Rabat (Agencia Fides) – “He decidido escribir estas líneas para contaros un poco lo que ha sucedido y está sucediendo en Marruecos en estos días tras el terremoto. Lo sé, suena un poco complicado ¡y de hecho lo es! Es complicado intentar traeros aquí, a esta tierra profundamente herida por el terremoto, intentando no faltar el respeto a nadie: ni a los que están leyendo esto, ni a la parte de esta gente que en 30 segundos después de las 23:11 del 8 de septiembre de 2023, en una noche de verano, ha perdido todo lo poco que tenía”. El relato ha sido enviado a la Agencia Fides por una fuente eclesiástica local que ha solicitado el anonimato.
“El terremoto que ha sacudido Marruecos llegó sin previo aviso, fuerte, de noche. Las primeras noticias hablaban de catástrofe y con vídeos y fotos documentaban lo documentable. Digo esto con cierta rabia. Tenemos hermanos y amigos en Marrakech. Nos han confirmado que fue una experiencia fuerte, que estaban asustados, que veían nubes de polvo, que la gente gritaba - continúa el testigo -. Una ciudad turística sacudida por un terremoto es noticia de inmediato, pero no es representativa de lo que realmente ha ocurrido. Durmieron fuera de las casas, en el suelo, en lugares abiertos para evitar lo peor; en Italia en situaciones así se duerme en un coche, pero en Marruecos tener coche es un lujo de pocos. Un antiguo minarete de Jemaa el-Fnaa (la plaza más grande e importante de la ciudad) se derrumbó y algunas casas del Mellah (la parte más antigua y pobre de la medina de Marrakech, donde viven los más pobres) también se vinieron abajo. La gente estaba asustada y era difícil contenerla: se echó a la calle. Las medinas se parecen un poco a los canales de Venecia: las casas se amontonan unas junto a otras, divididas por callejones estrechos, a veces ciegos. Pensar en escapar a la calle podía significar quedar sepultado. En una ciudad de poco menos de un millón de habitantes, las víctimas han sido 15”.
“Las imágenes que las noticias titulaban 'enterrados vivos' se referían a una zona de la medina. Era visible la desesperación de quienes lo habían perdido todo. Las otras imágenes que atestiguan el gran miedo se rodaron en los hoteles, y ninguno de ellos presentaba daños estructurales. Pero Marrachech era el espejo de los periodistas, la única ciudad cercana al seísmo a la que se podía acceder fácilmente en avión, lejos del núcleo de población más cercano al epicentro en la región de Al-Haouz, donde, en los pueblos, las casas se han desmoronado literalmente. La gente que vive allí es pobre, vive de lo que cultiva o cría, allí las fuentes de agua son fuentes de vida. El terremoto ha golpeado especialmente a los más pobres y débiles. Es difícil llegar hasta allí cuando las ya precarias carreteras han sufrido daños importantes. Las casas están construidas con tierra apisonada, en sustitución de las tiendas típicas de los pastores nómadas. Están cubiertas de chapa o tierra. Todo se ha derrumbado. Estas casas son lo bastante frágiles como para haberse derrumbado en un instante, pero lo bastante pesadas como para matar”.
Son estos pueblos precarios, encaramados en las montañas del Atlas, habitados por gente pobre que sobrevive gracias a una economía débil, los que han pagado el precio. “Aquí no se pueden contar los daños. Esta gente nos enseña. Nadie lamenta haber perdido su casa, sino a sus seres queridos... sin distinción: madres, padres, hijos, hijas, maridos, esposas, primos, tíos y tías, abuelos y abuelas. Estas personas levantan los ojos, miran hacia arriba y con fe firme dicen: Dios es el más grande, gracia de Dios... con el dolor de quien lo ha perdido todo, pero con el corazón agradecido a Dios por estar vivo y seguro de que sus planes incomprensibles son demasiado grandes para nosotros... y ante esto la única respuesta adecuada es guardar silencio”.
