Noumea, Agencia Fides) - En Oceanía viven cerca de ocho millones de católicos. Seis millones residen en las dos áreas más pobladas, Australia y Nueva Zelanda, mientras que el resto está diseminado en las miles de islas en el Océano Pacífico e indiano. La historia de la evangelización de estas islas es fascinante y Nueva Caledonia, un archipiélago al suroeste del Océano Pacífico, es una de las comunidades más antiguas.
Aquí llegaron los misioneros católicos en los años en torno al 1840. En esa época Oceanía estaba dividida en tres Vicariatos Apostólicos y Nueva Caledonia ya había acogido a varios misioneros Maristas. Fue el Papa Gregorio XVI quien confió, en 1836, el Vicariato Apostólico de Oceanía Occidental a la Sociedad de Maria, considerando la fuerte presencia francesa en aquella parte del océano. Después de una contienda con Gran Bretaña, en 1853 Francia agregó la isla mayor del archipiélago, Grand tierre. Desde ese momento y hasta 1897 la isla fue usada como colonia penal. Se calcula que en treinta años fueron deportados más de 20.000 encarcelados. La mayor parte de ellos eligieron quedarse en la colonia una vez expiada la pena.
Mientras tanto el 23 de julio de 1847 fue creado el Vicariato Apostólico de Nouvelle Calédonie, fruto de los esfuerzos misioneros de los primeros maristas, el Obispo Douarre, los Padres Viard y Rougeron y los hermanos laicos Marmoiton y Taragnat. Las misiones se agruparon en los territorios donde los protestantes eran menos activos, pero con la llegada de los deportados, de los colonos libres franceses y de los trabajadores indochinos y javaneses, la sociedad registró un veloz cambio, con el nacimiento de un generaciones de blancos llamados Caldoches junto a la población autóctona, llamada Kanaka. A finales de los años 20 del Novecientos, la mitad de la población había sido bautizada por los misioneros católicos. Además de los protestantes existían minorías de budistas y musulmanes.
Después de la Segunda Guerra Mundial el descubrimiento de minas de níquel engendró una oleada de inmigrante de los cercanos territorios franceses de ultramar (en particular de las islas de Tahiti y Wallis Et Futuna). La Iglesia registró en aquellos años la ordenación de los primeros sacerdotes nativos. En 1967, a 120 años de distancia, el Vicariato Apostólico de Nouvelle Calédonie fue elevado a Archidiócesis de Nouméa, nombre de la capital. Los años 70 y 80 fue años difíciles, marcados por las revueltas de los Kanaka contra los Caldoches y que terminaron con un pacto de distensión en espera de un referendo que decidiera la independencia de la isla.
Hoy la Nueva Caledonia tiene una población de 210.000 habitantes (110.000 católicos). Es también fuerte la presencia de los protestantes, evangélicos, y de movimientos mesiánicos que proliferan sobre la base de las religiones tradicionales. Muy alto es el número de ateos y agnósticos, (21% de la población). En un contexto tal primera y segunda evangelización parecen ambas necesarias. Los problemas más inmediatos para los católicos son la falta de comunicaciones entre los diversas comunidades isleñas y los sacerdotes siempre insuficientes. A pesar de esto, la práctica religiosa es particularmente alta incluso entre los jóvenes y las diversas realidades conocen una atención particular por las peregrinaciones - experimentadas como momento de comunión - y por el culto eucarístico capaz de atraer a muchos fieles. En las tribus y en los centros donde faltan sacerdotes estables, son frecuentes las reuniones dominicales de fieles presididas por un ministro indicado por la Iglesia. En los últimos años se ha registrado un aumento de los diáconos permanentes y de catecúmenos. (A.M) (Agencia Fides 19/5/2008 - Líneas: 43 Palabras: 599)