Por Gianni Valente
Roma (Agencia Fides) - La salvación traída por Cristo y anunciada por la Iglesia - repite la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium - «es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande». (§112)
El “documento programático” del Papa Francisco, que mañana alcanza el umbral de los diez años desde su publicación, repite -citando al Papa Benedicto XVI- que en el dinamismo de la salvación anunciada por la Iglesia «la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser -con Él y en Él- evangelizadores». (§112).
Un pueblo, no una lobby
En el camino de la historia -escribe el Papa Francisco- el misterio de la salvación actúa a través de los hechos e instrumentos que ha elegido. Para mostrar que es para todos la salvación que Él realiza y la Iglesia anucia, «Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados». La Evangelii gaudium, citando el Evangelio de Mateo recuerda que «Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia. Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos”». (§113).
El pueblo descrito por la Evangelii gaudium no es, pues, un pueblo de auto-convocados, que se reúnen y “construyen” sus comunidades para perseguir objetivos comunes o sobre la base de ideas o creencias compartidas. Lo que une a este pueblo 'sui generis' (Pablo VI) es la obra misma de Dios, que, «por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí. Él envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos» (§112).
El pueblo de Dios -reconoce también Evangelii gaudium- no es un sujeto político, una lobby colectiva que se agrega con campañas de autopromoción. Es el encuentro personal con Jesús lo que une a las personas en un pueblo. El pueblo de los que le han encontrado y comienzan a seguirle. Por eso, el camino cristiano nunca es un asunto reservado una elite, a un puñado de osados, a quienes poseen herramientas y conocimientos, a escaladores inquietos de cimas ascéticas y espirituales. La Iglesia - añade la Evangelii gaudium - «es más que una institución orgánica y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios». Un pueblo «peregrino y evangelizador». Y «esta forma de entender la Iglesia, tiene su fundamento último en la libre y gratuita iniciativa de Dios» (§111).
Caminar juntos para hacer más fácil el viaje
Una de las notas de fondo que se perciben en todo el texto de la Evangelii gaudium se puede identificar con la expresión “facilitar”. El horizonte de toda labor apostólica es facilitar el encuentro con Jesús o, al menos, remover los obstáculos que se oponen a su deseo de sanar y abrazar a todos. Reconocer a la Iglesia como “pueblo en misión” también forma parte de este horizonte.
Si uno camina en medio de un pueblo, y no camina solo, el camino puede hacerse más fácil. Y en el pueblo que camina están todos. Los cultos y los astutos junto a los heridos por la vida, los ignorantes y los desinformados. Cada día en la Iglesia volvemos a ver lo que Jesús tenía ante los ojos cuando daba gracias al Padre porque había ocultado “estas cosas” a los sabios y se las había revelado a los pequeños.
La Iglesia, pueblo misionero (título también del valioso estudio del padre Fabio Nardelli ofm, publicado por Cittadella Editrice) que se relata en Evangelii gaudium no es una masa de maniobras, una congregación de activistas de una idea, una religión, una filosofía de vida. Es simplemente un pueblo de bautizados. El signo que los une y los connota genéticamente no es la militancia, sino el bautismo. Su ser misioneros no se manifiesta en movilizarse en eventos y actividades para añadirse a las labores ordinarias de la vida. Su misión se cumple simplemente viviendo el don de la fe en la condición en la que se encuentran, en medio de las dinámicas ordinarias y de los acontecimientos inesperados, de las restricciones y limitaciones de la vida cotidiana.
«Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera» se lee en la Exhortación Apostólica «hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino». (§127). Palabras que siguen las huellas de Lumen Gentium, la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II, que describía la vocación de los laicos como la de aquellos que «Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad» (LG31).
La tentación de “clericalizar a los laicos”
La misión de la Iglesia como "pueblo misionero", como lo testimonia la Evangelii gaudium, ofrece claridad sobre cuestiones que han sido objeto de atención mediática, también durante el reciente Sínodo sobre la sinodalidad de la Iglesia. Esta misión no se manifiesta principalmente en un esfuerzo por "redistribuir" funciones y poderes dentro de las estructuras eclesiales, de manera similar a una reestructuración empresarial. En Evangelii gaudium, sólo un párrafo está dedicado exclusivamente a la categoría de ‘laicos’. La palabra ‘laicos’ aparece en todo el texto de la Exhortación 13 veces, frente a las 25 veces que aparece la palabra ‘obispos’. Implícitamente, la postura del Papa Francisco hacia las formas de “clericalización de los laicos”, a las que hace referencia en discursos y homilías, también encuentra eco en Evangelii gaudium. “Cuando reflexiono sobre el clericalismo -señaló el actual Obispo de Roma el 17 de febrero de 2022, en su intervención en un Simposio sobre el sacerdocio-, pienso también en la clericalización de los laicos, en esa promoción de una pequeña élite que, en torno al sacerdote, termina por desvirtuarla misión fundamental de los laicos”.
(Agencia Fides 23/11/2023)