Agenzia Fides
Por Paolo Affatato
Dili (Agencia Fides) - “El Papa Francisco viene a confirmar nuestra identidad como católicos, como discípulos de Jesucristo en este rincón del mundo”. Así lo expresa a la Agenci Fides, el Cardenal Virgílio do Carmo da Silva, Salesiano de 56 años y Arzobispo Metropolitano de Dili desde 2019, hablando de la expectativa y la alegría de la Iglesia local, mientras el Papa Francisco se prepara para llegar hoy, 9 de septiembre, a Timor Oriental como tercera etapa de su viaje apostólico
Primer Cardenal de Timor Oriental, el Arzobispo comparte y vive en su vocación el carisma de Don Bosco, preocupandose por el desarrollo humano y espiritual de los jóvenes: una labor muy necesaria en un país que tiene el 70% de su población menor de 30 años.
La Agencia Fides lo ha entrevistado y le ha pedido que responda a algunas preguntas.
-¿Qué significa para la comunidad eclesial la visita del Papa a Timor Oriental?
-Es un gran regalo. Un momento histórico que podemos considerar en continuidad con la presencia de Juan Pablo II, que vino hace 35 años. Entonces nos exhortó a ser “sal de la tierra y luz del mundo” en la lucha por la libertad, y a permanecer firmes en la fe. Diez años después de la visita del Papa Wojtyla, en 1999, celebramos el referéndum por la independencia. Ahora el Papa Francisco viene a confirmar esta fe que es parte integrante de nuestra cultura e identidad.
- ¿Cómo llegó y cómo ha arraigado la fe católica en Timor Oriental?
-En Timor Oriental, la Iglesia católica celebró recientemente, en 2015, los 500 años de nuestra evangelización. El Evangelio fue traído por los misioneros portugueses. Los primeros misioneros dominicos desembarcaron en 1515 en Oekussi, una región de Timor Oriental que hoy es una enclave en Timor Occidental (territorio indonesio). La historia de la misión también está marcada por momentos de sangre: muchos misioneros fueron ejecutados por nuestra propia gente. Creo que, gracias a este martirio, la semilla del Evangelio ha florecido en esta tierra.
Una segunda razón es que la fe ha sido un consuelo en los momentos difíciles que hemos vivido recientemente, durante la lucha por la independencia. El tercer motivo es el compromiso con la educación, que hoy es nuestra tarea continuar para impregnar nuestra cultura, como dice el lema de la visita del Papa: “Que vuestra fe se convierta en vuestra cultura”.
En Timor, entre las creencias indígenas, existía y aún existe el culto a los antepasados, así como el culto animista de la montaña. Sobre estas creencias tradicionales se ha implantado el Evangelio, que ha traído una nueva luz. Los misioneros ayudaron a la gente a reconocer que el Dios que cuida de los antepasados es el Dios de Jesucristo. O, cuando en la Biblia se dice que el Señor es la “roca de nuestra salvación”, para los indígenas era fácil relacionarlo con la montaña. Así, la fe ha venido a iluminar y enriquecer las tradiciones populares.
-¿Puede especificar qué ocurrió en tiempos más recientes, desde 1975 en adelante?
-En la historia de la Iglesia en Timor Oriental, los 25 años desde 1975 hasta 1999 son particularmente importantes, ya que fueron los años de lucha por la independencia de Indonesia, la potencia ocupante. Durante ese período, el número de católicos aumentó considerablemente (del 20% al 90% en la actualidad) y muchas personas se bautizaron porque sintieron el apoyo y la cercanía de los sacerdotes, las monjas, los religiosos y los catequistas, quienes se mantuvieron al lado de la población durante todo ese largo tiempo. En ese tiempo, muchos recuerdan que los indonesios obligaban a la gente a declarar una religión en su documento de identidad, y entonces declararse católico se convirtió casi en una “bandera”. Muchos timorenses vivieron y consideran ese tiempo como un período guiado por la Providencia, viendo la intervención de Dios en sus vidas y en su historia. La Iglesia permaneció al lado de la población y denunció las violencias cometidas por el ejército indonesio durante la ocupación militar. Así, en la Constitución de la nueva República, el preámbulo afirma que el Estado reconoce el aporte de la Iglesia en la lucha por la independencia. Posteriormente, la Iglesia trabajó por la reconciliación, y hoy no hay odio ni resentimiento hacia el pueblo indonesio. Ahora somos una democracia con una población mayoritariamente católica. La Iglesia sigue contribuyendo enormemente a la nación, comprometida en el campo de la educación y el trabajo social, gestionando, por ejemplo, numerosos orfanatos.
- ¿Qué papel tuvo la fe durante el tiempo de la resistencia?
-Nuestros líderes tuvieron la visión de apoyarse en la fe en Dios. En nuestra historia, recordamos un momento crucial que llamamos “el encuentro de Los Palos”. Allí, el líder de la resistencia, Xanana Gusmao (hoy Primer Ministro), se encontró con el padre Martinho Da Costa Lopes (1918-1991), entonces Vicario Apostólico de Dili. El padre Lopes le dijo a Gusmao: “Si quieres tener éxito en la lucha por la independencia, debes abandonar la ideología comunista”. Gusmao escuchó ese consejo. Lo que somos hoy se debe a ese momento de cambio histórico. Gusmao, que es un creyente y fue un ex seminarista, luego también apoyó el proceso de reconciliación, gracias a su formación y a su fe.
