ASIA/MYANMAR - La ofensiva de los rebeldes prodemocracia coloca al país al borde de la desintegración

jueves, 23 noviembre 2023 guerra civil   democracia   minorías étnicas  

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Yangon (Agencia Fides) - La junta militar que gobierna Myanmar se enfrenta a ataques en múltiples frentes en las zonas fronterizas, ya que una alianza entre grupos rebeldes de minorías étnicas y combatientes prodemocracia busca tomar el control del país. La denominada "Operación 1027", lanzada el 27 de octubre por la alianza de milicias étnicas, con el respaldo de las "Fuerzas de Defensa del Pueblo", formadas tras el golpe de Estado de febrero de 2021, llevó a cabo ataques coordinados contra posiciones militares en el estado de Shan, en el norte del país, cerca de la frontera con China, y logró la captura de varias ciudades.

La "Brotherhood Alliance", conformada por el "Kokang Myanmar Democratic Alliance Army" (MNDAA), el "Ta'ang National Liberation Army" (TNLA) y el "Arakan Army" (AA), lidera la ofensiva y ha declarado su objetivo de "salvaguardar la vida de los civiles, afirmar el derecho a la autodefensa y responder de manera decidida a los continuos ataques aéreos y de artillería" de la junta, así como "erradicar la opresiva dictadura militar".

Esta nueva ofensiva representa el mayor desafío militar para el gobierno de la junta, que ha extendido sus fuerzas y ataques en diversos frentes. La alianza, conformada por tres grupos con amplia experiencia en combate, ha recibido el respaldo de las "Fuerzas Populares de Defensa", un movimiento de base respaldado por el "Gobierno de Unidad Nacional de Myanmar" (NUG), que opera en el extranjero y es leal a la líder democrática Aung San Suu Kyi. La coordinación entre todos los grupos opuestos a la junta militar ha intensificado el conflicto, con la Alianza afirmando ahora controlar el 70% del territorio nacional, mientras que el ejército se mantiene atrincherado en la parte central del país, controlando las ciudades más grandes e importantes como Yangon, Mandalay y Naipidaw.

Tras el ataque en el Estado de Shan, se abrieron otros frentes de batalla en Myanmar. Uno de ellos se encuentra en el Estado de Rakhine, en el oeste, a pesar del alto el fuego acordado hace un año. Otro frente se ha desplegado en el Estado de Chin, en la frontera con la India, y también en el Estado de Kayah, en la frontera con Tailandia. Fuentes de Fides informan de fuertes enfrentamientos, especialmente en Loikaw, la capital del Estado de Kayah, donde se han registrado ataques aéreos y bombardeos continuos durante más de diez días. La población ha optado por huir o refugiarse en sótanos, y algunas familias incluso se han refugiado en el complejo de la catedral católica.
El "Tatmadaw", el poderoso ejército birmano, está experimentando sus primeras grandes deserciones. El 16 de noviembre, un batallón con base cerca de la frontera china se rindió ante la alianza de grupos étnicos armados. La rendición de 261 personas, incluyendo 127 soldados y 134 no combatientes, del batallón de infantería del Estado de Shan, marca la mayor capitulación de fuerzas regulares del ejército desde el inicio del conflicto.

Las fuerzas policiales están promoviendo la resistencia armada entre la población con el objetivo de identificar las vulnerabilidades del ejército en diversas regiones. Al hostigar a los convoyes y grupos militares, los milicianos opositores suelen apropiarse de armas ligeras, municiones, ametralladoras e incluso vehículos blindados. Otra estrategia consiste en fomentar la deserción, persuadiendo a jóvenes soldados para que se unan al bando de los insurgentes, en representación del pueblo.

Mientras tanto, la "Operación 1027" ha sido aclamada en todo Myanmar y seguida detalladamente en las redes sociales, desafiando la narrativa del ejército sobre su supuesta invencibilidad. El general Min Aung Hlaing, presidente de la junta militar, se ha visto obligado a admitir públicamente las dificultades y derrotas, al declarar que "el país corre el riesgo de desintegrarse".

Según los analistas, los generales que lideran Myanmar cuentan con un historial comprobado de combinar el poder en el campo de batalla con estrategias de "divide y vencerás" para mantener bajo control las insurgencias en las zonas fronterizas. Sin embargo, la "Operación 1027" ha infligido un golpe significativo a un ejército bien equipado y con décadas de experiencia en la lucha contra la insurgencia. Aunque el Tatmadaw aún mantiene una considerable potencia de fuego y recursos, que incluyen aviones y artillería, lo que le permitiría lanzar una contraofensiva, es evidente que el gobierno es profundamente impopular.

La población birmana, compuesta por diversos grupos étnicos, siendo el bamar el más numeroso, junto con todas las minorías étnicas, se encuentra exasperada por la actual crisis humanitaria desatada por el ejército birmano en un intento de sofocar la resistencia civil. En varias regiones y distritos, los militares han interrumpido el acceso a alimentos, comunicaciones, transporte y servicios financieros, empujando a la población al borde de la desesperación en una clara violación de los derechos humanos. Frente a esta violencia, los civiles a menudo buscan refugio en instituciones e instalaciones religiosas, como centros católicos o monasterios budistas.

La desestabilización de la nación ha incrementado el ya numeroso flujo de desplazados internos: en el último mes, más de 286.000 personas se han visto desplazadas por los combates, según ha informado Farhan Haq, portavoz adjunto del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. En total, en dos años de guerra civil, hay unos 2,5 millones de desplazados internos en todo el país, necesitados de ayuda humanitaria urgente, que no está permitida. El fenómeno amenaza también con implicar cada vez más a naciones vecinas como India, Tailandia y China, preocupadas ante la perspectiva de una crisis de refugiados, muchos de los cuales cruzan las fronteras para buscar seguridad y escapar del conflicto.
(PA) (Agencia Fides 23/11/2023)


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