“Sólo se puede hacer una cosa, y esta gente nos lo enseña, ocuparse de sus muertos: enterrarlos digna y rápidamente es lo que enseña el Islam. No hay tiempo que perder: den a sus seres queridos un entierro digno y, dadas las temperaturas, evitar epidemias. Después, arremangarse e intentar salvar lo que se pueda.... Y luego, por último, partir de nuevo. El terremoto no sólo ha aislado estos pueblos, sino que también ha cambiado la trayectoria de los acuíferos, creando nuevos manantiales y secando otros que daban vida. Ahora estos pueblos carecen de electricidad, agua, alimentos y medicinas para todos los que han sobrevivido pero han resultado heridos... o para los que ya eran indigentes de antemano...”
“En Marruecos, la 'familia' lo es todo: cuando los hijos crecen, son ellos quienes se ocupan de sus padres, cuidándoles y ayudándoles de la mejor manera posible... En esta estructura social, no hay residencias de ancianos, ni centros especializados: la familia lo hace todo. Las casas insha allah (si Dios quiere) las reconstruirán, ya que para esta gente, hacer campamento no es un problema. La electricidad es algo que no es estrictamente necesario. Ahora mismo la verdadera urgencia, la carrera contra el tiempo, es el suministro de agua, alimentos y medicinas. Esto sí es necesario. El Reino ha activado inmediatamente el ejército para poder abastecer, pero los necesitados son tantos... Se cuenta el número de muertos y heridos, pero no se dice el número de necesitados. Sabemos que el Rey ha abierto la posibilidad de que llegue ayuda de España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, pero de momento estamos a la espera de una decisión al respecto: el visto bueno del Reino a la ayuda humanitaria de otros países europeos. El número de víctimas probablemente aumentará: las ciudades también tienen un sistema de registro eficaz y válido, pero en algunas regiones todo se ralentiza por las dificultades territoriales”.
“Lo que me impresiona es la reacción de la gente ante este acontecimiento. Aquí, donde se sintió el terremoto, pero no causó daños, se ha hecho un silencio respetuoso, casi meditativo, tanto en las calles peatonales como en las carreteras concurridas. La vida continúa, pero ahora está más a la escucha. Silencio interrumpido cinco veces al día por la voz del almuédano que llama a la oración, cantando desde los minaretes: ‘Allahou akbar’. La gente pregunta cómo están nuestros hermanos del sur, si ha habido muertos, y sigue respondiendo: ‘Allahou akbar’ (Dios es grande), ‘al-ḥamdu li-llāh’ (Gracias a Dios)”.
“En mi tierra, en Italia, donde los terremotos no son tan raros, la gente siempre ha reaccionado con gran dignidad y valentía ante las calamidades naturales que la han golpeado, pero en esta tierra, desnuda y pobre, como diría san Francisco, he sido testigo de reacciones tan conmovedoras de estos hermanos y hermanas míos marroquíes, que dan testimonio de una fe que llega a lo más profundo de la vida. Un hombre entrevistado en las noticias, sosteniendo el cuerpecito sin vida de su hijo, diciendo que también ha perdido a su mujer y a otro hijo, levanta la vista, extiende los brazos cargados con el peso de su hijito y dice: 'Allahou akbar bismillāh, Dios es grande, alabado sea Dios, Él cuidará de mi hijo y de mi mujer, y que me sostenga a mí y a mis hijos'.... Hermanos y hermanas que confían en Dios, Él que es Grande, Compasivo, Misericordioso, Él que todo lo puede. Esto no es 'opio de pobres' es 'paz de corazón' de los pobres, de los últimos, que ponen su vida constantemente en las manos y en la voluntad de Dios. ¡Cuánto tenemos que aprender!...”.
“Dejarse llevar, acompañar, sostener, abrazar por los brazos de Dios... dejarse alcanzar, mirar, amar por su mirada... abandonarse en Dios y poder vivir por Él, con Él y en Él. Para nosotros, en el primer mundo, es la meta de un serio camino de fe, para estos hermanos y hermanas musulmanes, parece el punto de partida irrefutable, establecido, que no necesita ser cuestionado por la razón. Para estos hermanos y hermanas, es normal que todo venga de Él... y no hay que entender un terremoto, hay que seguir viviendo. Lo que estos hermanos y hermanas necesitan ahora es agua, pan, medicinas... y nuestra cercanía como hermanos y hermanas que, como ellos, buscamos a Dios”.
(AP) (Agencia Fides 12/9/2023)