El Papa León en Castel Gandolfo: Jesús nos muestra signos de su amor en los abismos del mal y del sufrimiento

domingo, 13 julio 2025 papa león xiv   ángelus   compasión   misericordia  

VaticanMedia

Castel Gandolfo (Agencia Fides) - Hoy, como en todos los tiempos, la humanidad se enfrenta «con la oscuridad del mal, con el sufrimiento, con la pobreza y con la absurdidad de la muerte». Y podemos reconocer y abrazar el dolor del mundo no por respeto a abstractos «deberes de solidaridad», sino si experimentamos ser «sanados y amados por Cristo». Solo así podemos convertirnos también nosotros en «signos de su amor y de su compasión en el mundo». Así lo ha recordado hoy el papa León XIV en la homilía de la liturgia eucarística que ha celebrado en la iglesia pontificia de Santo Tomás de Villanova en Castel Gandolfo, la localidad de los Castelli Romani donde está pasando unos breves días de vacaciones.

El papa León ha tejido la homilía en torno a la parábola del buen samaritano, narrada por Jesús en el pasaje del Evangelio según San Lucas leído durante la liturgia dominical: la historia del hombre herido que se encuentra al borde del camino después de haber sido atacado por los ladrones, ignorado por el sacerdote y el levita -que lo ven y pasan de largo- y salvado por el samaritano, un extranjero considerado hereje, que en cambio «lo vio y se conmovió».

Repasando la parábola de Jesús, el Pontífice ha sugerido la fuente de la que brota el misterio de la compasión cristiana.
El buen samaritano –ha señalado el Papa León-, a diferencia de los transeúntes que le precedieron, mira al hombre herido. Y «la mirada hace la diferencia, porque expresa lo que tenemos en el corazón: se puede ver y pasar de largo o bien ver y sentir compasión».

La primera mirada de la que nos habla la parábola del samaritano -ha continuado el Pontífice- «es aquella que Dios ha tenido hacia nosotros, para que también nosotros aprendamos a tener sus mismos ojos, llenos de amor y compasión hacia los demás. El buen samaritano, en efecto, es sobre todo imagen de Jesús, el Hijo eterno que el Padre envió en la historia precisamente porque ha mirado a la humanidad sin pasar de largo; con ojos, con corazón, con entrañas de conmoción y compasión». Por eso, llegó al punto de querer «recorrer nuestro camino, descendió en medio de nosotros y, en Jesús, buen samaritano, ha venido a sanar nuestras heridas, derramando sobre nosotros el aceite de su amor y de su misericordia».
Y «Si en lo íntimo de nuestra vida descubrimos que Cristo, como buen samaritano, nos ama y se hace cargo de nosotros, también nosotros somos impulsados a amar del mismo modo y seremos compasivos como Él. Sanados y amados por Cristo, nos convertimos también nosotros en signos de su amor y de su compasión en el mundo».

El camino de Jerusalén a Jericó, que se encuentra por debajo del nivel del mar, recorrido por el hombre atacado por los ladrones –ha sugerido el Pontífice- «es el camino que recorren todos aquellos que se hunden en el mal, en el sufrimiento y en la pobreza; es el camino de tantas personas agobiadas por las dificultades o heridas por las circunstancias de la vida; es el camino de todos aquellos que “se derrumban” hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados, estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus vidas».

A veces –ha proseguido el Papa Prevost- «A veces nos contentamos solamente con hacer nuestro deber o consideramos como nuestro prójimo sólo a quien es de nuestro círculo, a quien piensa como nosotros, a quien tiene la misma nacionalidad o religión; pero Jesús invierte la perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo». Nos pide «ver sin pasar de largo, detener nuestras carreras ajetreadas, dejar que la vida del otro, sea quien sea, con sus necesidades y sufrimientos, me rompan el corazón. Esto nos hace prójimos los unos de los otros, genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas. Y finalmente el amor se abre camino, volviéndose más fuerte que el mal y que la muerte».

Después de la misa, el papa León XIV se ha dirigido a pie a la Plaza de la Libertad, para la oración mariana del Ángelus, recitada ante una multitud de unas dos mil personas, que se han congregado allí desde la mañana.
(GV) (Agencia Fides 13/7/2025)


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