ASIA/IRAK - Hace diez años fueron expulsados los cristianos de la llanura de Nínive. Patriarca Sako: “La tragedia colectiva todavía está grabada en la memoria”

martes, 6 agosto 2024 isis  

por Fabio Beretta

Bagdad (Agencia Fides) – Aunque la bandera negra del Daesh ya no ondea en la llanura de Nínive, “solo el 60 por ciento de los cristianos han regresado. Es una tragedia colectiva, contra los cristianos y otras minorías, que todavía permanece grabada en la memoria. Es cierto, ISIS ha sido derrotado pero su ideología sigue siendo fuerte, y no solo en Irak”. Así habla a la Agencia Fides su beatitud el cardenal Louis Raphaël Sako, Patriarca de la Iglesia caldea, quien comenta así el décimo aniversario de la expulsión de los cristianos de la llanura de Nínive.
Los yihadistas los despertaron en mitad de la noche y los obligaron a abandonar inmediatamente sus hogares y todas sus pertenencias.

Familias enteras arrojadas de la cama con altavoces: “La gente se vio obligada a escapar en pijama”, contaba a Fides Sor Luigina, de las Hermanas Caldeas Hijas de María Inmaculada, al día siguiente de aquella horrible noche. “Los cristianos tuvieron que abandonarlo todo, incluso sus zapatos, y fueron obligados a caminar descalzos hacia la zona del Kurdistán”, explicaba otro testigo. En total, alrededor de 120.000 cristianos abandonaron esa noche la llanura de Nínive. Un número muy elevado si tenemos en cuenta que entre ellos también se encontraban cristianos que habían huido de Mosul unas semanas antes. La huida de los cristianos de las milicias de Daesh, de hecho, no comenzó el 6 de agosto, sino en junio de 2014, cuando el autodenominado Estado Islámico logró apoderarse de la ciudad. A principios de ese verano había al menos 1.200 familias cristianas solo en Mosul.

Solo en Mosul, a principios de este siglo, había más de 100.000 cristianos, insertos en un tejido social en el que la mayoría sunita convivía con chiítas, yazidíes y otras minorías. Pero incluso antes de las atrocidades perpetradas por el autodenominado Estado Islámico, el número de cristianos ya había comenzado a disminuir tras la primera intervención militar de los Estados Unidos que en 2003 provocó la caída del régimen de Saddam Hussein. A partir de entonces, la violencia sectaria aumentó. Los sufrimientos y las dificultades continúan hoy, como recuerda el cardenal Sako: “La exclusión del trabajo debido al sectarismo, la ley sobre el estatuto personal, en particular la islamización de los menores cuando uno de los familiares se hace musulmán, hacen que los cristianos no tengan más confianza en el futuro”. Para el cardenal, “es necesario desterrar la mentalidad sectaria y tribal que aún persiste. Necesitamos un Estado civil, democrático y moderno basado en la ciudadanía. Ya no podemos hablar de mayorías, minorías, cristianos, judíos, chiítas, suníes, yazidíes, etc., sino de ciudadanos. Todos somos ciudadanos con iguales derechos y deberes”. A estos problemas hay que añadir “la preocupante situación actual en Oriente Medio y el miedo a una guerra total”. El resultado es “la emigración de más de un millón de cristianos al extranjero, lo que ha reducido significativamente su número en Irak. Y los cristianos siguen abandonando el país. Se estima que alrededor de 100 familias cristianas abandonan Irak cada mes”.

En 2014, los cristianos abandonaron Mosul incluso antes de la conquista de la ciudad, que comenzó el 10 de junio. El 12 de junio de ese año, el entonces arzobispo caldeo de Mosul, Amel Shimon Nona, confirmó a la Agencia Fides que la gran mayoría de las 1.200 familias cristianas ya habían abandonado la ciudad hacía algún tiempo. Él mismo y sus sacerdotes habían encontrado refugio en las aldeas de la llanura de Nínive, como Karamles y Tilkif. En las semanas siguientes el éxodo continuó. Los hogares de los cristianos en Mosul fueron “marcados” junto con los de los chiítas como hogares que podrían ser expropiados por los seguidores de Daesh, mientras el Califato continuaba su expansión. A principios de agosto los milicianos llegaron a la llanura de Nínive, justo donde los cristianos habían encontrado refugio. Para los yihadistas, la conquista de la zona no fue problemática: los peshmerga kurdos, desplegados entre Mosul y Qaraqosh, recibieron la orden de retirarse porque era necesario cubrir otro frente, recientemente abierto, cerca de Kirkuk, una de las ciudades de Irak con mayor presencia de yacimientos petrolíferos.

