Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera” así ha dicho el Papa Francisco en un pasaje de la homilía que ha pronunciado este domingo 20 de noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo , durante la Misa que ha presidido en la plaza de San Pedro para la clausura del Jubileo de la Misericordia. Con el Papa han concelebrado también los nuevos Cardenales nombrados en el Consistorio del día precedente (véase Fides 10/10/2016).
“Hoy queridos hermanos y hermanas – ha dicho el Papa Francisco -, proclamamos está singular victoria, con la que Jesús se ha hecho el Rey de los siglos, el Señor de la historia: con la sola omnipotencia del amor, que es la naturaleza de Dios, su misma vida, y que no pasará nunca. Compartimos con alegría la belleza de tener a Jesús como nuestro rey; su señorío de amor transforma el pecado en gracia, la muerte en resurrección, el miedo en confianza. Pero sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida: todo es vano si no lo acogemos personalmente y si no lo acogemos incluso en su modo de reinar”.
Comentando el pasaje evangelio del domingo, el Papa ha subrayado entre otras cosas que “el pueblo santo, que tiene a Jesús como Rey, está llamado a seguir su camino de amor concreto” y que “Dios no tiene memoria del pecado, sino de nosotros, de cada uno de nosotros, sus hijos amados. Y cree que es siempre posible volver a comenzar, levantarse de nuevo”.
Por último el Papa Francisco ha exhortado a todos diciendo: “Pidamos la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza. Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”. (SL) (Agencia Fides 21/11/2016)