Diplomacia y misión de la Iglesia. Motivos por los que el Papa se dirige a los Embajadores

lunes, 8 enero 2024 evangelización   animación misionera   papa francisco   diplomacia  

Por Gianni Valente

Roma (Agencia Fides) - El discurso que el Obispo de Roma dirige cada año al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede no es una mera exposición de las "opiniones personales" del Pontífice reinante sobre el estado del mundo. En los tiempos que vivimos, es aún más evidente que la contribución de pensamiento crítico que ofrece el Papa Francisco para captar la verdadera naturaleza de los atroces conflictos y de los mecanismos de propaganda sin precedentes que actúan en el escenario mundial se asienta también en una larga tradición. La singularidad histórica de la Santa Sede, reconocida por los gobiernos de todo el mundo como sujeto soberano, acreditado para intervenir diplomáticamente en los escenarios internacionales, pasa a primer plano.

La obra 'God's Diplomats', publicada en 2021 por Victor Gaetan, un veterano periodista, escritor y analista, colaborador de la Agencia Fides, ha puesto de relieve de un modo eficaz y sugerente todos los factores -históricos y genéticos- que contribuyen a determinar la singularidad de la red diplomática del Papa. El texto, publicado por la editorial norteamericana Rowman & Littlefield y acompañado de un subtítulo lleno de sugerencias (Pope Francis, Vatican Diplomacy, and America's Armageddon), se mueve por amplios horizontes, y razona sobre tiempos remotos, aquellos no contemplados por la dictadura del instant-book.

El catolicismo -señala repetidamente Victor Gaetan- es la única comunidad universal de fe reconocida internacionalmente como “entidad soberana sui generis”, titular de una “personalidad internacional” que le permite ejercer prerrogativas diplomáticas reservadas a los Estados soberanos.

La diplomacia pontificia se presenta como una realidad estructurada y plenamente inmersa en el entramado y la práctica de las relaciones entre sujetos geopolíticos. Respeta las reglas y protocolos del juego diplomático. No obstante, está marcada por connotaciones y sigue criterios operativos que a menudo revelan la fuente íntima y misteriosa que alimenta su anomalía genética.

La perdurable proyección diplomática del Papado y de la Iglesia católica es ante todo un producto de la historia, y ha tomado forma en la interacción de circunstancias contingentes. Sin duda, también es el legado de los largos siglos en los que el Pontífice y los Estados Pontificios se vieron implicados históricamente en el sistema de relaciones y conflictos entre los Estados pre-modernos y modernos. Por lo tanto, su “estar ahí” no está justificado por ningún “derecho divino”, y conserva su rasgo de accidentalidad, de algo ocasional. Toda la red diplomática de la Santa Sede podría evaporarse mañana, y la Iglesia católica podría seguir caminando por la historia sin perder ningún dato esencial de su naturaleza sacramental y apostólica. Pero en los tiempos que cambian, ese instrumento que no puede reproducirse con técnicas de ingeniería institucional, con todo el bagaje de su historia milenaria, puede seguir siendo precioso en los nuevos contextos que la Iglesia está llamada a afrontar a lo largo de la historia.

La singularidad de la diplomacia vinculada a la Sede Apostólica se refleja también, a su manera, en los rasgos peculiares de su modus operandi. La misión de anunciar el Evangelio y la referencia subyacente a la ley natural, a pesar de tantas contradicciones y en medio de tantas traiciones humanas, siguen funcionando incansablemente como brújulas sobre las que recalibrar el uso del instrumento diplomático. Una dinámica que ha podido desplegarse con mayor autenticidad precisamente desde que la Iglesia católica se liberó de la pesada carga de los Estados Pontificios y del poder temporal de los Papas.

El modus operandi único de la diplomacia papal se expresa en lo que Victor Gaetan enumera en su volumen como “prácticas de larga tradición” (long standing vatican practices) de la iniciativa diplomática y geopolítica papal: la preocupación por no dejarse aplastar por una u otra parte en las situaciones de conflicto; la contribución a la superación de los choques geopolíticos sin crear vencedores “triunfalistas” y perdedores humillados y resentidos, si realmente se quiere preservar la paz de las regurgitaciones del odio; la aptitud para buscar y fomentar el diálogo con todos, incluidos los interlocutores tachados de “impresentables” en las cancillerías de las grandes potencias y en las instituciones supranacionales; la propensión a utilizar al máximo los recursos humanos de la paciencia para desenredar nudos aparentemente inextricables, sin recurrir al chantaje. La tensión por tejer redes, por buscar “puntos en común” para intentar conciliar intereses diferentes y contrapuestos, favoreciendo siempre las vías y soluciones que en el matadero de la historia ahorran sufrimientos a personas concretas. «Cuando se trata de salvar algunas almas, de evitar daños mayores a las almas - afirmaba Pío XI, el Papa de los Pactos de Letrán que pusieron fin a la “Cuestión romana”, citado por Gaetan - Sentiríamos el valor de tratar con el mismo diablo» (discurso a los profesores y alumnos del Colegio de Mondragone, 14 de mayo de 1929).

El entrelazamiento histórico entre el papel de la diplomacia pontificia y la misión de anunciar el Evangelio de Cristo ha sido también el tema central de un reciente Coloquio internacional organizado en París por las Missions étrangères de Paris (MEP). El Coloquio, celebrado el 9 de diciembre en la sede de las MEP, y titulado “La Santa Sede en la era moderna y contemporánea: misión universal, evangelización y diplomacia pontificia”, ha tenido precisamente por objeto documentar cómo la Santa Sede, también a través de la diplomacia pontificia, pretende proseguir “su alta misión de anunciar el Evangelio y establecer la paz para todos, manteniendo al mismo tiempo su neutralidad e incluso su imparcialidad”. Entre los oradores que han intervinieron se encontraban representantes invitados de los Archivos de la Santa Sede. Don Flavio Belluomini, Archivero del Dicasterio para la Evangelización, ha documentado en su intervención cómo los representantes de la Santa Sede esparcidos por el mundo -en sí diplomáticos- han trabajado siempre en estrecha colaboración con la Congregación de Propaganda Fide, que también se servía de ellos y de sus redes para mantener relaciones con los misioneros. Ya el 8 de marzo de 1622, don Belluomini ha recordado, entre otras cosas, que los miembros de la recién creada Congregación de Propaganda Fide habían identificado 13 áreas diferentes en el mundo para el trabajo misionero, y habían involucrado a nuncios y representantes apostólicos para supervisar este trabajo. La ponencia del Archivero del Dicasterio para la Evangelización se ha centrado en hechos y experiencias de los siglos XVII y XVIII. Tras él, el profesor Claude Prodhomme, de la Universidad Lumière Lyon 2, ha pronunciado una conferencia sobre la actividad diplomática en beneficio de la misión universal de la Iglesia en los siglos XIX y XX.
(Agencia Fides 8/1/2024)


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