fortalecer la escucha y la conversión espiritual”.
Al repasar los 40 años de su misión en Camboya, el padre Figaredo afirma: “La comunidad católica ha crecido en número, pero hace falta acompañamiento espiritual, ser responsables de la comunidad. Para ello, los catequistas de la prefectura son una ayuda preciosa: unos 90, casi todos jóvenes. Y entre los más mayores, algunos fueron catequistas en la época anterior a la guerra, antes de la era de los Jemeres Rojos y Pol Pot. Durante la época de Pol Pot, se escondieron, porque se mataba a sacerdotes, obispos y catequistas. Los jóvenes católicos se escondían, pero llevaban la fe en el corazón y la mantuvieron en secreto durante el sufrimiento de la guerra. Y ahora están allí de nuevo proclamando la fe a los más pequeños”.
Como sacerdote y misionero español, que ha vivido en Camboya durante 40 años, el jesuita concluye: “He sido bendecido. Soy el sacerdote más feliz del mundo. Vivo la alegría de ser testigo de tantas obras de Dios. Pienso en los discapacitados que no tenían oportunidades y ahora están casados, trabajan, asisten a la comunidad. Los primeros jóvenes a los que seguí, a nivel espiritual y pastoral, ahora son padres, ahora que tengo el cabello blanco, tengo también 'nietos' espirituales. Siento mucha gratitud por haber visto tanta vida hermosa. Ahora puedo cantar mi Magníficat”.
(PA) (Agencia Fides 23/11/2024)
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