Tiempo Argentino
Buenos Aires (Agencia Fides) – El trabajo es un “ordenador” de la vida individual y familiar. Pero hoy en Argentina las oportunidades laborales “caen como dominó”. Así lo afirmaron con preocupación los sacerdotes de Villas Miseria y de los barrios populares argentinos,en un llamamiento difundido con motivo de la fiesta de San Cayetano de Thiene, el santo “del Pan y del Trabajo” querido por la espiritualidad del pueblo argentino, celebrado con especial devoción el 7 de agosto por multitudes de peregrinos que acuden al santuario dedicado a él en el Barrio Lieners, en las afueras de Buenos Aires. San Cayetano es un santuario querido por las clases populares y trabajadoras argentinas desde los tiempos de oro del sindicalismo peronista. Los argentinos siempre le han pedido al santo, amigo de prostitutas y acosados por usureros, “pan y trabajo”.
Sin hacer referencias directas a las políticas gubernamentales en materia económica, el equipo de sacerdotes comprometidos en la labor pastoral de los barrios populares describe con datos preocupantes los efectos en la vida de las medidas implementadas en el campo económico en franjas de población cada vez más amplias. “Trabajadores formales del Estado”, informa su documento, “fueron despedidos y no encuentran empleo. Muchas personas de nuestros barrios populares vivían de obras de construcción o de changas que ya no existen. Muchos trabajadores de cooperativas dadas de baja han caído en la indigencia. Grandes empresas dejan a sus trabajadores afuera o frenan por la recesión, o bien eligen irse del país”. Desde nuestra misión pastoral”, añaden los sacerdotes, “detectamos la necesidad urgente de unirnos como sociedad para que la cuestión laboral sea una prioridad. La declinación de la industria argentina, de los mercados locales y de la economía popular argentina dejó un tendal de personas al costado del camino”. Y la economía - insisten los sacerdotes – “no se pone nuevamente en marcha solo por acomodar los grandes números de la macroeconomía”.
Los sacerdotes de las Villas Miseria y de los barrios populares hacen un llamamiento “a los que gobiernan en las distintas jurisdicciones, a los empresarios y a los diferentes actores sociales a que, unidos, busquemos consensos para dar pasos positivos en favor de nuestros hermanos desempleados”.
El documento de los sacerdotes termina con una invocación a San Cayetano para que, “el santo del pan y del trabajo”, “reciba el agradecimiento de los que tienen trabajo digno e interceda por los que no lo tienen”.
También el Papa Francisco, en sus 15 años como Arzobispo de Buenos Aires, siempre ha celebrado con alegría misa en el santuario el día de la fiesta del santo. Sus homilías dejaban huella en el corazón frío del invierno argentino. “Hay dolores y pesares. Los del salario negado, los de la falta de trabajo, los que claman venganza”, dijo el 7 de agosto de 2006, añadiendo que “los dolores por la injusticia claman venganza, porque son dolores que se pueden evitar simplemente siendo justos, ayudando a quienes más lo necesitan, creando trabajo, sin robar, sin mentir, sin quitar demasiado, sin aprovecharse”.
Dos años más tarde, en 2008, su homilía se transformó en un diálogo con el pueblo de Dios. “Ahora – dijo – les hago una pregunta: ¿es la Iglesia un lugar abierto solo a los buenos?”. Y todos respondieron al unísono: “¡No!”. “¿Aquí echamos a alguien porque es malo? No, al contrario, se recibe con más cariño. Jesús nos enseñó esto. Imagínense, pues, cuán paciente es el corazón de Dios con cada uno de nosotros”. Una vez terminada la misa, el cardenal Bergoglio saludaba a los cientos de fieles que hacían fila esperando para rendir homenaje al Santo. Se detenía en escuchar las historias y problemas de los fieles, bendecir y abrazar a los niños, bendecir también objetos de devoción, fotografías de enfermos o los vientres de las embarazadas a las que animaba cuanto antes a bautizar a sus hijos nada más nacieran.
(GV) Agencia Fides 7/8/2024)