EUROPA/ITALIA - Cardenal Chow: la “sinicización” es una cuestión en curso que implica también a la Iglesia

sábado, 16 noviembre 2024 iglesias locales   inculturación   misioneros   jesuitas  


Por Gianni Valente

Roma (Agencia Fides) - En la actual fase histórica, la Iglesia Católica está llamada a hacer frente a las instancias de “sinicización” apoyadas por la China de Xi Jinping, inspirándose también en la experiencia misionera de los jesuitas en la China imperial de hace cuatrocientos años. Es la sugerencia implícita que recorre el importante discurso pronunciado el viernes 15 de noviembre en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Gregoriana por el cardenal jesuita Stephen Chow Sau-yan, obispo de Hong Kong, en el marco de la Conferencia “Matteo Ricci. Un legado de amistad, diálogo y paz”.
A la conferencia, organizada por la Compañía de Jesús, junto con el archivo histórico de los jesuitas y la Georgetown University, han asistido, entre otros, el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de Su Santidad.
En su discurso, el Cardenal Chow ha rememorado algunos pasajes clave del desarrollo histórico de la «nueva China» que comenzó en 1949, tras la victoria de los comunistas de Mao Zedong sobre los nacionalistas de Chiang Kai-shek, para documentar cómo este camino ha influido y condicionado también en la trayectoria de la Iglesia católica en el gran país asiático.

Asimilar todo lo que viene “de fuera”.

Todas las doctrinas y enseñanzas religiosas que han llegado a China desde el exterior -ha señalado el obispo de Hong Kong en un significativa introducción a su excursus- han tenido que contar siempre con la connotación “sino-céntrica” de la civilización, de la cultura y de la mentalidad chinas, y con su tendencia a asimilar las aportaciones religiosas, espirituales, culturales e ideológicas llegadas “de fuera”.
El caso más evidente -ha ilustrado el cardenal jesuita- es el del budismo, que al llegar a China desde la India “se hace chino, y al mismo tiempo China también sufre la influencia del budismo. El proceso no es unívoco”. La urgencia de la “asimilación” no expresa necesariamente una presunción de autosuficiencia encerrada en sí misma e impermeable al encuentro y la contaminación.
La aventura de Matteo Ricci y los jesuitas en China -ha señalado Chow, haciéndose eco de los temas desarrollados en la Conferencia sobre Ricci- se enfrenta también a esta connotación “asimilacionista” característica de la cultura y la civilización chinas, encaminada a hacer “aceptable” lo extranjero. La opción de los jesuitas es buscar el encuentro y el diálogo con las élites culturales y políticas chinas, aquellas que han elegido el confucianismo como factor teórico y doctrinal para la consolidación del orden político y social. Gracias a este enfoque, el cristianismo es percibido por esas élites no como una herejía que hay que rechazar, sino como una enseñanza “compatible” con la cultura china. Un proceso que entró en crisis cuando, con la prohibición del culto a los antepasados, comenzó la crisis de los “ritos chinos” y el poder imperial prohibió la continuación de la experiencia y la predicación cristianas en el Imperio.

Las discontinuidades de la “Nueva China”.

A la luz de estas premisas, el cardenal Chow ha recorrido toda la historia de la Iglesia católica en la República Popular China. Una historia -ha subrayado el Obispo de Hong Kong- marcada por diferentes pasajes, que deben ser reconocidos y contextualizados en su evolución, liberándose de cualquier esquematismo interpretativo bloqueado, entre otras cosas para considerar adecuadamente la condición presente y futura de las comunidades católicas chinas.
En las primeras décadas -ha señalado el cardenal Chow-, el nuevo sistema comunista chino tenía la imperiosa necesidad de reivindicar su propia identidad marcando un punto de ruptura con todo elemento extranjero que recordara la anterior subordinación a las potencias y designios occidentales. La expulsión de los misioneros extranjeros que dirigían la inmensa mayoría de las diócesis chinas respondía también a esta exigencia de identidad.
La época marcada por el dominio occidental sobre la Iglesia en China tiene un final traumático. La tolerancia se reservó únicamente a los sacerdotes nativos. Por este camino llegaron las medidas que afectaron también a grupos específicos como la Legión de María y la Acción Católica (siglas que para el nuevo poder chino ya manifestaban en sus propios nombres su connotación "combativa" y antagónica respecto al nuevo orden comunista), y a fomentar en el seno de la comunidad eclesial la división entre quienes no habían aceptado la expulsión de los misioneros extranjeros y quienes, en cambio, veían inevitable el fin del predominio occidental en la dirección de la Iglesia en China y la necesaria adaptación a la nueva situación.

