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El Cairo (Agencia Fides) – «Estoy entrando de puntillas en este nuevo mundo que encierra extraordinarias riquezas humanas, culturales y espirituales», escribe Anselmo Fabiano, de la Sociedad para las Misiones Africanas, recién llegado a El Cairo.
El misionero escribe con más precisión desde el barrio de Shoubra, en El Cairo «He dado mis primeros pasos en el descubrimiento de esta nueva realidad misionera - relata-. En primer lugar, es un país árabe con una fuerte presencia musulmana, cinco veces al día resuena en el aire el canto del muecín, que invita a la oración y a la relación con Dios. Me fascina poder detenerme un momento en mis actividades para compartir unos minutos de silencio con estos hermanos en la oración”
«El Cairo es una megalópolis desbordante, un hormiguero siempre atareado e insomne», escribe Anselmo al relatar sus impresiones sobre la ciudad. «A cualquier hora del día o de la noche puedes cruzar la ciudad y encontrarla siempre inmersa en mil actividades. Aquí nunca se duerme, es un continuo de bocinas, tráfico, gente que va y viene. Mototaxis por todas partes, autobuses sin puertas que ni siquiera paran para recoger pasajeros. El autobús reduce la velocidad y el conductor estira un brazo para recoger a la gente sobre la marcha. Los enormes edificios amarillos/marrones se apilan unos sobre otros y casi te impiden ver el cielo».
«El ambiente agitado y caótico de la ciudad contrasta con el silencio al entrar en nuestra parroquia catedralicia de San Marcos. Es increíble poder rezar con la pequeñísima comunidad cristiana que queda en una iglesia tan grande, donde antaño acudían muchos fieles. Aquí en El Cairo, de hecho, los católicos son ahora muy pocos; solo hay un sacerdote diocesano en toda la ciudad. De hecho, la mayoría de los cristianos son coptos ortodoxos».
«Por ahora, nuestra vida cotidiana consiste sobre todo en descubrir este mundo tan rico y tan diferente. El primer reto es la lengua árabe, que poco a poco va entrando en mis oídos y con un poco de ingenio empiezo a pronunciar algunas palabras y algunas pequeñas frases. De momento, la gente que conozco, sobre todo los niños y los ancianos que hablan un poco de francés, son mis profesores de árabe -admite agradecido-. Entre un café y una carcajada, son los maestros de la vida cotidiana».
«Con los hermanos SMA que me han acogido, concretamente el P. Peter de Nigeria, Cyriac de Costa de Marfil y Matthias de Togo, y otros dos seminaristas, Florindo de Angola y Patrick de Nigeria, hemos empezado nuestro servicio caritativo junto con las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta en un centro para ancianos y discapacitados. Ayudamos a las hermanas en los pequeños y humildes servicios del hogar, nos dedicamos a los niños, y el lenguaje del juego supera todas las barreras lingüísticas. Con nuestra sencilla presencia intentamos relacionarnos con las personas que encontramos en las actividades de la vida diaria».
«Estoy a punto de comenzar la escolaridad propiamente dicha con los Padres Combonianos en el barrio de Zamalek, confiando no sólo en el compromiso personal y en el estudio, sino también en el soplo del Espíritu Santo. Qué puedo decir», concluye el joven Anselmo, «el camino se me presenta rico y lleno de nuevas oportunidades en las que ponerme al servicio y anunciar la presencia de Dios en la vida cotidiana».
(AP) (Agencia Fides 16/9/2024)
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