ASIA/COREA DEL SUR - Ante los 70 años desde el comienzo de la guerra, los cristianos dedican 70 días de oración por la paz

jueves, 2 julio 2020 guerras   mártires   persecuciones   oración   paz  

Seúl (Agencia Fides) – “Celebramos hoy el 25 de junio la memoria de esa trágica guerra fratricida que estalló debido a la invasión de Corea del Norte, hace justo 70 años; porque es una valiosa oportunidad para agradecer y alabar a Dios por haber ayudado constantemente a nuestra gente y nuestra Iglesia, guiándonos con un amor incesante por el camino de la verdad y la vida durante un período tan largo, el período de la guerra y después del armisticio en 1953 hasta hoy; porque también se trata de una oportunidad importante para renovar - como ciudadanos de Corea y como cristianos -, la determinación de llevar a cabo nuestra misión de compromiso con la reconciliación y la unidad del pueblo y por la paz, es decir, por la evangelización de la Península Coreana”: con estas palabras el Cardenal Andrea Soo-jung Yeom, Arzobispo de Seúl y Administrador Apostólico de Pyongyang, se dirigió a los fieles presentes en la Catedral de Seúl el 25 de junio, celebrando una misa con motivo del 70 aniversario del comienzo de la Guerra de Corea, el conflicto que sacudió la península del 1950 al 1953. Todos los bautizados en Corea viven este aniversario con la intención de rezar por la reconciliación, por la unidad del pueblo y por la paz en la península de Corea, con diversas iniciativas activadas a nivel ecuménico, respetando las estrictas medidas vigentes para contener la pandemia de Covid-19.
El cardenal recordó el inmenso sufrimiento de ese conflicto que, después de la Segunda Guerra Mundial, marcó la división de la península - el norte bajo la influencia soviética y el sur bajo la esfera de influencia estadounidense -, y causó millones de víctimas: “Durante esta guerra murieron unos 700 mil soldados de las fuerzas armadas de Corea del Sur y Corea del Norte, unos 40 mil soldados de las fuerzas armadas de las Naciones Unidas y unos 150 mil soldados de las fuerzas armadas de China. Entre los civiles de Corea del Sur murieron o fueron asesinadas unas 400 mil personas, más de 300 mil desaparecieron y aproximadamente 90 mil personas fueron deportadas a Corea del Norte. Entre los civiles norcoreanos más de 280 mil personas murieron y unas 800 mil personas desaparecieron”. Además, más de 6,5 millones de refugiados tuvieron que abandonar sus ciudades y alrededor de 1,5 millones de norcoreanos llegaron a Corea del Sur en busca de libertad, y entre ellos “hubo muchos cristianos que escaparon de la persecución contra las iglesias puesto en acto por el régimen comunista”. “Antes de esta guerra – continuó explicando -, unos 60 mil fieles vivieron su vida de fe en las 57 parroquias de las 3 diócesis del Norte. Pero, bajo las persecuciones llevadas a cabo por el régimen comunista establecido inmediatamente después de la Liberación de 1945, uno de mis predecesores, el arzobispo Francesco Yong-ho Hong, el obispo de Pyongyang, el abad y obispo Bonifatius Sauer, OSB, de la abadía territorial de Tokwon y de la diócesis de Hamhung, y no pocos sacerdotes, religiosos y laicos fueron arrestados y martirizados y todos los edificios eclesiales fueron confiscados por el régimen comunista. Así, nuestra Iglesia se hizo invisible en el Norte”.
Entre los mártires de este período también estuvo el obispo Patrick Byrne de la Sociedad Maryknoll, el primer delegado apostólico en Corea. Rechazó la oportunidad que le ofreció la Embajada de los Estados Unidos de abandonar la ciudad de Seúl, fue arrestado en la Catedral de Seúl, llevado a Corea del Norte y finalmente martirizado. Para 81 mártires, incluidos religiosos y laicos, como los obispos Hong y Byrne, la causa de beatificación está actualmente en curso.
El Arzobispo de Seúl, dirigiéndose a todos los hombres de buena voluntad, dijo que “mirar hacia atrás, a nuestra historia de hace 70 años, sirve para pedir que se unan todas las fuerzas y corazones para construir una sociedad en nuestra península coreana en la que todas las personas, tanto del sur como del norte, liberadas de los grilletes del pasado a través de la 'purificación de la memoria', vivan una vida verdaderamente humana en la verdadera paz que el Señor nos da”.
El cardenal también señaló que “el régimen de Corea del Norte continúa amenazando la paz en la Península de Corea y en el mundo, con el pretexto de adquirir armas nucleares que requieren inmensos recursos, sin prestar atención a la pobreza extrema de la gente y suprimiendo sus derechos humanos fundamentales”. Pero a pesar de todo, señaló: “Me gustaría decir que lograr la paz es una tarea muy difícil, pero no es imposible, si solo cada uno de nosotros hiciera lo que debe y puede en la vida diaria a favor de la verdadera paz, con la firme determinación de vivir el ‘martirio espiritual’, siguiendo los pasos de nuestros mártires. Sembrando paz a nuestro alrededor, esto es santidad”.
Para construir y obtener la paz anhelada, la forma principal es el perdón: “Ningún proceso de paz puede iniciarse nunca, si una actitud de perdón sincero madurada en los hombres. Sin ella, las heridas continúan sangrando, alimentando entre las generaciones un odio interminable, que es fuente de venganza y la causa de nuevas ruinas. El perdón ofrecido y recibido es la premisa indispensable para caminar hacia una paz auténtica y estable”, señaló el Cardenal, tomando las palabras de Juan Pablo II en el Mensaje para Día de la Paz de 1997. Y luego lanzó un llamamiento a los gobernantes: “Espero sinceramente que los líderes de la península coreana y la comunidad internacional que tienen el destino de nuestro pueblo puedan superar resueltamente los intereses personales, de partido y nacionales para promover verdaderamente el bien de cada hombre y de todas las personas del sur y el norte de la península de Corea en la perspectiva del bien común universal”.
Además, “el arma más poderosa que posee la Iglesia en la lucha por la paz - recordó en su homilía - no es otra cosa que la oración: esta se encuentra en el centro del esfuerzo por construir la paz. En particular, la Santa Misa es una fuente inagotable de todos los compromisos genuinos de los cristianos por la paz verdadera. Y como Nuestra Señora que de Fátima nos pidió en 1917, recitamos fervientemente el Rosario por la paz mundial y especialmente en la Península de Corea. El poder del Rosario es realmente grande. La Madre de Dios toma nuestra oración y la dirige a su Hijo. La recitación del Rosario, por lo tanto, puede cambiar el curso de la historia”. En este espíritu, el Cardenal hizo un acto especial encomendando toda la comunidad de fieles en Corea del Norte, la llamada ‘Iglesia del silencio’, y de toda la población más allá del paralelo 38, a la Virgen de Fátima, para que Ella garantice su protección especial.
En esta perspectiva, los cristianos coreanos de todas las confesiones están viviendo una campaña especial de oración de 70 días de duración, lanzada el 1 de marzo y que terminará el 15 de agosto, sostenida y compartida por las Iglesias en Corea y en todo el mundo. Se recordará el 15 de agosto de 1945, día en que la península coreana fue liberada de la ocupación japonesa, pero, al mismo tiempo, el día en que se sancionó la división de un pueblo hasta entonces unido por la cultura, la historia, las tradiciones y el idioma.
(PA) (Agencia Fides 2/7/2020)


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