-¿Cómo son hoy las relaciones con Indonesia?
-Hoy no hay resentimiento ni odio después de la violencia sufrida por la población. Se inició un camino de reconciliación que se ha ido concretando. Tras el referéndum por la independencia, el gobierno estableció una Comisión de Verdad y Reconciliación, en la que la Iglesia tuvo representantes. Después de años de opresión, tuvimos el coraje de creer en la reconciliación con el enemigo. Hoy no se puede decir que todo haya terminado. Existen familias que han sufrido pérdidas o personas que cometieron asesinatos y masacres. Es un camino que solo Dios puede guiar. Sin embargo, en este camino, podemos ver la madurez espiritual de nuestra gente: no se le atribuye a toda Indonesia o a los ciudadanos indonesios la responsabilidad de aquellos tiempos oscuros. Hoy los timorenses viajan libremente y en paz a Indonesia, manteniendo relaciones comerciales, educativas y laborales con la nación vecina. El perdón ha sanado las heridas. Seguimos construyendo puentes para facilitar la comunicación. Entre las Iglesias de Timor y las diócesis indonesias, por ejemplo, tenemos una excelente colaboración, y lo veremos también durante la visita del Papa: muchos indonesios de Timor Occidental participarán en la misa con el Papa en Dili. Hemos actuado como mediadores con el gobierno para que esto pueda ocurrir sin obstáculos. La fe nos une.
-¿Puede trazar un panorama de la realidad de la Iglesia hoy en Timor Oriental?
-Las estadísticas de la Iglesia indican que la población es de 1,3 millones y los católicos representan el 97,5%. Están organizados en tres diócesis: Dili, Baucau y Maliana. En todo el país, hay aproximadamente 75 parroquias, con alrededor de 150 sacerdotes diocesanos y más de 200 religiosos en total. Existen unas 90 congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, con 600 hermanas profesas y 300 con votos temporales. Contamos con muchos seminaristas mayores en el Seminario interdiocesano y las congregaciones tienen muchas vocaciones en sus casas de formación. Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son numerosas, con la bendición de Dios. Tenemos muchos testimonio de vida y personas unidas a Cristo, dedicadas al prójimo, que atraen y guían a los jóvenes hacia Jesús. Aún tenemos también varios misioneros que han llegado del extranjero y que prestan servicio apostólico entre nosotros.
-Timor Oriental es una nación llena de jóvenes: ¿qué puede decir sobre los jóvenes de Timor Oriental?
-Según estadísticas oficiales, el 70% de la población en Timor Oriental tiene menos de 30 años. Hoy, los jóvenes enfrentan problemas relacionados con la educación y el desempleo: hay un flujo de emigración hacia países como Corea del Sur, Australia y Europa. Los jóvenes sueñan con una vida mejor. En Timor Oriental aún no somos capaces de ofrecer suficientes empleos y desarrollo. Aquellos que emigran envían remesas para mejorar las condiciones económicas de sus familias y para apoyar la economía del país. Si pienso en los jóvenes, ellos han sido los héroes de nuestra independencia, dispuestos a dar su vida por la patria. Ahora, después de la independencia, son héroes para sus familias, ya que permiten que sus seres queridos lleven una vida digna. Muchos de ellos también son misioneros: en contextos cada vez más secularizados, jóvenes graduados o comprometidos en el mundo laboral mantienen y testimonian la fe en Cristo. Esto es muy alentador.
-¿Cómo avanza el trabajo de la comunidad eclesial en el campo de la educación?
-La educación es un ámbito clave para las futuras generaciones. Contamos con numerosas escuelas e institutos de todos los niveles y hemos inaugurado también la Universidad Católica dedicada a Juan Pablo II, la primera universidad en Timor Oriental. La educación de los jóvenes es una de nuestras principales prioridades.
-¿Cómo es la relación entre la Iglesia y las instituciones civiles?
-Es una relación virtuosa, ya firmada en nuestra historia y en la Constitución. En 2015, al celebrar los 500 años de misión, firmamos un Concordato con la Santa Sede, que establece y regula las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Por ejemplo, uno de los artículos del Concordato establece que el gobierno otorga anualmente un subsidio a la Iglesia, decidido en función del presupuesto disponible, para apoyar su labor en las escuelas y en los servicios sociales. Otro signo de las buenas relaciones es la concesión de visados gratuitos para los misioneros católicos, como sacerdotes o religiosos que vienen al país para prestar un servicio pastoral. Además, las diócesis, parroquias, congregaciones y comunidades religiosas tienen personalidad jurídica: este es un importante reconocimiento público para la Iglesia, que facilita, por ejemplo, el establecimiento de clínicas, escuelas o cualquier otra institución.
-¿Cómo ve el futuro de la Iglesia y de toda la nación?
-Nuestra misión es, ante todo, acompañar a las personas en su crecimiento en la fe. Queremos ser una Iglesia abierta, que camina en unidad, sin pequeños grupos hostiles entre sí. Toda la comunidad desea seguir siendo un apoyo para la prosperidad y estabilidad del país. Mi sueño es que, algún día, los jóvenes timorenses no se vean obligados a emigrar, sino que puedan quedarse porque pueden vivir aquí una vida plena, amando a Cristo, amando a la Iglesia y amando a la patria.
(Agencia Fides 9/9/2024)