ASIA/MALAYSIA - Cardenal Francis: en nuestro "microcosmos asiático", vivimos la "convivencia entre las diferencias"

sábado, 15 junio 2024 iglesias locales   evangelización   diálogo  

Penang (Agencia Fides) - "Es el pluralismo de culturas y etnias lo que hace de Malasia 'una Asia en miniatura'. La coexistencia de varios componentes permite a la comunidad católica experimentar la convivialidad de las diferencias, que tiene lugar en la diversidad": de esta manera el Cardenal Sebastian Francis, Obispo de Penang, traza el rostro de la comunidad católica en un país, Malasia, cuya población (unos 34 millones de habitantes) se caracteriza por una amplia coexistencia en términos de culturas, etnias, religiones, tradiciones.

"Aunque la etnia malaya y la religión islámica se consideren las 'nacionales', y aunque a los malayos se les llame 'los hijos de la tierra' y se les considere 'especiales', creo que hay suficiente diversidad para que la nación goce de cierta salud", argumenta el cardenal. "Los malayos están protegidos y son sólo musulmanes, como está consagrado en la Constitución. Pero hoy una nación democrática como la nuestra no puede optar por ser totalmente monocultural o monorreligiosa. Nuestro país está configurado con un interesante pluralismo que lo hace verdaderamente asiático, lo convierte en un microcosmos para saborear la dimensión constitutiva de Asia", prosigue.

Junto a los malayos (60% de la población), constituyen componentes importantes de la sociedad los chinos (24%) y los indios (7%), mientras que la comunidad indígena no malaya (que vive principalmente en el Borneo malayo) supone alrededor del 10% de la población.

"La gente habla bahasa, la lengua de Indonesia, pero estudia inglés porque fuimos un protectorado británico hasta mediados del siglo pasado. Hay una gran variedad cultural en todas partes. En cierto modo, es bonito que Malasia tenga todos estos componentes que también se encuentran dentro de la Iglesia católica, excluyendo naturalmente a los malayos (que son musulmanes por ley), pero incluyendo a los malayos autóctonos", explica.

"Por supuesto -continúa-, esta estipulación de que un malayo es obligatoriamente musulmán y no puede cambiar de religión es algo único: es un vestigio del colonialismo británico y se sancionó cuando la nación ya había obtenido la independencia. La idea era salvaguardar el patrimonio cultural y religioso de los antepasados, y protegerlo de cualquier cambio u otro poder. Sin embargo, hoy hay que tener en cuenta que la población india -como aquella de la que desciendo- y el componente chino también proceden de antepasados que llegaron aquí hace siglos. Ahora, por tanto, somos ciudadanos de pleno derecho, estamos arraigados desde hace siglos, somos y nos sentimos plenamente malayos".

En la nación, informa el Cardenal, "afrontamos los mismos retos, los mismos problemas que se viven en las naciones donde hay más lenguas, más culturas y más religiones. Una bella expresión dice que la Iglesia está hecha de diferencias, es la convivencia de las diferencias: vemos que hay una riqueza en esto, porque nuestras comunidades no están divididas por etnias o lenguas, sino que están unidas, viven la comunión entre los distintos componentes, están bien integradas entre sí, como dice la Biblia, en un solo cuerpo, un solo espíritu, un solo Señor, una sola fe, una sola Iglesia. La sinodalidad es para nosotros un camino ordinario, un hecho cotidiano. Y existe, en todos, un hábito y una predisposición al diálogo con personas de diferentes orígenes culturales o religiosos", señala.

En las liturgias católicas se utiliza la lengua nacional, aunque hay cuatro lenguas oficiales: bahasa malayo, inglés, chino y tamil indio.

Además, en una nación ya de por sí tan diversa, hay otro fenómeno relevante en Malasia, que aumenta el crisol de razas: "Aunque no somos un país tan grande: tenemos muchos emigrantes, que vienen de Indonesia, Filipinas, Vietnam, Bangladesh. Algunos, por supuesto, traen consigo tradiciones cristianas (como algunos vietnamitas o filipinos). Aquí podemos decir que vivimos en la plenitud de otra dimensión, la de la acogida y la fraternidad: todos son bienvenidos, en todas las iglesias, en el espíritu de la encíclica "Hermanos todos", en la que encontramos una armonía especial".

