ASIA/MYANMAR - Entre el miedo y el desplazamiento, una Navidad marcada por la guerra. Los sacerdotes conviven con los refugiados

jueves, 19 diciembre 2024 iglesias locales   desplazados   guerra civil   navidad  

Por Paolo Affatato

Yangón (Agencia Fides) – «Nos preparamos para la Navidad, nos preparamos para el Año Santo del Jubileo, pero entre los fieles no se respira esa alegría plena que se veía en el pasado. Las heridas de la guerra civil, el sufrimiento, las penurias, el luto dejan su huella entre la gente de Myanmar», expresa a la Agencia Fides el padre Bernardino Ne Ne, sacerdote originario de Loikaw, que actualmente se encuentra en Yangón. El sacerdote, quien en los últimos años ha sido Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, regresará a Loikaw, en el estado de Kayah, en el norte de Myanmar, con el inicio de 2025, una vez finalizado su mandato. Loikaw es una zona de conflicto y desplazamiento, donde el impacto de la guerra sigue afectando a la población.

Desde el golpe de Estado perpetrado por la junta militar en febrero de 2021, Myanmar ha experimentado un cambio drástico. En un principio, la desobediencia civil se convirtió en un movimiento generalizado, que evolucionó hacia un conflicto civil con la aparición de las Fuerzas de Defensa del Pueblo, que en una segunda fase se unieron a los ejércitos de las minorías étnicas, formando una coalición rebelde. Esta alianza lucha contra el Ejército regular de Myanmar.

El país está profundamente dividido: las zonas centrales y principales ciudades, como Naypyidaw, Yangón y Mandalay, permanecen bajo control del régimen militar, mientras que los estados periféricos y las zonas fronterizas están dominadas por las milicias de la coalición rebelde. En medio de este conflicto, la población civil es la más afectada, con un número récord de desplazados internos que supera los tres millones de personas. Las regiones de Chin, Magway y Sagaing, en el norte de Myanmar, concentran el mayor número de desplazados, con casi 1,5 millones de personas buscando refugio.

El padre Ne Ne describe la situación en Yangón: «En la ciudad, la vida transcurre casi con normalidad. Nuestros fieles siguen viniendo a la iglesia, y las actividades pastorales y de culto continúan. Sin embargo, siempre con una condición: que no hablemos de política ni deslegitimemos el poder establecido. Sabemos, los fieles lo saben, que rezamos por la paz y la justicia. Al menos podemos celebrar los sacramentos y realizar nuestras iniciativas espirituales». «Así viviremos la Navidad», añade el sacerdote. «La Misa de Nochebuena será a las 5 de la tarde, no más tarde, porque con la oscuridad aumentan las patrullas militares. La gente tiene miedo y ya no sale de casa. Seguimos en un contexto de conflicto y temor».

La situación es mucho más grave en las zonas de conflicto abierto como Loikaw, la diócesis del estado de Kayah a la que pertenece el padre Bernardino Ne Ne. «En zonas como Loikaw, los ataques aéreos, los enfrentamientos armados y la destrucción de bienes civiles siguen causando graves sufrimientos, con el resultado de heridos y nuevos desplazamientos forzosos. Vivirán la Navidad con el temor de ser bombardeados por la noche. Sabemos que cientos de miles han huido a zonas rurales y montañosas, y muchos de estos refugiados son católicos», relata el sacerdote.

Al inicio de la crisis, las parroquias y los institutos religiosos abrieron sus locales para acoger a los desplazados. Sin embargo, al intensificarse los combates, todos se vieron obligados a huir. «Las iglesias están cerradas porque no quedan fieles en el territorio. De las 39 parroquias del territorio de la diócesis de Loikaw, ahora sólo funcionan nueve. En una de ellas, dedicada a la Madre de Dios, al norte de Loikaw, voy a ejercer el ministerio pastoral de párroco», explica el padre Ne Ne.

Hoy, ejercer el ministerio pastoral en estas zonas significa «estar entre los desplazados, visitarlos y celebrar con ellos en los campos de refugiados improvisados donde viven. Sólo en mi futura parroquia hay 15 campamentos: algunos con más de 200 personas, otros asentamientos con 40-50 personas», añade el sacerdote. Ser sacerdote en Loikaw en estos tiempos de guerra «significa compartir su suerte, estar en medio de ellos, ser una presencia de consuelo y esperanza».

La misma situación de sufrimiento y desplazamiento que viven miles de fieles en la diócesis de Loikaw afecta también al obispo Celso Ba Shwe. El prelado tuvo que abandonar la catedral de Cristo Rey y el centro pastoral contiguo en noviembre de 2023, cuando el ejército birmano tomó posesión del lugar, convirtiéndolo en una base militar. «Es para él, y para otros sacerdotes que residían allí, la segunda Navidad lejos de la catedral», explica el padre Bernardino Ne Ne. «En los últimos meses hemos mantenido conversaciones con los militares, pero no nos pedirán espontáneamente que volvamos. Existe la posibilidad de entablar negociaciones para que abandonen el lugar, pero no será fácil. La situación es compleja: en primer lugar, el terreno del interior y de los alrededores podría estar minado. Además, el interior del centro pastoral está prácticamente destruido y habría que reorganizarlo todo».

El regreso no solo dependerá de la restauración del edificio, sino también de garantías esenciales. «Para regresar, debemos estar seguros de que los militares nos permitirán la libertad de movimiento, porque el obispo y los sacerdotes tienen que visitar los campos de refugiados constantemente, estar donde están los fieles. No podemos ser ‘prisioneros’ en la catedral; no serviría de nada», subraya el padre Ne Ne.

«Recemos y esperemos que, con el Año Nuevo, podamos recibir este regalo, la restitución de nuestra catedral. Es una petición que ponemos en manos de Dios esta Navidad, junto con el don de la paz», concluye el sacerdote.
(Agencia Fides 19/12/2024)


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