MSF
Bamenda (Agencia Fides) - En Camerún la guerra civil continúa, de hecho, está empeorando. En las últimas semanas, el enfrentamiento entre los rebeldes de habla inglesa y las fuerzas policiales enviadas para sofocar la revuelta ha causado decenas de víctimas. Ni el peligro del coronavirus ni la apertura de las conversaciones, actualmente muy confidenciales, han detenido los enfrentamientos. “Hemos oído que se han iniciado conversaciones de paz, explica un religioso que trabaja en la región de Bamenda, pero aquí las autoridades niegan y continúan diciendo que no hay nada concreto. Esto nos confunde”.
La crisis tiene sus raíces en la declaración de independencia de Camerún (1960). Desde entonces, las fricciones entre la minoría de habla inglesa y la mayoría de habla francesa han aumentado, culminando en 2017 con la declaración de independencia de los irredentistas y el nacimiento de la República de Ambazonia (de Ambas Bay, la bahía del río Mungo que en la época colonial marcaba la frontera entre la República de Camerún y el Camerún sur-occidental inglés). A partir de ese momento, la confrontación, que hasta entonces se había limitado al debate político, dio lugar a graves enfrentamientos entre separatistas y el ejército regular. En los últimos tres años, el contexto se ha exacerbado. Según las Naciones Unidas, el conflicto ha causado la muerte de más de 3.000 personas y obligado a medio millón de habitantes a huir a las regiones francófonas de Camerún o a la vecina Nigeria.
Los testimonios de los misioneros en el lugar, que piden permanecer en el anonimato para no poner en peligro sus vidas, son cada vez más dramáticos. “La situación - continúa el religioso -, no está mejorando en absoluto. La lucha aumenta todos los días. Los militares han establecido puestos armados en lugares estratégicos. Los rebeldes los atacan periódicamente y se producen intensos y sangrientos combates”.
En los últimos días, los religiosos han escuchado fuertes disparos. “Nos han dicho que algunas personas han sido asesinadas - continúa nuestra fuente -. Se ha impuesto un toque de queda estricto desde el lunes y no es posible salir de casa”.
En las últimas semanas, muchas casas han sido destruidas, explican los misioneros, y los habitantes encuentran refugio en el bosque o en casas parroquiales o comunidades religiosas. Se trata de personas pobres que ya no tienen un techo bajo el cual refugiarse ni lo mínimo para sobrevivir. La temporada de lluvias complica su situación.
“En esta parte del país - continúan los misioneros - la gente vive de la agricultura cultivando pequeñas parcelas de tierra. Ahora no tienen nada. El maíz que plantaron en los últimos meses estaba creciendo bien, gracias a las lluvias. Recientemente, el ejército ordenó la destrucción de todas las plantas porque los rebeldes podían esconderse en los campos. Así, la producción ha sido cancelada en gran parte. En los próximos meses, sin la posibilidad de recolectar los productos de la tierra, los civiles sufrirán hambre. La situación es muy difícil”.
Los más pequeños también está sufriendo y pasando grandes dificultades. Por el momento no se habla de reabrir escuelas. “Sería demasiado complejo - observa el misionero -. El drama es que estos niños y niñas, además de sufrir la guerra, también sufrirán en el futuro las lagunas de formación causadas por la incapacidad de asistir a las clases de forma regular. Será una verdadera tragedia para estas provincias”.
En este trágico contexto, el coronavirus también se ha extendido. Según las estadísticas oficiales, los casos superan los 16 mil y los fallecidos 370. “Tememos que las autoridades subestimen la epidemia”, concluye el misionero. “Probablemente hay muchos más casos. Por nuestra parte, hacemos todo lo posible para reducir el riesgo al continuar proporcionando máscaras faciales y distribuyendo desinfectantes a la población. ¿Será suficiente para contener el virus”.
(EC) (Agencia Fides 25/7/2020)