ÁFRICA/TOGO - Ser misionero con los demás y para los demás

miércoles, 7 mayo 2025

SG

Lomé (Agencia Fides) – «Somos una familia formada por siete jóvenes, todos con estudios universitarios, un responsable de comunidad, el padre Valéry Aguh -quien pasó diez años en Sierra Leona-, un director de estudios, Jean Jacques Wisdom, y un acompañante». Así lo escribe el padre Silvano Galli, el «acompañante», que al concluir los exámenes del segundo trimestre del curso propedéutico -año preparatorio para ingresar en la Sociedad de Misiones Africanas (SMA)- comparte algunas reflexiones sobre la vocación misionera, la vida comunitaria y las culturas tradicionales.

«Ser misionero lejos de nuestros países, entre personas desconocidas y culturas distintas, significa compartir el amor de Cristo con los demás y ayudarles a comprender que todos somos hermanos», afirma uno de los estudiantes. «Vivir bajo el mismo techo con personas de distintas nacionalidades implica construir la unidad en la diversidad, convivir como hermanos, aprender unos de otros y abrirse a nuevas culturas. Se trata de una misión que no consiste únicamente en salir al extranjero, sino, sobre todo, en ser misioneros con los demás y para los demás». «Es la armonía que existe entre los diferentes colores lo que hace bella a una flor», añade otro joven.

«Charles de Foucauld nos recuerda que somos misioneros por lo que somos, no por lo que hacemos. Los retos forman parte de nuestra misión: nos ayudan a adquirir experiencia, a sumergirnos en nuevas culturas, a aprender de los errores y a cambiar nuestra perspectiva. Los cursos me han preparado para ser la misionera del mañana, para no tener miedo, investigar, profundizar, comprender sin juzgar. La sabiduría nos ayuda a vivir bien con los demás, a crecer en madurez y a enfrentar los desafíos que se presentan».

Varios de estos jóvenes han recorrido caminos marcados por la dificultad, que los han preparado para afrontar con entereza las complejidades de la vida. Uno de ellos relata su historia: «Vengo de una familia normal, que funcionaba bien. Vivíamos sin mayores preocupaciones cuando, de repente, mis padres se separaron», cuenta. «Este acontecimiento trastornó toda nuestra vida: yo apenas estaba en primer grado, mi hermano en cuarto y mi hermana en quinto. Tras la separación, me quedé con mis tíos hasta terminar la escuela primaria. Fue un período muy difícil. La familia de mi tío era campesina, y ya en segundo grado me vi obligado a trabajar con la azada para poder comer. Me abandonaron a mi suerte. Así viví hasta sexto curso, cuando mi madre vino a visitarme con ropa y luego volvió a desaparecer. Llevé una vida nómada, con muchas idas y venidas, y sufrí diversos problemas, sobre todo la falta de afecto paterno y materno. Aun así, logré obtener el diploma de quinto grado. Después, mi padre decidió enviarme a la ciudad de Sokodé para continuar mis estudios con un tutor. Allí cursé la secundaria y, una vez finalizada, me trasladé a Lomé», concluye. «Me matriculé en la universidad en antropología y aprobé dos exámenes. Luego ingresé en la SMA».
(AP) (Agencia Fides 7/5/2025)

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