ÁFRICA/MADAGASCAR - "La población es pobre materialmente pero rica espiritualmente" afirma el Obispo de Moramanga

viernes, 5 abril 2024 iglesias locales   obispos  

Antananarivo (Agencia Fides) - "La diócesis de Moramanga es de reciente formación, por lo que los desafíos a los que se enfrenta la Iglesia aquí están relacionados con la creación de nuevas estructuras, la formación de agentes pastorales", dice en una entrevista con la Agencia Fides Rosario Saro Vella, Obispo de Moramanga, Madagascar.

- La diócesis de Moramanga se creó en 2006. ¿Cuál es la situación eclesial ahora?
- Seguimos teniendo pocos sacerdotes diocesanos, que son sólo cuatro más un diácono. Junto con los demás religiosos, somos 35 en total. Gracias a Dios somos una comunidad unida que trabaja bien en equipo. Hay 14 parroquias y distritos misioneros. Todas tienen una gran extensión territorial y numerosos puestos de misión. Por distrito misionero entendemos un centro donde hay un sacerdote o la presencia de otros religiosos. Por estaciones misioneras nos referimos a "pequeñas iglesias" que oscilan entre un mínimo de 20 y un máximo de 70 fieles o algo más. En un territorio tan vasto, no todos los fieles tienen la posibilidad de celebrar la Santa Misa. En algunas partes sólo pueden tenerla una vez al año.

-En una realidad como ésta, los catequistas desempeñan un papel fundamental...
-Tenemos varios catequistas, algunos de ellos bien formados, que han recibido al menos 10 meses de formación en nuestros centros. En estos casos, les damos la oportunidad de distribuir la Eucaristía. Todos los domingos todos los catequistas presiden la celebración de la Palabra y donde hay posibilidad los fieles pueden recibir la Eucaristía. Además de presidir la liturgia dominical de la Palabra, los catequistas participan en la formación de los niños y en los cursos de preparación al matrimonio y en la preparación de los bautizos, así como en la visita a los enfermos. Esto es importante porque la gente considera a los catequistas como personas suyas, muy estimadas y queridas. Una cosa que me ha llamado la atención y que aprecio mucho es que los fieles conservan la memoria de los catequistas anteriores, recordando incluso anécdotas sobre su vida y su personalidad. Es, pues, una Iglesia viva y muy dinámica.

-¿Cómo es la situación en Madagascar desde el punto de vista social?
-Madagascar, si nos fijamos en su riqueza natural, debería ser un país próspero, un verdadero paraíso en la tierra. Sin embargo, paradójicamente, se encuentra entre los países más pobres del mundo. Puede haber muchas razones para ello. En primer lugar, la corrupción que hace que nada funcione, ni la justicia, ni la sanidad, ni la educación. La situación es dramática y nosotros, que estamos cerca de la población, podemos constatarlo. Nuestros centros de ayuda, como Cáritas o las comunidades religiosas, se ven asaltados a diario por multitudes que piden ayuda para las necesidades básicas. Las familias no pueden enviar a sus hijos a la escuela porque carecen de cosas que para nosotros, los europeos, se dan por sentadas. El mayor drama se produce cuando hay un enfermo en una familia. Vienen a pedir lo que son sus derechos: 'Me gustaría tener un trabajo'; 'Me gustaría dar a mis hijos la oportunidad de educarse'; 'Me gustaría curarme o tener la oportunidad de curar a mi familia'. La Iglesia hace mucho e intenta hacer siempre más, pero no puede satisfacer las necesidades de todos.

-¿Hay motivos para la esperanza?
-La situación es realmente dramática, pero dentro de este drama tenemos muchos aspectos positivos que irradian esperanza. En primer lugar, en Madagascar no tenemos guerras, gracias a Dios. Por lo tanto, no tenemos el mal más feo que hemos construido los humanos. No prevemos que pueda haber una guerra porque, a pesar de las tensiones sociales existentes, siempre se busca una solución pacífica. Esto es un mérito de la mentalidad malgache. Otro elemento de esperanza es la gran paciencia y adaptabilidad de los habitantes de la isla. Los salarios son muy bajos y los recursos disponibles mínimos, pero los malgaches viven y consiguen mantener a sus familias. Por último, hay mucha solidaridad entre la gente, entre las familias y en los barrios. Esto empieza desde una edad muy temprana. El niño dice: 'la merienda que me ha dado mi madre tengo que compartirla con los que no tienen'. Uno de los compromisos asumidos durante la Cuaresma en los colegios fue compartir la merienda entre los alumnos.
(L.M.) (Agencia Fides 5/4/2024)


Compartir: