Por Fabio Beretta
Tokio (Agencia Fides) – “El diálogo es la clave de la estabilidad”, afirma Tarcisio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio, quien será creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio del próximo sábado, 7 de diciembre.
En una entrevista con la Agencia Fides, el futuro cardenal, que también preside Caritas Internationalis, comparte reflexiones profundas y realistas sobre el presente y el futuro de Japón, afligido por un proceso de envejecimiento que sólo puede ser invertido gracias a la afluencia de inmigrantes.
El arzobispo, de 66 años y miembro de la Sociedad del Verbo Divino, también aborda el origen de su vocación misionera, que lo llevó a desempeñar gran parte de su ministerio sacerdotal en Ghana.
- Usted mencionó en una entrevista anterior a la Agencia Fides: «Para ser un buen párroco, he tenido que escuchar a la gente». Ahora que será creado cardenal, ¿qué considera necesario para desempeñar este nuevo rol?
- Tendré que ser capaz de escuchar a todas las personas, no sólo a los miembros de la Iglesia católica, sino también a la comunidad más amplia de la sociedad.
- ¿Cómo surgió su vocación para convertirse en religioso Verbita y misionero?
- Nací en el seno de una familia profundamente vinculada a la fe, ya que mi padre era catequista, y crecimos en una estación misionera en el norte de Japón, junto a un misionero suizo. Desde niño, convivir y pasar tiempo con un misionero extranjero me marcó profundamente. Para mí, era algo natural querer seguir sus pasos. Así nació el deseo de dedicar mi vida a la misión, inspirado por el ejemplo de quienes me rodeaban.
- Al regresar de su viaje a Asia y Oceanía, el Papa Francisco afirmó que estamos acostumbrados a ver a la Iglesia bajo una luz demasiado occidental. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
- La Iglesia católica, y el cristianismo en general, han sido tradicionalmente percibidos como un reflejo de la cultura europea. En Japón, esta visión estaba influenciada por la admiración hacia aspectos de la cultura europea como la pintura, la gastronomía y la música, elementos que los japoneses asociaban con la Iglesia. Sin embargo, esos tiempos han quedado atrás. Hoy en día, la Iglesia es vista más como un oasis, un lugar al que acudir en busca de refugio frente a los problemas de la vida cotidiana. Respecto a las palabras del Papa, comparto su punto de vista. En muchos lugares de Asia, la Iglesia ha sido considerada durante mucho tiempo como una extensión de la realidad occidental. Además, la propia Iglesia, en ocasiones, ha buscado ser más occidental que integrada en la cultura local. Reconozco que nuestros esfuerzos de inculturación no han sido suficientes.
- Entre los jóvenes japoneses, el malestar interior se expresa de formas alarmantes, y la tasa de suicidios sigue siendo elevada. ¿Cree que la Iglesia puede hacer algo por ellos?
- En primer lugar, es importante entender el contexto. La sociedad japonesa está envejeciendo rápidamente y el número de niños es muy reducido. Los mayores intentan educar a los jóvenes basándose en su propia experiencia de vida, pero la realidad social actual es completamente diferente. La economía está en declive y en muchas comunidades locales ya no hay oportunidades laborales suficientes para los jóvenes. Además, el sistema social tradicional, que antes los sostenía y guiaba en su desarrollo, ha desaparecido. Hoy, los jóvenes de Japón necesitan comunidades de pertenencia. La Iglesia puede desempeñar un papel importante en este sentido, ofreciéndose como una de esas comunidades. Puede ser un lugar donde los jóvenes encuentren apoyo, esperanza y una conexión con una realidad más amplia que los ayude a afrontar sus desafíos y a encontrar un propósito en sus vidas.
- También está la cuestión de los emigrantes... ¿cómo reacciona la comunidad católica japonesa ante este fenómeno?
- Sin emigrantes, una sociedad envejecida como la japonesa no podrá sobrevivir. El gobierno es plenamente consciente de esta situación, pero duda en aceptar plenamente a los emigrantes debido al temor de adentrarse en un “nuevo mundo” que Japón nunca ha experimentado antes. Hasta ahora, Japón ha sido un país marcadamente homogéneo.
Sin embargo, la realidad es que, sin la presencia de emigrantes, la sociedad japonesa no puede sostenerse. Esto es un hecho. Es cierto que los inmigrantes llegan con diferentes tipos de visados, pero, debido a la reticencia de las instituciones, muchos de ellos se ven tarde o temprano obligados a enfrentar problemas burocráticos relacionados con su estatus migratorio.
En la sociedad japonesa en general, se percibe a menudo a los inmigrantes como un “problema”. Incluso dentro de la Iglesia se habla, en ocasiones, del “problema de los inmigrantes”. Es cierto que hay personas en la comunidad eclesial que trabajan para apoyarles, pero el lenguaje que usamos refleja, a veces, esta percepción negativa. Yo creo firmemente que los inmigrantes no son un problema, sino una esperanza para la Iglesia. Ellos ofrecen a la comunidad católica una oportunidad única para crecer, especialmente con los jóvenes, y para proclamar el Evangelio en áreas donde no hay presencia activa de la Iglesia. En cierto modo, los inmigrantes brindan a la Iglesia japonesa la posibilidad de renovarse y de ser más activa en su misión. Esto es una verdadera esperanza.
- Según las últimas cifras, Japón ha aprobado un aumento del 16,5% (unos 56.000 millones de dólares) del gasto en defensa para 2024. Sobre las armas nucleares, usted ha afirmado: “No proporcionan una protección real, así que sólo se está tirando el dinero a la basura”. ¿Ayuda la elección de conceder el Premio Nobel de la Paz de este año a una organización antinuclear japonesa?
- Sí, sin duda. Cualquiera que analice seriamente la situación política en Asia entiende que el diálogo es la clave para garantizar la estabilidad, no la amenaza que representan las armas. Invertir más dinero en armamento, especialmente en armas nucleares, es un gasto innecesario y peligroso, ya que estas armas no están diseñadas para resolver conflictos, sino para destruir el mundo. La Iglesia en Japón, y en particular las diócesis de Hiroshima y Nagasaki, seguirá promoviendo iniciativas que busquen la eliminación de las armas nucleares. Trabajaremos junto a obispos en Estados Unidos y otros países para exigir que tanto Japón como el gobierno estadounidense se comprometan a suprimir estas armas lo antes posible.
- En una nación como Japón, que se encuentra en medio de grandes potencias como China, Rusia y Estados Unidos, ¿qué importancia tiene el diálogo con estos Estados? ¿Y con las dos Coreas?
- El diálogo es la clave de la estabilidad. No hay que discutir. Tenemos que hablar entre nosotros. El diálogo no es sólo hablar, sino también construir relaciones. La sinodalidad también es necesaria en este ámbito.
- ¿Cómo se perciben en Japón las acciones de la Santa Sede respecto a las grandes crisis que vive el mundo?
- En Japón, las iniciativas de la Santa Sede, especialmente las del Papa en temas como la ecología y el cambio climático, son apreciadas por muchos que ven en él una figura que impulsa la acción global frente a desafíos urgentes. Sin embargo, ya que la comunidad católica es una minoría muy pequeña en la sociedad japonesa, se desconoce la influencia del Obispo de Roma en la política internacional. En general, aquí en Japón, muchos se preguntan por qué un líder religioso habla de política. Por eso, no todo el mundo aprecia las iniciativas de la Santa Sede. Pero creo que ésta es la situación normal en muchas otras partes del mundo.
(Agencia Fides 20/11/2024)