Con golpes de mortero anunciaron su llegada los soldados de Daesh a principios de agosto. La noche del 6 al 7 de agosto fue el ultimátum: conversión o éxodo. Y así quedó vaciada la llanura de Nínive, una de las comunidades cristianas más antiguas del planeta. Miles de ellos se dirigieron hacia la frontera con el Kurdistán iraquí, que solo dio permiso de acceso varias horas después. Hoy, diez años después, en Mosul y en la llanura de Nínive, el regreso de los cristianos parece un espejismo. Los datos sobre su regreso no son seguros y no es posible tener cifras confirmables. En siete años (Mosul fue liberada en 2017), muy pocos cristianos han regresado permanentemente a sus hogares. “Hay entre 30 y 40 familias, no completas. Muchos son ancianos. Los iraquíes – continúa el patriarca Sako – y, sobre todo, los cristianos, esperan vivir en un verdadero Estado civil democrático, que trate a las 'minorías' según el principio de ciudadanía y de igualdad, preservando sus derechos y proporcionándoles un medio de vida digno. Pero creo que este proyecto aún está lejos”.

“Hasta la fecha, varias familias van y vienen de otros lugares, pero no representan una presencia estable que se pueda notar”, confirma a la Agencia Fides Paolo Thabit Mekko, obispo caldeo de Alqosh. “Creo – dice el prelado – que más del 90 por ciento de los cristianos que huyeron de Mosul no piensan regresar. Lo que vieron inmediatamente creó un muro psicológico. Algunos fueron expulsados, otros se sintieron traicionados. No sabemos si la situación cambiará. Ahora muchos viven en Ankawa, el distrito de Erbil habitado por cristianos, donde se sienten más seguros y hay más oportunidades de trabajar. No piensan en volver a una ciudad que ha cambiado mucho respecto a como era cuando vivían allí. No la reconocerían”.

Según las últimas estadísticas, los cristianos siguen representando el 7 por ciento del total de más de 600.000 personas desplazadas que aún residen en la región del Kurdistán. De la lectura de los datos facilitados por las autoridades locales se desprende que solo un pequeño número de cristianos que huyeron de Mosul y de la llanura de Nínive durante el dominio de Daesh han regresado a sus zonas de residencia en los últimos años. Según se ha informado a la Agencia Fides, a finales de 2020 ya había 55.000 refugiados cristianos iraquíes en Kurdistán que se habían expatriado en años anteriores, desplazándose principalmente a países de América del Norte, Australia y Europa, así como a otros de Oriente Medio. Ya entonces esa multitud de cristianos expatriados en el extranjero representaba aproximadamente el 40 por ciento de los casi 138.000 bautizados que habían encontrado refugio en el Kurdistán tras huir de Mosul y de los pueblos de la llanura de Nínive.

En 2022, se registró un éxodo similar de población cristiana en otras zonas de Irak. Un informe elaborado hace dos años por Rudaw Media Network (un grupo editorial con sede en Kurdistán) recogió testimonios de sacerdotes y laicos que confirman una fuerte y progresiva disminución de la población bautizada local. Según los testimonios recogidos, en la zona de Basora viven unas 300 familias cristianas, mientras que hace 50 años, en la misma zona, había 5.000 familias cristianas.

Pero, como afirmó el arzobispo palestino Michel Sabbah, patriarca emérito de Jerusalén de los latinos, la incertidumbre que se ciernen sobre el futuro de los cristianos en Oriente Medio “no son ante todo una cuestión de números, aunque los números sean importantes, pero son una cuestión de fe”.
(6/8/2024)


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