Manila (Agencia Fides) - La Iglesia católica de la región de las Visayas occidentales, en el centro de Filipinas, pide que se proteja el entorno social, cultural y moral de Boracay, una conocida isla y centro turístico, oponiéndose a la difusión de los juegos de azar. “Boracay es un regalo de Dios para Aklan y para todo el mundo”, dice una nota firmada por ocho obispos de la región y recibida por la Agencia Fides. Los obispos dirigen las archidiócesis de Jaro y Capiz, las diócesis de Bacolod, San José de Antique, Romblon, Kabankalan, San Carlos y Kalibo.
Mons. José Corazón T. Talaoc, de la diócesis de Kalibo, explica: “Boracay es un paraíso: un destino para las familias, un lugar para el avance educativo y el desarrollo empresarial, es un lugar que ofrece amplias vías de desarrollo y empleo, proporciona una buena fuente de sustento para la gente y también una buena fuente de ingresos fiscales para el gobierno”.
La isla de Boracay, perteneciente a la provincia de Aklan, en la región de las Visayas occidentales, es apreciada por su arena blanca, sus aguas cristalinas, su abundante flora y fauna y su variada vida marina, que la convierten en uno de los destinos vacacionales más atractivos del mundo.
“Apreciamos los esfuerzos de nuestro gobierno por restaurar las maravillas naturales de la isla de Boracay, que son famosas en el país y en el extranjero. Hacemos un llamamiento a los dirigentes públicos para que atiendan a la llamada de la gente y mantengan Boracay como una isla limpia, segura y apta para los niños y las familias, que puedan visitar para pasar un tiempo precioso con sus seres queridos”, escriben los obispos.
La cuestión planteada es la de la posible difusión del juego y la construcción de casinos en Boracay: este fenómeno, señalan los obispos, no sólo distraerá a los visitantes de la verdadera belleza y valor de esta isla tan querida, sino que “también allanará el camino a estilos de vida y hábitos destructivos, que alterarán y destruirán significativamente los valores, la cultura y la vida de la comunidad local”.
A lo largo de los años, recuerdan los obispos, numerosos estudios realizados en distintas zonas del país han constatado que los problemas de juego afectan negativamente a las familias, los amigos, los lugares de trabajo y las comunidades. Entre los fenómenos constatados, destacan los daños a la salud emocional, mental y física, como: ruptura de la comunicación y confusión sobre los roles y responsabilidades familiares; relaciones familiares comprometidas; sensación de desconfianza abandono familiar; bajo rendimiento y trabajo con la consiguiente pérdida de productividad; propagación de la delincuencia (como robos y fraudes); aumento de las dificultades financieras, incluso la quiebra; aumento de personas marcadas por la depresión y el suicidio.
Las estadísticas sobre el juego también muestran que las familias en las que uno de los progenitores juega compulsivamente tienen más probabilidades de sufrir violencia doméstica, incluido el maltrato infantil. Más del 80% de los jugadores problemáticos corren el riesgo de ser dependientes del alcohol o las drogas y la mitad de los jugadores compulsivos cometen delitos.
“Queremos desalentar el juego para evitar que se produzcan estos problemas”, afirman los dirigentes de la iglesia. “Aunque entendemos la necesidad del gobierno de aumentar sus ingresos, especialmente durante la pandemia, los factores de daño y riesgo superan con creces los beneficios esperados, si se hace una evaluación del impacto social que causaría la apertura de casinos en Boracay. Este fenómeno tendrá un fuerte impacto negativo en las comunidades locales, particularmente en la comunidad indígena de la isla”, advirtieron los obispos.
Según las enseñanzas de la Iglesia, el juego se convierte en algo moralmente inaceptable cuando priva “a alguien de lo necesario para satisfacer sus propias necesidades y las de los demás”. “Como Iglesia, no estamos en contra del desarrollo, siempre que se trate de un desarrollo sostenible e integral, un desarrollo auténticamente justo y orientado al bien común”, concluye el comunicado expresando una opinión totalmente negativa sobre la construcción de casinos. “No al juego en Boracay”, concluye el llamamiento de los obispos.
Con una superficie total de 10 kilómetros cuadrados y unos 32.000 habitantes, Boracay es conocida desde hace años como uno de los destinos más populares para el turismo internacional. En 2014, la isla encabezó la lista de "Mejores islas del mundo" publicada por la revista internacional Condè Nast "Traveller".
(SD-PA) (Agencia Fides 4/10/2021)