Por el padre Ibrahim Faltas ofm*
Jerusalén (Agencia Fides) - Hace casi siete meses que Tierra Santa vive en guerra. Utilizo el verbo vivir, a pesar de que la guerra significa muerte, sufrimiento y destrucción. Es un modo de vivir, es más, una obligación a vivir el mal de la guerra, al que ningún ser humano puede acostumbrarse.
Se cuentan ya más de 120.000 muertos y heridos en Gaza. Cerca de dos millones de personas "viven" el sufrimiento de la falta de todo. Son seres humanos que en 2024 "viven" la carestía, la falta de asistencia, la falta de dignidad.
La noche entre el sábado y el domingo fue también una noche de miedo y desesperación para Tierra Santa. Fue un ataque que, desgraciadamente, era de esperar, y una vez más volvió a provocar los ruidos y los destellos de la violencia en Tierra Santa.
Todo pueblo tiene derecho a vivir en seguridad, y en este juego continuo de fuerza y poder, son los más indefensos quienes sufren las trágicas consecuencias de la guerra. En la noche entre el sábado y el domingo, ¿quién podía tener fuerzas para abrigar esperanzas?
El miedo y la desesperación no hacen dormir, oscurecen el futuro. Los niños, especialmente, tienen miedo y no comprenden el absurdo e irreflexivo juego de los adultos.
El Papa Francisco, tras el Regina Caeli del domingo 14 de abril, exhortó con firmeza que se ponga fin a la guerra y que se llegue cuanto antes a una solución de dos Estados, en la que ambos pueblos, israelíes y palestinos, tengan derecho a una vida segura y digna.
Intento comprender las razones de ambas partes. No siempre lo consigo. No puedo justificar el uso continuado de la violencia y el odio que destruyen la vida de personas inocentes. El conflicto se amplía, adquiere aspectos cada vez más destructivos, se utilizan medios e instrumentos de muerte con una tecnología cada vez más avanzada.
Durante años, la comunidad internacional ha hecho oídos sordos a la necesidad y la posibilidad de poner fin a toda acción bélica en este atormentado Oriente Medio. Las decisiones que se han tomado no se han puesto en práctica, y su ejecución no se ha verificado ni aplicado. A lo largo de los años ha habido reuniones, acuerdos y mesas de mediación.
El Papa Francisco ha tomado todas las medidas posibles para empujar a las partes a unirse para lograr la paz. Junto a él, los niños, los inocentes y los indefensos claman por la paz y piden a los adultos irresponsables que se detengan, porque la guerra ya se ha extendido a varios frentes con su violencia. Parar ahora significa parar toda venganza, toda acción destructiva que afecta sobre todo a los que están libres de culpa.
Unámonos al llamamiento del Papa Francisco en favor de un alto el fuego inmediato, y procedamos a definir y aplicar la solución de los dos Estados. Unámonos en oración. Que el Señor escuche la súplica de paz implorada por el Papa Francisco, por los niños y por quienes son testigos creíbles de la paz. Pidamos, imploremos, clamemos en busca de la paz, sin cansarnos y sin acostumbrarnos al mal de la guerra.
(Agencia Fides 16/4/2024)
*Vicario de la Custodia de Tierra Santa