Iskenderun (Agencia Fides) - Ante el terremoto que ha acabado con miles de vidas y ha reducido a escombros barrios enteros entre Siria y Turquía, la tragedia colectiva y el dolor común de diferentes naciones y pueblos «hace aún más evidente, por si no estaba ya suficientemente claro, que sólo avanzando juntos en la misma dirección podremos hacer algo útil. Una tragedia como ésta, si se contemplara con lucidez y realismo, podría convertirse en un paradójico incentivo para la paz». Con esta visión y con este juicio, el obispo Paolo Bizzeti, vicario apostólico de Anatolia, analiza las posibles repercusiones del terremoto en la madeja de tensiones, violencias, incursiones armadas, sectarismos y voracidades geopolíticas que se entrelazan precisamente en las zonas afectadas por la última catástrofe en Oriente Medio.
Ahora todo el mundo puede ver los edificios derrumbándose, los frenéticos intentos de rescatar a los supervivientes, el temor a nuevos temblores y la propagación de epidemias. Pero esas mismas zonas llevan años viendo cómo se enfrentan y colisionan las reivindicaciones de poder de Damasco, los perdurables focos de resistencia de grupos opositores y milicias islamistas, los proyectos de autonomía kurdos y las incursiones y ocupaciones militares turcas en una perspectiva anti-kurda. Mientras, el líder turco Recep Tayyip Erdogan, comprometido desde hace años en ampliar los escenarios de su protagonismo geopolítico, aspira a perpetuar su poder obteniendo otro mandato como presidente en las elecciones del próximo 14 de mayo.
En este complicado panorama lleno de incógnitas -señala el obispo Bizzeti- «las personas afectadas por el terremoto ahora sólo necesitan ayuda, venga de donde venga. La trágica circunstancia que estamos viviendo, si miramos bien las cosas como son, debería ser una oportunidad para que todos reconozcamos que merece la pena derribar muros y vallas, divisiones políticas que en el fondo no hacen ningún bien a la población. El terremoto también es una ocasión para replantearnos nuestra vida en común, nuestras políticas, orientándolas hacia la paz».
Mientras tanto, la situación sobre el terreno - informa el Vicario Apostólico de Anatolia - «parece dramática, especialmente en centros urbanos como Iskenderun y Antakya, donde se han derrumbado edificios y zonas enteras de viviendas construidas sin ningún criterio. La situación es menos grave en las zonas rurales, donde las casas son bajas. Las redes caritativas vinculadas de diversas formas a la Iglesia católica -empezando por Cáritas- se han activado para ayudar a las poblaciones afectadas, y existe una estrecha cooperación con los organismos estatales. Pero la superficie afectada es muy extensa y no ha sido posible intervenir a tiempo en todos los frentes».
(GV) (Agencia Fides 9/2/2023).