De la Revolución Cultural a la “reforma” de Deng Xiaoping.

Durante la época de la Revolución Cultural -ha proseguido el cardenal en su excursus-, también la Iglesia se vio sometida, como todos los demás grupos sociales, a las opciones radicales que pretendían la “diezmación de todas las culturas tradicionales”, incluido el confucianismo. Se trataba -ha señalado el obispo Chow- de un programa aplicado a toda la sociedad y a todas las comunidades confesionales, que no tenía como “programa específico” el de la persecución contra la Iglesia católica. Asimismo, la Iglesia se vio desbordada por las campañas antioccidentales y antiimperialistas dirigidas contra todos aquellos a los que se denominaba “elementos contrarrevolucionarios”.
Ya en esta fase, la Iglesia católica pagó en parte su persistente identificación con Occidente, percibido como un enemigo, cuya presencia debía ser borrada de China. Una fase -ha añadido el cardenal Chow- que se superó gradualmente en la época de la “reapertura” dirigida por Deng Xiaoping. Un proceso que, en los años 90, llevó incluso a funcionarios del aparato y académicos afines al sistema chino a dejar de lado las doctrinas sobre la religión “opio del pueblo” y reconocer que las comunidades de fe forman parte del camino de las civilizaciones en la historia y no pueden ser “borradas y suprimidas por la fuerza”. Según esta nueva línea, las realidades religiosas deben ser refrenadas e impedidas cuando traspasan ciertas “líneas rojas” y cuando se utiliza la religión como herramienta para sabotear el orden político y social garantizado por el control del Partido. Por lo demás, incluso los aparatos políticos toman nota de que las religiones pueden “beneficiar a la sociedad china”. Este cambio de perspectiva también ayuda a comprender la expansión de las obras de caridad e incluso de evangelización en la sociedad china en las últimas décadas.

“Sinicización”, cuestión en curso.

En la actual fase histórica -ha explicado el cardenal Chow en la parte final de su discurso-, la China de Xi Jinping sabe que se ha convertido en la segunda potencia económica del mundo, y siente la urgencia de definir clara e impactantemente su identidad para afirmar su papel en la escena mundial. Las palabras clave de la “sinicización” exigida por el actual liderazgo político a todas las esferas y aspectos de la realidad china responden a esta urgencia imperante. Un proceso, ha señalado el Cardenal, que no sólo implica a las comunidades religiosas, sino también a “los medios de comunicación, la moda, las actividades de ocio y todas las expresiones de la vida social”, llamadas todas ellas a sumarse a una perspectiva de “mayor unidad y mejor servicio al país”.
En este marco epocal, también la Iglesia se enfrenta a un nuevo escenario, en el que los poderes insisten en la realidad nacional, en el papel centralizador de las autoridades políticas y en la apremiante exigencia de que todos los sujetos y realidades sociales incorporen “elementos chinos”.
“Estamos dentro de este proceso, de esta metamorfosis”, ha añadido el cardenal Chow, y “tenemos que entender lo que está pasando”. En los encuentros sobre el tema de la sinicisación en la Iglesia a los que ha asistido, tanto en Hong Kong como en Macao, el cardenal jesuita ha constatado una “clarificación progresiva”: antes, ha dicho, cada uno “hacía su propio monólogo”, ahora se empieza a compartir consideraciones sobre los temas abordados. “También nosotros”, ha sugerido, “debemos ‘ir y ver’, con una actitud de diálogo”. Teniendo en cuenta “lo que la Iglesia reconoce y enseña sobre la inculturación. Sin retroceder. Rezando -ha aconsejado el obispo de Hong Kong -, para que el Espíritu ilumine a todos, a fin de que este proceso en curso se abra a la verdad”.
(Agencia Fides 16/11/2024)


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