Por Gianni Valente
Roma (Agencia Fides) - Podría haber sido una "Exhortación Papal" como cualquier otra. Una serie de consideraciones y recomendaciones útiles y oportunas, ofrecidas por el Papa e inspiradas en los trabajos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos de 2012, la dedicada a la «nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». El Papa Francisco quiso hacer de él un documento clave para la etapa eclesial que estamos viviendo. Casi una “hoja de ruta” para indicar los «caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (§1).
Con la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, firmada el 24 de noviembre de 2013, el papa Francisco quiso «proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo» (§17). Así, la inagotable urgencia misionera de la Iglesia se proyectó con nuevos acentos sobre este tiempo eclesial, con un texto magisterial singular, operativo y a veces impetuoso en su reafirmación de que el anuncio del Evangelio es la razón de ser de la Iglesia.
Cuando se publicó, Evangelii Gaudium hizo sentir en muchas de sus páginas un latido de reinicio, en el gran surco de la Tradición. En ese documento, el Obispo de Roma venido de Buenos Aires, reiteró también que la misión de saborear y proponer a los demás la salvación prometida en el Evangelio no es una actuación autogenerada, no se desencadena en virtud de las propias intenciones, razonamientos o esfuerzos de voluntad. El Sucesor de Pedro reiteró que proclamar y dar testimonio del Evangelio de Cristo nunca puede entenderse como «como una heroica tarea personal, ya que la obra es ante todo de Él (…). Jesús es “el primero y el más grande evangelizador”. En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios» (§12). El Papa recordó también que la estructura eclesial puede liberarse del estrecho círculo de su propia auto-referencialidad pero no mediante un esfuerzo programático, sino solo si corre tras la atracción de Cristo, que puede llevarla a una «conversión pastoral y misionera» de todas las dinámicas eclesiales, para “facilitar”, para hacer más fácil el encuentro con Cristo de quienes nunca lo han conocido.
Casi diez años después, gran parte de los medios de comunicación (incluidos los “especializados” en asuntos eclesiásticos) siguen transmitiendo la imagen de una Iglesia en cierto modo, aún más encerrada en sí misma. Hoy más que entonces, completamente ocupada en ajustar sus cuentas internas, su redistribución del poder. Envuelta en torneos entre filas internas. Acosada por personajes y grupos en permanente autopromoción.
El escenario actual puede ayudar a ajustar los tonos enfáticos y la retórica celebrativa. Evangelii Gaudium no merece ser sublimada y desechada con los retablos póstumos y las palabras al viento de alguna conmemoración de desfile. Tampoco merece ser “relanzada” presentándola como una especie de “línea del Partido” que hay que reafirmar e imponer por la fuerza a todo el “aparato”.
Es precisamente el tiempo presente de la Iglesia, con sus interrogantes abiertos y el agobio de sus cargas, el que paradójicamente puede hacer aflorar con mayor relieve las partes vivas de ese texto. Pasajes y reflexiones que hoy, diez años después, son aún más actuales.
Hoy, quizá más que entonces, es evidente que la misión de anunciar el Evangelio no es ni puede ser obra de círculos elitistas mediatizados, y que la alegría del Evangelio es testimoniada por todo el pueblo santo de Dios, «santo por esta unción que lo hace infalible 'in credendo'» (Evangelii gaudium, 119), incluso allí donde ese pueblo es un pequeño resto o está disperso en la inmensa diáspora de la globalización.
Hoy, quizá más que hace diez años, está claro que «si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones» (Evangelii Gaudium, 120).
Hoy, quienes por gracia viven y dan testimonio de la esperanza cristiana en medio de las fragilidades, insensateces y confusiones del tiempo presente, quizá puedan reconocer más fácilmente que hace diez años que «un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades». (Evangelii Gaudium, 44).
Así también el tiempo presente de la Iglesia puede ser un momento propicio para retejer los hilos. Sobre todo ahora que el anciano Pontífice ha inaugurado un nuevo ciclo de catequesis de los miércoles, dedicado – casualmente - a la “pasión por la evangelización, es decir, al celo apostólico” (véase Fides 11 y 18/1/2023).
También por este motivo, desde ahora hasta noviembre, con intervalos muy espaciados, la Agencia Fides publicará una serie de artículos destinados a reproponer los puntos genuinos y los pasajes neurálgicos de la Evangelii Gaudium. Se tratará de sumergirse en los pliegues del texto, aprovechando la ocasión para liberarse de la estrategia de ‘quita y pon’ que a lo largo de los años ha extrapolado/destilado del documento papal el sucedáneo adulterado de una lista de eslogan y frases hechas que pueden manipularse a voluntad. Una operación neo-conformista que, de hecho, ha tratado de neutralizar en el documento papal el alcance subversivo hacia todos los clericalismos. Los más obsoletos y torpes, pero también los más ‘a la moda’, de última generación.
Los artículos de Fides volverán a recorrer los pasajes más vivos de la Evangelii Gaudium no con la pretensión de cerrar el círculo, de “poner las cosas en su sitio”, sino por el simple placer (y por la tácita esperanza) de quedar estupefactos al reconocer -como sucede siempre a quien se encuentra viviendo hasta el final una auténtica aventura apostólica y misionera- que «no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera» (Evangelii Gaudium, 280).
(Agencia Fides 24/1/2023).