dalla Rivista Illustrata della Esposizione Missionaria Vaticana
Por Fabio Beretta
Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Libros, fotografías en blanco y negro, artefactos de desiertos y selvas tropicales. Cartas con testimonios y relatos de excursiones a zonas impenetrables e inaccesibles, junto con huevos de aves y reptiles. La Exposición Misionera Vaticana, celebrada hace exactamente cien años, ofreció un recorrido fascinante por la diversidad cultural y la universalidad de la misión de la Iglesia.
En 1925, con motivo del Jubileo, los Jardines Vaticanos acogieron esta gran exposición, que atrajo a peregrinos y visitantes de todo el mundo. La muestra no solo reflejaba la riqueza de las culturas y geografías, sino también el alcance universal de la misión de liberación y salvación confiada por Cristo a su Iglesia.
La iniciativa fue impulsada por Pío XI, quien financió y supervisó personalmente la realización de esta Expo sin precedentes. El Papa Ratti llevaba tiempo gestando esta idea, y el proyecto tomó forma en un tiempo récord de dos años.
La brújula que guió a Pío XI en la realización de la Exposición Misionera Vaticana fue su profundo compromiso con la obra misionera, compartido con su predecesor Benedicto XV. Fue este último quien, en 1919, firmó la Carta Apostólica Maximum illud, un documento clave sobre la labor de los misioneros en el mundo.
El historiador André Rétif definió a Achille Ratti como "el Papa de las misiones", por el impulso decisivo que dio a la labor evangelizadora de la Iglesia de Roma. Aquel periodo estuvo marcado por numerosas iniciativas e innovaciones que reflejaban la fuerza, la audacia y la creatividad del espíritu misionero.
En 1926, Pío XI instituyó la Jornada Mundial de las Misiones, consolidando el compromiso universal de la Iglesia con la evangelización. Ese mismo año, en el Janículo, se completó el traslado del Pontificio Ateneo Urbaniano, precursor de la actual Pontificia Universidad Urbaniana, destinada a la formación de seminaristas procedentes de territorios de misión. Un año después, en 1927, nació la Agencia Fides, la primera agencia misionera de la Iglesia, con el objetivo de difundir la labor evangelizadora en el mundo.
La Exposición Misionera Vaticana, inaugurada en 1925, respondía a un propósito claro:"Reunir y exponer en esta Ciudad, capital del mundo, todo lo que es capaz de arrojar luz sobre la naturaleza y la acción de las misiones católicas, sobre los lugares donde actúan, en una palabra, todo lo que se refiere a ellas", escribió el propio Pío XI.
Para materializar su proyecto, Pío XI confió la organización de la Exposición Misionera Vaticana al cardenal holandés Willem Marinus Van Rossum, entonces Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide (hoy Dicasterio para la Evangelización – Sección para la Primera Evangelización y las Nuevas Iglesias Particulares).
Siguiendo las instrucciones del Pontífice, Van Rossum reunió inicialmente, a título consultivo, a los Procuradores y Representantes de los Institutos Misioneros residentes en Roma. Sin embargo, la iniciativa tomó carácter oficial el 24 de abril de 1923, cuando Pío XI le envió una carta otorgándole plena autoridad para la realización del evento. Para organizar la Expo, Van Rossum creó un Comité Directivo, en el que participaba Angelo Roncalli, quien en 1958 sería elegido Papa Juan XXIII. Además, se formó un subcomité de treinta y seis miembros, compuesto por representantes de diversos institutos misioneros.
La decisión de Pío XI de impulsar este evento trascendía el ámbito religioso. En una Europa aún traumatizada por la Primera Guerra Mundial, el Papa veía en la Expo un mensaje de esperanza y un testimonio del papel de la Iglesia en un mundo marcado por la secularización. A través de las Exposiciones, la Iglesia no solo comunicaba su misión, sino que también buscaba nuevas formas de expresión para llevar su mensaje al mundo contemporáneo.
La magnitud del proyecto fue excepcional: se destinaron enormes recursos para garantizar el éxito de la Exposición Misionera Vaticana.
Instalados en los jardines contiguos a los Museos Vaticanos, los pabellones de la Exposición se dividieron en dos grandes bloques según criterios geográficos: Tierra Santa, América, algunas regiones de Asia e Indochina en el Patio del Pinar; China, Japón, Oceanía y África en el jardín contiguo. En la galería del Museo Chiaramonti se instalaron stands dedicados a los viajes, hazañas e historias de todos los Institutos Misioneros que participaron en la Expo. Además, se destinó un pabellón aparte al tema de la higiene y la medicina, resaltando la labor sanitaria de los misioneros. El conjunto ocupaba una superficie de aproximadamente 10.000 metros cuadrados, con un total de treinta y ocho pabellones.
La inauguración tuvo lugar el 21 de diciembre de 1924, pocos días antes de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y fue presidida por el Papa, acompañado por diplomáticos y varios miembros de la Curia Romana. Para reforzar la difusión del evento, se decidió publicar la “Revista Ilustrada de la Exposición Misionera Vaticana”, con ediciones quincenales. El primer número salió el 15 de diciembre de 1924. Constaba de fascículos de 32 páginas, profusamente ilustrados, y podía adquirirse por 160 liras italianas.
El principal objetivo de la exposición era documentar las actividades de los misioneros y poner de relieve toda la labor apostólica apoyada por la Iglesia en misión. Además de libros y objetos, también se mostraban a los visitantes mapas de los lugares más remotos del mundo, junto con información recopilada por los misioneros sobre la mineralogía, la flora y la fauna de las tierras de misión.
En uno de los pabellones, los visitantes podían consultar dos colecciones completas de la revista “Les Missions Catholiques” y una colección doble de los “Annales de la Propagación de la Fe”. Estas publicaciones, dedicadas exclusivamente a la labor misionera, sumaban un total de 158 volúmenes, ilustrados con más de 15.000 reproducciones entre croquis, dibujos y fotografías enviadas por los propios misioneros.
El objetivo era dar a conocer las historias vinculadas al trabajo en las misiones, los frutos concretos de la evangelización y los numerosos testimonios de hombres y mujeres transformados por su encuentro con el Evangelio. Además, se buscaba despertar la solidaridad y el apoyo, tanto material como espiritual, a las obras de la Iglesia en tierras de misión. Al mismo tiempo, estas publicaciones servían para contrarrestar las representaciones manipuladas de los críticos, que intentaban desacreditar la labor misionera calificándola de “oscurantismo”.
Un año después de la Exposición, y a instancias de Pío XI, se seleccionaron unas 40.000 obras de las expuestas, que se reunieron en el primer Museo Etnológico Misionero de la historia. Cien años después, muchas de estas obras se exhiben hoy en los Museos Vaticanos, en la sección titulada “Museo Etnológico Anima Mundi”.
(F.B.) (Agencia Fides 28/3/2025)