Dili (Agencia Fide) - Hay «una maravillosa historia de heroísmo, de fe, de martirio y sobre todo de fe y reconciliación» en Timor Oriental, ha dicho el Papa Francisco, dirigiéndose a los jóvenes timorenses en su último encuentro antes de dejar la pequeña nación católica del sudeste asiático y dirigirse a Singapur.
Esa historia se escribió sobre todo en la fase más sangrienta del conflicto con Indonesia, en el momento del referéndum de independencia de 1999, cuando bandas armadas pro-indonesias perpetraron masacres y actos de violencia indiscriminada antes de que el ejército de ocupación abandonara el territorio timorense. Los representantes de la Iglesia también lo sufrieron: el obispo de Baucau resultó herido, otros se vieron obligados a huir, sacerdotes, catequistas consagrados, seminaristas perdieron la vida.
En los anales de la Agencia Fides figuran Tarcisius Dewanto, jesuita, Hilario Madeira y Francisco Soares, naturales de Timor Oriental, tres sacerdotes que ejercían una labor pastoral en la iglesia católica de Suai, entre los «agentes pastorales asesinados de forma violenta». Fueron asesinados el 6 de septiembre de 1999 y en su memoria la comunidad bautizada de Timor Oriental celebra cada año la Jornada de los Misioneros Mártires. Los sacerdotes pusieron sus cuerpos a modo de escudo para intentar evitar la masacre de 100 civiles. Cinco días después de la masacre de Suai, Karl Albrecht, un jesuita alemán de 70 años que había llegado a Indonesia en 1959, también fue asesinado a tiros en su casa. En Dare, el padre Francisco Barreto, entonces director de la Cáritas local, fue asesinado más tarde. Un poco más al este, entre Dili y Baucau, el 25 de septiembre, dos religiosas canosianas fueron asesinadas junto con algunos seminaristas y laicos mientras se dirigían a ayudar a los desplazados. Eran la hermana Erminia Cazzaniga, italiana, y la hermana Celeste de Carvalho Pinto. Hoy, el Grupo Misionero de Sirtori, lugar de nacimiento de Sor Erminia, en la provincia de Lecco (Italia), está recogiendo material para promover la causa de la proclamación de su martirio.
Tras el voto por la independencia, las milicias leales, apoyadas por el ejército indonesio, lanzaron una campaña de castigo, matando a unos 1.400 ciudadanos timorenses y obligando a huir a más de 300.000 personas. Sacerdotes, religiosas, religiosos, catequistas podrían haber abandonado fácilmente la isla, pero, animados por la fe y la caridad, optaron por permanecer al lado de la población y dar su vida por el pueblo indefenso, hasta el final.
(PA) (Agencia Fides 11/9/2024)