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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Imitar a los pastores y a los Magos reconociendo a «Jesús cercano, en el pobre, en la Eucaristía, en el abandonado, en el hermano, en la hermana». Lo ha dicho el Papa Francisco al asomarse esta mañana a la plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus, en la solemnidad de la Epifanía.
Comentando el pasaje evangélico de hoy, el Pontífice ha subrayado cómo, mientras los Magos «vienen de lejos para encontrar a Jesús, los que estaban cerca no se mueven ni un paso. Atraídos y guiados por la estrella, los Magos afrontan enormes gastos, ponen a disposición su tiempo, aceptan los muchos riesgos e incertidumbres que nunca faltaban en aquellos días. Sin embargo, superan todas las dificultades para llegar a ver al Rey Mesías, porque saben que está sucediendo algo único en la historia de la humanidad y no quieren faltar a la cita».
En cambio, «los que viven en Jerusalén, que deberían ser los más felices y los más dispuestos a llegar pronto, se quedan quietos. Los sacerdotes y teólogos interpretan correctamente las Sagradas Escritura, porque estos dan indicaciones a los Magos sobre dónde encontrar al Mesías, pero no se mueven de sus ‘cátedras’. Están satisfechos con lo que tienen y no emprenden la búsqueda, no creen que merezca la pena salir de Jerusalén».
Tras la bendición, el Obispo de Roma ha recordado la «Jornada Mundial de las Misiones de los Niños», que se celebra hoy y que este año tiene como lema: «Id e invitad a todos a la fiesta». «Saludo a los niños y a los jóvenes misioneros de todo el mundo y les animo en su compromiso de oración y solidaridad en favor de sus coetáneos de otros continentes», han sido las palabras del Papa, que a continuación ha enviado sus mejores deseos «a las comunidades eclesiales de Oriente que mañana celebran la Santa Navidad. Aseguro especialmente mi oración por los que sufren a causa de los conflictos en curso. Que Jesús, Príncipe de la Paz, traiga paz y serenidad a todos ellos. Y no nos olvidemos de rezar por la paz: en la atormentada Ucrania, en Palestina, en Israel, en todos los países en guerra, en Myanmar», ha concluido el Papa.
Antes del Ángelus, en la basílica de San Pedro, el Pontífice ha presidido la misa de la Epifanía. Al llegar a la basílica en silla de ruedas, el Papa, antes de tomar asiento y ponerse los ornamentos litúrgicos, ha saludado a algunos de los niños presentes regalándoles bombones y caramelos. En el Altar de la Confesión, donde se expone por último día la estatua de Nuestra Señora de la Esperanza procedente del Santuario homónimo de Battipaglia (un deseo del Pontífice en San Pedro para el inicio del Año Santo dedicado precisamente al tema de la esperanza, ed.), la liturgia eucarística ha sido dirigida por el Cardenal Luis Antonio Gokim Tagle, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización - Sección para la Primera Evangelización y las Nuevas Iglesias Particulares.
A la proclamación del Evangelio ha seguido, como exige el rito de este día, el anuncio de la Jornada de Pascua, que este año se celebrará el domingo 20 de abril. A continuación, la homilía del Obispo de Roma ha girado en torno a la imagen de la estrella que guió a los Magos hasta el Niño Jesús, destacando tres características de la estrella mencionada por el evangelista: «es luminosa, es visible para todos e indica un camino».
Luminosa. La estrella que guió a los Reyes Magos, ha señalado el Papa, « nos habla de la única luz que puede indicarnos a todos el camino de la salvación y de la felicidad: la del amor. Ante todo, el amor de Dios, que haciéndose hombre se nos ha dado sacrificando su vida. Luego, como reflejo, el amor con el que también nosotros estamos llamados a entregarnos mutuamente, convirtiéndonos con su ayuda en un signo recíproco de esperanza, incluso en las noches oscuras de la vida». Y, «como la estrella, que con su resplandor guio a los Magos a Belén; así también nosotros, con nuestro amor, podemos llevar a Jesús a las personas que encontramos». Y para ello no necesitamos «instrumentos extraordinarios ni medios sofisticados, sino que nuestras miradas sean generosas en la acogida y que nuestros gestos y palabras estén llenos de amabilidad y humanidad». « Es triste que una persona no sea luz para los demás», ha añadido, antes de pasar a la segunda característica.
Visible para todos. Los Magos, «no siguen las indicaciones de un código secreto, más bien a un astro que ven brillar en el firmamento. Ellos lo notan; otros, como Herodes y los escribas, ni siquiera se dan cuenta de su presencia. La estrella, sin embargo, siempre permanece allí, accesible a cualquiera que levante la mirada al cielo, en busca de un signo de esperanza». Y de aquí viene lo que el propio Pontífice define como «un mensaje importante: Dios no se revela a círculos exclusivos o a unos pocos privilegiados, Dios ofrece su compañía y su guía a quien lo busca con corazón sincero. Es más, a menudo se anticipa a nuestras propias preguntas, y viene a buscarnos incluso antes de que se lo pidamos». He aquí el motivo por el que «en el pesebre, representamos a los Magos con características que abarcan todas las edades y todas las razas –un joven, un adulto, un anciano, con los rasgos físicos de los diversos pueblos de la tierra-, para recordarnos que Dios busca a todos, siempre».
Sobre esto el Papa ha invitado a todos a reflexionar mientras vivimos «en un tiempo donde las personas y las naciones, aunque dotadas de medios de comunicación cada vez más poderosos, parecen estar menos dispuestas a entenderse, aceptarse y encontrarse en su diversidad. La estrella nos recuerda que el Hijo de Dios vino al mundo para encontrarse con todo hombre y mujer de la tierra, sin importar la etnia, la lengua o el pueblo al que pertenezcan y que a nosotros nos confía la misma misión universal. Nos llama a poner fin a cualquier forma de preferencia, marginación o rechazo de las personas; y a promover entre nosotros y en los ambientes en que vivimos, una fuerte cultura de la acogida en la que los cerrojos del miedo y del rechazo sean reemplazados por los espacios abiertos del encuentro, de la integración y del compartir: lugares seguros, donde todos puedan encontrar calor y refugio».
«La estrella nos invita a realizar un viaje interior que, como escribía Juan Pablo II, libere nuestro corazón de todo lo que no es caridad, para “encontrar plenamente a Cristo, confesando nuestra fe en él y recibiendo la abundancia de su misericordia”», ha concluido el Pontífice.
(F.B.) (Agencia Fides)