Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Las redes sociales, en su día, estaban todavía lejos de llegar. Pero Pauline Jaricot, una joven de diecisiete años de Lyon, ya tenía una comprensión clara de la dimensión capilar y ontológicamente universal de una comunidad como la de los creyentes en Cristo. No tanto por la estructura rígida o por su potencial financiero. Más bien porque, en su corazón, la joven se había dado cuenta de que la oración es una fuerza trascendente que mueve montañas y la caridad es un lenguaje global, capaz de llegar a todos los hombres y mujeres, en todos los rincones del planeta. Esta joven es hoy modelo para la Iglesia del siglo XXI: el pasado 26 de mayo, el Papa Francisco autorizó la publicación del decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión de la venerable sierva de Dios Pauline Marie Jaricot (1799-1862), abriendo así el camino para su beatificación.
La suya fue una feliz intuición de crear “trabajo en red”, promoviendo iniciativas que unen a los creyentes en la oración y en la ampliación de horizontes para aliviar el sufrimiento de personas cercanas y distantes a miles de kilómetros, hasta llegar a “los confines de la tierra”.
Jaricot ofreció su contribución peculiar y crucial a la sensibilidad y la actividad misionera de la Iglesia, adoptada a principios del siglo XIX: gracias a la joven de Lyon, esa sensibilidad misionera se extiende y se comparte con todo el pueblo de Dios, con la idea que todos los bautizados - y no solo los religiosos que partieron a tierras lejanas -, eran auténticos protagonistas de la misión de la Iglesia (...) - continua