Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Dirijo un sentido llamamiento a todas las partes implicadas, para que callen las armas y se abra un diálogo sincero e inclusivo, capaz de asegurar una paz duradera”. Con estas palabras, el Papa Francisco ha dirigido su pensamiento a Myanmar al final del Ángelus.
Asomado a la plaza de San Pedro en un día frío pero soleado, el Pontífice ha recordado que mañana, 25 de noviembre, es el aniversario de la primera huelga universitaria que tuvo lugar en 1920. Una protesta, ha precisado el Obispo de Roma, “que encaminó el país hacia la independencia, y en la perspectiva de una temporada pacífica y democrática que todavía hoy no termina de materializarse”.
“Expreso mi cercanía a toda la población de Myanmar, en particular a quienes sufren por los combates en curso, sobre todo a los más vulnerables: niños, ancianos, enfermos y refugiados, entre los que se encuentran los Rohingya”, son las palabras del Papa.
Antes de la bendición, el Pontífice, comentando el pasaje evangélico de hoy (cf. Jn 18,33-37), es decir, Jesús ante Poncio Pilato, ha analizado el breve diálogo que tuvo lugar entre ambos, deteniéndose especialmente en dos palabras que “se transforman, adquiriendo un nuevo sentido”, es decir, la palabra “rey” y la palabra “mundo”.
Razonando como un funcionario del imperio, Pilato “quiere entender si el hombre que tiene frente a él constituye una amenaza”. Jesús, ha subrayado el Papa, “afirma que es un rey, sí, pero de una manera muy diferente. Jesús es rey por ser testigo: es Aquel que dice la verdad. El poder real de Jesús, el Verbo encarnado, está en su palabra verdadera, en su palabra eficaz, que transforma el mundo”.
Pero el “mundo” de Poncio Pilato, ha continuado el obispo de Roma, “es aquel donde el fuerte vence sobre el débil, el rico, sobre el pobre, el violento, sobre el manso, es decir, un mundo que desafortunadamente conocemos bien”. Por el contrario, el mundo del que Jesús es Rey “rescata la creación arruinada por el mal con la fuerza precisamente del amor divino, Jesús salva la creación, porque Jesús libera, Jesús perdona, Jesús da paz y justicia”.
De ahí la invitación final a reflexionar sobre uno mismo: “probemos a preguntarnos, que cada uno se pregunte en su corazón: ¿Puedo decir que Jesús es mi “rey”? ¿O dentro del corazón tengo otros “reyes”? ¿En qué sentido? ¿Su Palabra es mi guía, mi certeza? ¿Yo veo en Él el rostro misericordioso de Dios que siempre perdona, que siempre perdona, que nos está esperando para darnos el perdón? Recemos juntos a María, sierva del Señor, mientras aguardamos con esperanza el Reino de Dios”.
(F.B.) (Agencia Fides 24/11/2024)