Quito (Agencia Fides) – De “oasis de paz" a undécimo país más violento del mundo, igualado con Siria, Irak y Afganistán, según la Global Initiative Against Transnational Organised Crime (Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional). Se trata de Ecuador, donde el 9 de enero, el presidente Daniel Noboa declaró la existencia de un 'conflicto armado interno' (véase Fides 10/1/2024).
Hasta 2019, Ecuador tenía una tasa de 6,7 muertes violentas por cada cien mil habitantes. Mientras que hoy roza las 45 muertes por cada cien mil habitantes.
La principal causa del descenso del país al infierno de la violencia perpetrada por bandas criminales que luchan entre sí y contra el Estado es el narcotráfico. Estrechado entre los dos mayores productores de cocaína, Colombia y Perú, Ecuador, gracias a sus infraestructuras de carreteras y al puerto de Guayaquil, se ha convertido en un importante centro de tránsito de la cocaína colombiana y peruana destinada a los mercados internacionales, especialmente norteamericanos y europeos. Junto al tráfico de cocaína, también está ganando terreno el de heroína y fentanilo. Según algunos estudios, la violencia entre las bandas se ha desatado por el control de la exportación de bananas (de las que Ecuador es el primer exportador mundial) desde el puerto de Guayaquil, utilizado para el contrabando de droga (véase Fides 6/9/2023).
A ello se suman una economía basada en el dólar, que facilita a las organizaciones criminales el comercio y el blanqueo de dinero; las débiles herramientas de que dispone el Estado para controlar los flujos comerciales legítimos de entrada y salida del país, tras los que se ocultan los cargamentos de droga; una sociedad con un desarrollo desigual y no inclusivo, con altas tasas de paro y empleos “en negro”; el impacto que tienen en una juventud sin perspectivas los medios de comunicación social a través de los que se transmiten los valores negativos de los narcos.
La reducción del presupuesto gubernamental para la renovación del sistema penitenciario decidida hace varios años se vio agravada en 2020 por la pandemia, lo que provocó el despido de funcionarios de prisiones y la eliminación de direcciones en el sector de la justicia. Esto ha llevado a la toma de las 34 cárceles, cada vez más abarrotadas, por grupos criminales ecuatorianos, estructurados según modelos importados del extranjero.
La llegada de organizaciones internacionales de narcotraficantes de origen colombiano, mexicano, brasileño, italiano y balcánico (albanés) ha dado lugar a la formación, según su modelo, de bandas criminales que reclutan fácilmente entre la población pobre y, al mismo tiempo, compran los favores de funcionarios estatales a golpe de dólares. No es casualidad que la crisis que estalló a inicios de enero de este año haya sido precedida unos meses antes por el lanzamiento de la campaña anticorrupción Metástasis en la que participó el fiscal César Suárez, asesinado el 17 de enero (véase Fides 18/1/2024) y en vísperas de un operativo decidido por el presidente Daniel Noboa para recuperar el control de las cárceles La importación de modelos criminales extranjeros, especialmente el colombiano y el mexicano (el culto a la Santa Muerte), tiene también una dimensión para-religiosa, ejemplificada por los macabros rituales de algunos asesinatos atroces, transmitidos en directo por las redes sociales (descuartizamientos, cadáveres decapitados o sin miembros y órganos vitales expuestos a la vista).
La perspectiva ahora es la de una lenta reanudación del control por parte del Estado, con la ayuda de otros países. Sin embargo, la categoría utilizada por el Presidente Noboa de “conflicto armado interno” para describir la situación y la consecuente respuesta estatal, recuerda el concepto de “guerra interna” (típico de la doctrina de Seguridad Nacional del pasado) que podría conducir a una militarización de la sociedad y a un debilitamiento de la democracia.
(L.M.) (Agencia Fides 20/1/2024)