ÁFRICA/NÍGER - Padre Pier Luigi Maccalli: “Regreso a casa seis años después, entre lágrimas de alegría y tristeza”

lunes, 7 octubre 2024

GM

Bomoanga (Agencia Fides) – "El hilo de mi presencia en Níger -de 11 años ininterrumpidos-, se rompió el 17 de septiembre de 2018 con mi secuestro. Ahora, exactamente seis años después, por fin, he podido regresado a Níger".

Así comienza el emotivo testimonio del padre Pier Luigi Maccalli, sacerdote de la Sociedad de las Misiones Africanas (SMA), que ha compartido con la Agencia Fides su experiencia durante su visita a Níger con motivo de la ordenación de tres sacerdotes originarios de la parroquia de Bomoanga, de donde fue secuestrado el 17 de septiembre de 2018 (véase Fides 18/9/2018).

"Mi llegada a Niamey, la noche del 17 de septiembre de 2024, estuvo precedida por una intensa lluvia y por lágrimas que apenas pude contener. El primer recibimiento me lo dieron las luces de la capital, que observé desde la ventanilla del avión mientras aterrizaba. Me susurraron un tímido ‘bienvenido a casa’, lo cual me conmovió profundamente", relata el padre Gigi.

“Como aperitivo antes de la cena, mi compañero, el padre Mauro Armanino, me ofreció sus palabras, siempre precisas y nunca triviales: ‘Bienvenido a tu hogar, Gigi. Nunca has estado ausente de esta tierra. Gracias por haber contribuido a mantener el cielo unido a la tierra, como las ramas que desafían al viento y la tormenta. Y gracias por el silencio que nos has compartido’. Para facilitar mi estancia en la ciudad, el obispo de Niamey, Djalwana Laurent Lompo, me ofreció hospedaje. El patio del obispado alberga la catedral y un centro de acogida. Aquí pude encontrarme con viejos conocidos y con mis más cercanos colaboradores que sabían de mi llegada: el catequista Jean Baptiste, Valérie, Emmanuel... Pero el encuentro más emotivo fue con la gente de Bomoanga y sus alrededores, que acudió en gran número para participar en la ordenación de los nuevos sacerdotes, originarios de la parroquia. Hubo abrazos, apretones de manos y muchas fotos/selfies para inmortalizar un reencuentro largamente esperado y deseado. En la misa de ordenación, la noche del sábado 21 de septiembre, los nuevos sacerdotes me invitaron a unirme a la danza como agradecimiento por mi presencia y, sobre todo, por los años que los acompañé durante su juventud", continúa el misionero.

"Al día siguiente, en la primera misa, pude dirigirme directamente a los nuevos sacerdotes y a la asamblea. La homilía fue una mezcla de recuerdos, consejos y gratitud. Hablé en parábolas y en lengua gurmancema para expresar a todos los presentes mi alegría por este esperado regreso a casa. Un proverbio africano dice: ‘C’est au bout de l’ancienne corde que l’on tisse la nouvelle – Es en el extremo de la cuerda vieja donde se teje la nueva’. Este retorno a tierras nigerinas, en la misma fecha del aniversario de mi secuestro, ha sido un símbolo y un signo de continuidad. Participar en la ordenación y en la primera misa de Michel Wuoba y Felix Waali (asistidos por el diácono Michel Ouliga, también originario de la parroquia de Bomoanga) ha supuesto ver la realización de un sueño. Terminé mi homilía recordando que, en la inauguración de la nueva iglesia de Bomoanga (enero de 2017), había profetizado que el día que viera a un joven de Bomoanga celebrar en el altar, diría (como el anciano Simeón en el templo): ‘Ahora, Señor, deja que tu siervo se vaya en paz’. Esta palabra se ha cumplido y más allá de mis expectativas, porque mis ojos han visto a tres jóvenes ante el altar de la catedral de Niamey, listos para servir al Evangelio".

"Después de las celebraciones y en los días siguientes, ha sido un constante ir y venir de personas que deseaban verme para hablarme sobre su vida. Muchos se han visto forzados a abandonar sus aldeas (debido a la inseguridad o amenazados directamente por nuevos afiliados yihadistas) y ahora están desplazados en los centros de Makalondi y Torodi. La vida es dura y sin perspectivas. Les falta el trabajo en los campos, que es su principal fuente de sustento, así como un hogar, comida y dinero para la educación de sus hijos. Les faltan medicinas, sobre todo, para curar una esperanza debilitada. La ayuda de Cáritas diocesana, del Estado y de las organizaciones humanitarias ha cubierto las emergencias, pero la inquietud por el futuro sigue siendo muy grande. La inseguridad va en aumento en las carreteras y localidades, y los ataques continúan en lugares custodiados por militares. La población local (especialmente de Bomoanga) está atrapada entre dos fuegos: por un lado, las incursiones yihadistas; por otro, los militares, que desconfían de todos y detienen a personas acusadas de colaborar con el terrorismo. Entre ellos, mi catequista Robert y su hermano llevan meses encarcelados bajo la acusación infundada de ser familiares lejanos de un sospechoso. La alegría del regreso pronto se ha convertido en amargura, y todavía guardo en mi corazón mucha tristeza. Confieso que ver a tantas personas queridas, así de delgadas y con rostros marcados por el sufrimiento, me causa gran pesar”.

"Antes de tomar el avión de regreso, he realizado una visita de cortesía a la embajada italiana en Niamey. El nuevo embajador y su jefe de seguridad me han recibido con palabras diplomáticas de reproche, como un tirón de orejas. He querido precisar que, como sacerdote misionero, he regresado a casa para ver a mis hermanos, hermanas e hijos. He tomado las precauciones de seguridad necesarias, pero era importante para mí volver a Níger y llevar esperanza, con mi presencia y mi historia de liberación, a una población que sigue sufriendo. Un padre no abandona a los suyos, especialmente en tiempos de inseguridad”.

“En mi corazón conservo las palabras de despedida del obispo Laurent Lompo, quien en varias ocasiones me ha agradecido por esta visita. Estoy convencido de que este breve regreso a Níger y las palabras de solidaridad intercambiadas han ayudado a renovar la esperanza en una iglesia y una población empobrecidas, tristes y cansadas".

"Ahora, mi misión continúa en Benín, donde preparo a jóvenes misioneros de la SMA para enviarlos a las periferias del mundo como signos de esperanza y artesanos de paz. La fecha del 8 de octubre de 2024 (cuarto aniversario de mi liberación) renueva en mí la urgencia de la misión: soy libre para liberar la paz. Demasiadas palabras e imágenes de violencia y guerra siguen circulando en los medios de comunicación y destruyen hogares y relaciones. La paz, lamentablemente, sigue siendo rehén de los violentos. Es necesario un despertar de la humanidad, centrado en el diálogo y el perdón. La misión consiste en humanizar las relaciones. A esta misión me comprometo y hago un llamado a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que llevan la paz en su corazón".

El testimonio del padre Maccalli concluye con su agradecimiento a todos por el apoyo y la oración, y su deseo de un buen mes misionero.
(AP) (Agencia Fides 7/10/2024)

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