Niamey (Agencia Fides) – “Había al menos cuarenta animadores. El objetivo del encuentro, que ha tenido lugar en las afueras de Niamey en marzo ha sido reencontrarse para compartir temores y esperanzas”. Así lo escribe a la Agencia Fides el P. Mauro Armanino, misionero de la SMA (Sociedad para las Misiones Africanas).
“Tras el encuentro de las mujeres de la misma zona, ha tocado el turno a los animadores (catequistas en su mayoría) de compartir sus experiencias en tiempos de ‘ocupación’ por parte de grupos armados yihadistas. Estamos en las afueras de la diócesis de Niamey, en la frontera con Burkina Faso, y precisamente en la zona donde el padre Pierluigi Maccalli fue secuestrado en 2018”, explica el padre Armanino.
“Desde entonces, las cosas han empeorado gradualmente porque los grupos armados mantienen la zona como rehén mediante el control de las comunicaciones, de la vida económica y de las identidades religiosas de los habitantes”, dice el misionero.
“Como consecuencia, las antenas de telefonía móvil han quedado inutilizadas, las minas y la prohibición del comercio han destruido la economía basada en los mercados semanales locales y el cultivo de los campos. Por último, en la mayoría de los pueblos se han prohibido las oraciones comunitarias en las iglesias”.
Los campesinos del grupo "Gourmanché", fronterizo entre Burkina Faso y Níger, han elegido dos tipos de armas para resistir la ocupación. La primera es la fe en el Dios que saben que está presente, especialmente en este momento. Esta fe, que ayuda a superar el miedo cotidiano a ser secuestrados, degollados o a morir de penuria, se expresa sobre todo en la oración. Se reza en las casas y en los patios entre las familias, y esto les ayuda a resistir de otra manera que no sea con las armas. Sobre todo porque la segunda "arma" que utilizan los campesinos es la paciencia, la fortaleza que les ayuda a habitar la espera.
Por razones de seguridad, los sacerdotes responsables del sector están "exiliados" en la capital, Niamey, a más de cien kilómetros de la región en cuestión. Así que son ellos, los laicos que han sido formados a lo largo de los años para asumir sus responsabilidades, los que mantienen vivas las comunidades. Es un signo fuerte e inequívoco de la frágil madurez de las comunidades que han nacido y han sido acompañadas durante estos años por los misioneros. Una espléndida lección de madurez y un camino no violento por parte de los agricultores que saben por experiencia lo que significa sembrar y esperar la temporada de cosecha. Una espera colma de esperanza.
(M.A. L.M.) (Agencia Fides 15/3/2022)