ÁFRICA/NÍGER - Otro mundo es posible cuando las cadenas invisibles son reconocidas como tales

martes, 22 octubre 2024

Por Mauro Armanino

Niamey (Agencia Fides) - Pierluigi Maccalli, quien estuvo cautivo durante más de dos años a manos de grupos de inspiración salafista, ha regresado a Níger, el lugar de su secuestro, para pasar unos días (véase Agencia Fides 7/10/2024). Este regreso coincide con la misma fecha en que comenzó su cautiverio en la sabana de Burkina Faso y luego en el inmenso desierto del Sahara. Un inicio y un final.

Entre estos momentos simbólicos, se extienden dos años de soledad en cautiverio, marcados por cadenas que lo acompañaron durante las largas noches estrelladas del desierto. Desde entonces, Pierluigi ha estado muy atento a los avances en las negociaciones por otros rehenes como él, retenidos en el Sahel y en otros lugares. Sus cadenas han sido de libertad, ya que lo han transformado en un rehén de la paz, de las palabras y de las manos desarmadas.

Sin embargo, para quienes no han tenido el mismo dramático y privilegiado destino que su amigo y compañero, la vida puede transcurrir como si fueran prisioneros, sin darse cuenta o sin quererlo. A veces, pueden incluso preferir vivir como rehenes para evitar arriesgarse a lo que es más peligroso en la vida: la libertad. Pierluigi veía, sentía y sufría las cadenas a sus pies. Durante aproximadamente un mes, estuvo encadenado día y noche a una cadena de un metro y veinte centímetros de longitud. Solo los perros, quizás, pueden entender lo que eso significa para una persona acostumbrada a moverse, viajar y decidir su rumbo. Hay quienes no se dan cuenta de que están encadenados, al igual que lo estuvo Pierluigi, y se conforman con la comida que se les ofrece en su vida cotidiana.

Existen rehenes de la miseria, creada, reproducida y aceptada como ineludible, y a veces mantenida porque así parece funcionar el mundo desde tiempos inmemoriales. Algunos nacen para vivir como esclavos, resignados a su destino escrito en un libro de arena, mientras que otros pueden decidir el tipo de futuro que tendrán para sí mismos y sus hijos. También están los rehenes del mundo humanitario que prospera justo donde más fuerte resuena el grito de los que padecen una enfermedad que mata más que la guerra: el hambre. Rehenes a quienes, a menudo, nunca se les ha dicho que lo que está escrito en el libro del destino no es más que arena que el viento dispersa. Un mundo diferente es posible cuando las cadenas invisibles son reconocidas.

En el Sahel, este extraordinario espacio de historia, culturas, tradiciones, conflictos y aventuras, siguen existiendo los rehenes del miedo. Miedo por el presente, ante la posible llegada de grupos armados que imponen la ley y la muerte. Miedo por el mañana: la siembra, las cosechas, los graneros, los impuestos por persona, las conversiones forzadas y el reclutamiento en la nebulosa yihadista, que comercia con religión, oro, drogas, armas y los mejores años de los jóvenes. Miedo por la delación que convierte a todos en sospechosos, incluso dentro de las familias y los pueblos donde durante décadas se ha convivido en relativa armonía y aceptación de las diferencias. Luego llegan las identidades fomentadas que son excluyentes, mortales y divisivas.

Por último, hay rehenes quizás menos reconocibles y, tal vez por ello, más perjudiciales. Son los rehenes de la mentira, que prevalece a través de la retórica que justifica los medios para alcanzar un fin. Se asocian, apoyan, justifican, defienden y se alinean con el pensamiento dominante del momento. La política se vuelve irrelevante y los derechos humanos son mercancía de cambio ideológico, porque lo que importa es el bien del pueblo, tal como un grupo de "iluminados", a menudo armados, decide que debe ser. Rehenes que infiltran lo que queda de los partidos, sindicatos, medios de comunicación e incluso las medallas al mérito en el campo.

Tenía razón el amigo Pierluigi. Decía que pueden encadenar los pies, pero no el corazón y el espíritu. Como recuerdo de su tiempo en cautiverio, ha llevado consigo un eslabón de la cadena. Para recordar que solo quien ha llevado las cadenas arriesga su vida por la libertad de los demás.
(Agencia Fides 22/10/2024)


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