Washington (Agencia Fides) - La reciente escalada de violencia en Oriente Medio se ha convertido en un tema central en la carrera hacia la Casa Blanca, especialmente en estados como Michigan, donde reside una significativa población de origen árabe, incluidos palestinos, libaneses e iraquíes. Aunque la política exterior generalmente no es un factor decisivo para el electorado estadounidense, esta contienda presidencial, cuyas votaciones se realizarán el próximo martes 5 de noviembre, podría influir notablemente en el panorama de las tensiones internacionales y en los conflictos que hoy azotan distintas regiones del mundo.
La candidata demócrata se encuentra en una posición difícil al pertenecer a la actual administración, que ha otorgado más de 18.000 millones de dólares en ayuda militar a Israel tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. Esta decisión ha generado fuertes críticas, especialmente entre quienes acusan a Estados Unidos de complicidad en las masacres de civiles en Gaza. Kamala Harris ha sido blanco de reproches tanto desde la izquierda de su partido como por parte del electorado árabe, pese a ser una de las primeras en la administración Biden en abogar por un “alto el fuego inmediato” y expresar preocupación por la “catástrofe humanitaria” en Palestina, instando a Israel a buscar una solución pacífica al conflicto. Sin embargo, no ha respaldado el embargo de armas que algunos sectores de izquierda exigen, y en la convención del partido, reiteró que “siempre apoyará el derecho de Israel a defenderse”.
En respaldo a Harris, Bernie Sanders, candidato de la izquierda demócrata en 2016, ha prometido a sus seguidores que, tras su posible victoria, trabajarán juntos para transformar la política de Estados Unidos hacia el gobierno de Netanyahu. Sin embargo, el apoyo a Harris de Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney -figura asociada a la invasión de Irak en 2003 y considerada uno de los “halcones” de la política exterior estadounidense- ha suscitado una ola de rechazo entre el electorado árabe, particularmente entre aquellos de origen iraquí, quienes mantienen un fuerte resentimiento hacia la figura de Cheney por las repercusiones de la guerra.
Donald Trump no ha perdido la ocasión de ridiculizar ante el electorado árabe la cercanía ofrecida por la ex congresista republicana al candidato demócrata, diciendo: “Liz Cheney, que, como su padre, el hombre que empujó a Bush a declarar la guerra en Oriente Medio de forma absurda, también quiere declarar la guerra a todos los países musulmanes conocidos por la humanidad”. Aunque Trump tiene antecedentes de declaraciones polémicas sobre árabes y musulmanes, especialmente respecto a la inmigración, ahora intenta atraer a este sector prometiendo ser quien traiga paz tanto a Oriente Próximo como a Ucrania. En su mensaje a los votantes ha asegurado que, con Harris en la Casa Blanca por otros cuatro años, “Oriente Medio pasará las próximas cuatro décadas en llamas, y sus hijos terminarán yendo a la guerra, quizás incluso a una tercera guerra mundial. Esto jamás ocurrirá bajo el mando del presidente Donald J. Trump”.
A pesar de sus promesas, la postura de Trump hacia Oriente Próximo sigue siendo ambigua en cuanto a propuestas concretas. Ha insistido en que, si hubiese estado en el poder, el conflicto entre Israel y Hamás nunca habría estallado, aunque ha dado pocos detalles sobre las acciones específicas que habría tomado para prevenirlo, más allá de las críticas a la administración Biden. Durante su mandato, promovió los llamados Acuerdos de Abraham que condujeron a la apertura de relaciones diplomáticas entre Israel y varios Estados árabes (EAU, Bahrein, Marruecos y Sudán) y con la perspectiva de alcanzar un entendimiento regional ampliado a Arabia Saudí, el otro pilar de la política estadounidense en Oriente Medio. El objetivo era crear un sistema de seguridad regional centrado en Israel y Arabia Saudí del que Estados Unidos actuaría como garante externo, lo que le permitiría retirar parte de sus tropas desplegadas en la zona.
La lógica de los Acuerdos Abrahámicos ha sido explicada por el candidato a la vicepresidencia de Trump, JD Vance. "Estados Unidos no debería vigilar constantemente todas las regiones del mundo", ha declarado en una entrevista televisiva. “Deberíamos facultar a la gente para que vigile sus propias regiones del mundo”. Aunque Vance reconoce el derecho de Israel a defenderse, ha declarado que una guerra con Irán no sería de interés para Estados Unidos, subrayando la necesidad de priorizar estabilidad sin intervenciones directas.
Sin embargo, los Acuerdos de Abraham no ofrecen una solución real a la cuestión palestina, a pesar de que Trump había propuesto a principios de 2020 un plan de paz israelo-palestino financiado por Estados Unidos con el objetivo de convertir Gaza en un centro turístico internacional. La administración Trump también ha reconocido Jerusalén como capital de Israel, donde ha trasladado la embajada desde Tel Aviv y ha cerrado el consulado estadounidense en Jerusalén Este que atendía principalmente a palestinos.
(L.M.) (Agencia Fides 31/10/2024)