ASIA/TIMOR ORIENTAL - Servicio de los jesuitas para el crecimiento de la nación: en misión en aldeas remotas y comprometidos con la educación

lunes, 2 octubre 2023 misión   misioneros   jesuitas   educación   pobreza  

JCap

Dili (Agencia Fides) - Es nieto de José Abad Santos, intrépido comandante, célebre héroe filipino de la Segunda Guerra Mundial, que dio su vida por la nación y fue ejecutado en 1942 por los invasores japoneses; pero para don Martín Antonio Abad Santos, médico y religioso jesuita, virtudes como la valentía o la elección de ofrecer la propia vida han tomado un cariz diferente respecto a la vida de su abuelo: La del Evangelio, la de los pobres y marginados, a los que brindar un poco de amor y cercanía, en nombre de Jesús. Por eso, el padre Martin marchó en misión a Timor Oriental desde Filipinas hace 20 años, cuando el país se independizaba de Indonesia, convirtiéndose así en la nación más joven de Asia. Aquella separación no fue nada fácil: además de un proceso marcado por la violencia, Timor Oriental tuvo que construir desde cero el Estado, su aparato, sus estructuras, su burocracia y sus servicios esenciales. Desde 2002, la ayuda de la ONU ha sido crucial, acompañando la construcción desde cero del Estado y su compleja organización institucional y social. En este largo proceso, una presencia importante ha sido también la de la Iglesia católica, que -en una nación con una gran mayoría de creyentes católicos, herencia de la colonización portuguesa- ha aportado su contribución al desarrollo social, cultural, moral y espiritual, en particular observando y comprometiéndose con las nuevas generaciones.
Al comienzo del mes de octubre, que la Iglesia universal celebra como “mes misionero”, el religioso relata su experiencia misionera: tras llegar a la isla con otro cohermano, el jesuita filipino P. Samiel Dizon SJ, el P. Martin estableció una misión en Railaco, a unos 27 kilómetros de Dili, donde había una próspera comunidad católica necesitada de sacerdotes. La misión de los dos jesuitas comenzó a varios niveles: gracias a su profesión médica, el P. Abad Santos empezó a ayudar a las comunidades de las remotas aldeas de montaña, mientras que el P. Dizon participó en la construcción de la iglesia parroquial y de una pequeña escuela adyacente, donde ambos ejercían como sacerdotes y profesores. Cuando el padre Dizon regresó a Filipinas por motivos de salud y edad, el padre Martin decidió quedarse y sigue en Railaco, donde ahora se organizan permanentemente servicios pastorales, educación de los niños, atención médica en una clínica móvil y, cuando es necesario, ayuda alimentaria para las familias necesitadas.
Una de las necesidades aún presentes es la de prestar apoyo a los niños desnutridos de las aldeas remotas del territorio de Railaco. Con la ayuda de algunos voluntarios, el jesuita sigue llevando a cabo misiones de asistencia médica y humanitaria. Por su servicio incondicional a lo largo de 20 años, el religioso recibió en 2020 el Premio Sérgio Vieira de Mello de Derechos Humanos “por sus silenciosos pero potentes esfuerzos para mejorar el bienestar de una parte significativa de la comunidad”.
“Les damos el cuidado y la atención que les hacen sentir que no están olvidados. Las comunidades empujadas a los márgenes de la sociedad a menudo sienten el dolor del abandono. Suelen sentirse privadas de derechos y simplemente olvidadas por todo y por todos. El programa de alimentación sirve para decir a estas personas que son preciosas, que tienen valor, que vale la pena prepararles comida y visitarlas, porque son hijos e hijas de Dios y el Señor no las olvida”, explica el jesuita.
La desnutrición es un fenómeno generalizado en Timor Oriental y es consecuencia de problemas más amplios, como las infraestructuras deficientes, la agricultura, la negligencia del gobierno y la falta de oportunidades. “Una sola comida no resuelve el problema, pero se da en nombre del amor y el cuidado fraterno. Es una comida preparada, distribuida y consumida en nombre de Cristo. Aunque una sola comida no puede erradicar la desnutrición, es un recordatorio concreto de solidaridad. Un acto de caridad, por pequeño que sea, no pasa desapercibido porque, dice Jesús, 'lo hicisteis conmigo'. Forma parte de nuestra misión de consolar y cuidar”, afirma.
Otro aspecto de la misión católica en Timor Oriental es el compromiso en el campo de la educación: a pocos kilómetros de Dili se encuentra el Colegio de San Ignacio de Loiola, una institución muy estimada en el país. Frente a las emergencias sociales, la Compañía de Jesús quiso comprometerse concretamente en el campo de la educación de los jóvenes, fundando el Colegio. El P. Isaias Caldas SJ ayudó a fundar el instituto hace diez años y recorrió los pueblos vecinos para anunciar la apertura de una escuela católica a pocos kilómetros. Tras los primeros años de funcionamiento, el Colegio se ha convertido en una de las escuelas más importantes de Timor Oriental, no sólo por su infraestructura e instalaciones, sino también por la calidad de la enseñanza. El campus cuenta ahora con seis edificios, laboratorios, amplias salas de profesores, oficinas, un ala administrativa, un espacio interior que puede acoger a 1.000 personas y una capilla. De unos 30 alumnos en el primer año, ha pasado a unos 800 en la actualidad. “Si echamos la vista atrás a los primeros años, podemos ver realmente la mano de Dios actuando. Dios nos ha enviado amigos para ayudarnos, estamos agradecidos por el apoyo de los muchos benefactores”, dice el P. Caldas, empezando por la Conferencia Jesuita de Asia y el Pacífico, y otras provincias de religiosos dispersas por el mundo.
Actualmente, hasta el 30% de los alumnos del Colegio se benefician de becas parciales o totales: “Lo hacemos para que sea un colegio para todos, ricos o pobres, para dar una oportunidad a todos”, afirma. La intención es “acompañar a los alumnos en su estudio y crecimiento y también hacer de ellos buenos cristianos, hombres y mujeres que no vivan para sí mismos sino para los demás, con espíritu de entrega”, señala. “El objetivo es que la gente vea la educación como un don, pero también como una responsabilidad para ayudar a los demás, para ayudar al país a crecer. Esperamos que nuestra escuela pueda producir la esperanza que nuestro país necesita. Nuestra esperanza son nuestros alumnos: la esperanza es que sean una presencia resplandeciente en la sociedad de Timor Oriental”.
(PA) (Agencia Fides 2/10/2023)

El p. Martin Abad Santos


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