Hablando más concretamente de la dimensión eclesial, el Cardenal señala que "en el ámbito de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, conseguimos tener, gracias a Dios, los recursos necesarios para la vida pastoral, mientras que se registra una cierta disminución de vocaciones en las congregaciones religiosas de misioneros, sobre todo de Francia, Irlanda e Italia. Por la gracia de Dios, las congregaciones locales, nacidas localmente, tienen vocaciones para mirar al futuro con esperanza, y ya lo vemos en los seminarios, donde no hay un gran número, pero el Señor no hace que falten obreros en su viña, el número es suficiente".

También es importante el crecimiento de las vocaciones misioneras laicales, tanto masculinas como femeninas: "Hemos dado mucha importancia a la formación y al anuncio de la Palabra, desde el principio de la vida de nuestra Iglesia. Cultivamos la vida cristiana de los laicos y, después del Vaticano II, hemos puesto el acento en la formación de los laicos, especialmente a través de escuelas o cursos de formación y de profundización en las parroquias".

Luego, con el cambio político: "Nuestra influencia en la educación ha disminuido enormemente porque el gobierno ha asumido el control total de la educación en las escuelas públicas, tanto estatales como privadas. Si queremos estar presentes en el ámbito de la educación, tenemos que actuar como actores privados, pero el gobierno también controla la educación privada, decide el plan de estudios, el programa de estudios, da el sueldo a los profesores. Así que somos propietarios de los inmuebles y los terrenos donde se construyen las escuelas, pero es el gobierno el que controla realmente la vida escolar. Técnicamente, somos propietarios del edificio, pero no del sistema. Contribuimos, pero sin poder dar especificidad al sistema educativo".

"Este es el marco político posterior a la independencia (que tuvo lugar en 1957) y la Iglesia ha sabido encontrar su dimensión en esta situación", explica. "Hoy en día, en Malasia hay un grado muy alto de alfabetización educativa. Hay una amplia oferta educativa, tanto en los colegios públicos como en los concertados, pero estos últimos son caros. Y el sistema sanitario también está muy bien organizado por el gobierno y es eficiente. En vista de ello, la Iglesia ha recalibrado su misión social, porque, dada la excelente labor del Estado, no necesitamos actuar en esos ámbitos. Hemos trasladado recursos y energías, por ejemplo, al área del desarrollo humano integral: trabajando especialmente con inmigrantes y refugiados, o en situaciones de pobreza y penuria, también en cooperación con ONG, para el desarrollo social".

"Por supuesto -continúa-, cultivamos y vivimos la fe y los sacramentos en las comunidades parroquiales, que son la base de la vida de la Iglesia, yo diría que el corazón. La gente sigue estando muy presente y asiste a la vida comunitaria y a los sacramentos: nuestras iglesias normalmente están llenas. Puedo decir que hay un despertar religioso en la nación a todos los niveles, para el cristianismo pero también para el Islam y otras religiones. La religión sigue siendo un elemento central en la vida de la gente, aun en un país que se ha modernizado rápidamente. Esta dimensión deja espacio para el anuncio y la misión de la Iglesia: nuestro anuncio es compartir la alegría del Evangelio, sobre todo compartir la dimensión de Cristo que da esperanza al hombre. Es un mensaje que llega al corazón del hombre, que siempre está buscando la felicidad".

Al describir la misión de la Iglesia malaya (un total de 1,3 millones de fieles), el Cardenal utiliza tres palabras: "Alegría, misericordia y esperanza, como dice el Papa en Evangelii gaudium. Esta es la dirección que hemos seguido durante la última década. Nos estamos preparando espiritualmente, con gran expectación, para el acontecimiento de gracia que es el año jubilar: en esa ocasión tenemos la intención de promover una asamblea nacional de fieles de las nueve diócesis de Malasia peninsular y Borneo, las dos partes principales de la nación. Obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, catequistas, fieles: será un encuentro histórico, en el que encontraremos esperanza, pues el título de este Jubileo encaja perfectamente con nuestro plan pastoral. Para trazar la dirección de la Iglesia en Malasia, los ámbitos de reflexión serán: la Iglesia, la sociedad, la familia, la ecología integral".

El cardenal Francis concluye diciendo que también ha reforzado "el vínculo con la Federación de Conferencias Episcopales de Asia y, ciertamente, el vivir siempre con intensidad la relación de comunión con la Iglesia universal y la Santa Sede, con la certeza de que el Espíritu Santo nos guía en nuestro camino como comunidad pequeña, plural, abierta, dialogante y acogedora".
(PA) (Agencia Fides 15/6/2024)


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