Cox's Bazar (Agencia Fides) - “Han pasado seis años desde que cientos de miles de rohingya se vieron obligados a huir de sus hogares en Myanmar para refugiarse en el vecino Bangladesh, sometidos a una continua escalada de violencia y atrocidades por parte de las fuerzas de seguridad de Myanmar que se saldaron con la pérdida de sus seres queridos y hogares y nadie ha sido responsabilizado por estos crímenes”, asegura Nicholas Koumjian, jefe del Mecanismo de Investigación Independiente para Myanmar creado en 2018 por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El organismo está llamado a recopilar y analizar información y pruebas de los crímenes internacionales más graves y otras violaciones del derecho internacional cometidos en Myanmar desde 2011 con el objetivo de promvoer la justicia y la rendición de cuentas.
“Estamos recopilando testimonios y otras pruebas sobre la violencia física infligida a muchos rohingya y hemos iniciado una investigación sobre los negocios y otras propiedades que les fueron robados. Queremos entender si hay una motivación financiera detrás de estos crímenes y establecer que se beneficiaron de la campaña contra los rohingya”, indica Koumjian. “Pedimos a los Estados que nos proporcionen acceso a testigos y a información en sus territorios. La búsqueda de justicia para los rohingya es un esfuerzo global. Solo juntos podemos garantizar que los responsables afronten las consecuencias y que quienes sufrieron el horror de estos crímenes reciban justicia”, señala el investigador.
En el sexto aniversario de la trágica operación en Myanmar, la solicitud de responsabilidad llega también hasta la conocida multinacional informática “Meta”. Al analizar las devastadoras consecuencias de la operación militar de hace seis años, Amnistía Internacional exige que la empresa matriz de Facebook asuma la responsabilidad por el papel que jugó la plataforma en la limpieza étnica de esta minoría perseguida. Amnistía, gracias a las investigaciones de su programa “Big Tech Accountability”, destaca cómo los algoritmos de Facebook y la búsqueda desenfrenada de beneficios han contribuido a crear un entorno tóxico en el que el odio ha arraigado, con consecuencias trágicas para los rohingyas.
Mientras tanto, la situación de los 700.000 refugiados rohingya que huyeron de Myanmar y que hoy se encuentran en Bangladesh empeora. “Los refugiados rohingya en Cox's Bazar, Bangladesh, dependen completamente de la ayuda, viven en hogares temporales y tienen poca libertad de acción en su vida diaria. Los refugiados han expresado claramente sus deseos y es que todo esto debe cambiar”, afirma el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), una ONG presente en Bangladesh activa en ayuda a los rohingya. Junto con socios locales, la ONG proporciona refugio, agua, higiene y saneamiento y está comprometida a garantizar la continuidad educativa de los refugiados, llegando a más de 150.000 personas.
“El año pasado trajo consigo una serie de calamidades como un ciclón, varios incendios y deslizamientos de tierra. Hubo un deterioro de la situación de seguridad y dos recortes en las raciones de alimentos. Esta situación nos obliga cada vez más a tomar una decisión imposible: permanecer en los campos y sufrir la perspectiva de desnutrición e inseguridad o realizar peligrosas travesías marítimas en busca de una posibilidad de autosuficiencia y de una nueva vida”. La ONG señala que “los refugiados no pueden trabajar en Bangladesh, a pesar de las repetidas peticiones de la población para poder valerse por sí mismos. Por lo tanto, los rohingya dependen completamente de la financiación de los donantes para sobrevivir. Sin embargo, la ayuda disponible apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas y la financiación para la crisis rohingya está disminuyendo rápidamente debido a las crisis que se prodigan por todo el mundo”. Para aliviar la presión sobre los campos de refugiados en Bangladesh, el NRC espera que “se requiera un reasentamiento mayor y más eficiente de los refugiados en terceros países”. En los campos, “las necesidades sanitarias siguen siendo enormes y la ayuda humanitaria es insuficiente”, confirma Médicos Sin Fronteras (MSF). “Tras la epidemia de sarna y el cierre de varios centros de salud por falta de fondos durante 2022, la afluencia de pacientes en uno de nuestros hospitales aumentó un 50%”, señala la organización que advierte de que “las condiciones han empeorado progresivamente de año en año”.
“La gente sigue viviendo en condiciones de hacinamiento, en estructuras no permanentes y expuesta a incendios y desastres naturales, sin posibilidad de trasladarse a zonas más seguras y construir viviendas. En los últimos años hemos registrado un empeoramiento de las condiciones de salud de la población rohingya, debido a las malas condiciones de vida a las que se ven obligados”, afirma MSF. En 2023, señala la ONG, habrá “una auténtica emergencia sanitaria” con el mayor aumento semanal de pacientes con cólera desde 2017, mientras que ya en 2022 los casos de dengue se multiplicaron por diez en comparación con el año pasado. MSF alerta de que el hospital materno infantil y el hospital pediátrico que gestiona la organización también han alcanzado ya su capacidad máxima en cuanto a número de ingresos. “Se suponía que los campos serían una solución temporal, pero después de seis años siguen siendo el único alojamiento para estas personas. Si las ineficaces estrategias de contención de los países donantes no cambian, la población rohingya seguirá siendo extremadamente vulnerable a las epidemias de enfermedades infecciosas”, lamenta Arunn Jegan, jefe de misión de MSF en Bangladesh.
La alarma también se refiere a los fondos para ayuda humanitaria: “En los últimos dos años, los fondos asignados por los países de las Naciones Unidas y de los que depende la vida de alrededor de un millón de rohingya han disminuido gradualmente”, señala MSF, mientras que en marzo de 2023 las raciones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (WFP) se redujeron del equivalente de 12 dólares al mes por persona a 10 dólares, hasta 8 dólares en junio. Esto tuvo un impacto importante en la desnutrición entre las mujeres embarazadas y lactantes y en la desnutrición aguda entre los niños menores de cinco años.
(PA) (Agencia Fides 30/8/2023)